Está muy bien eso de que los medios privados traten de
suplir lo que, en una democracia, debería corresponder por ley a los privados.
Está muy bien que los ciudadanos tengamos la oportunidad de ver y escuchar
confrontados a los cabezas de lista de los partidos que concurren a las
elecciones y sus programas. Está muy bien que nos permitan saber de sus
reflejos y capacidades más allá de los discursos con papeles a que nos tienen
acostumbrados.
Todo eso está muy bien. Lo que ya no me parece tan bien es
que una semana antes de esos debates y otra después sean los propios debates y
sus anfitriones quienes se conviertan en noticia, en la única noticia. Bien es
verdad que hace ya tiempo que el periodismo, los periodistas, dejaron de
ceñirse a su verdadero y legitimo papel de intermediarios entre la actualidad y
los destinatarios de su trabajo, para convertirse en protagonistas del
resultado de su trabajo, la noticia.
El primer paso lo dio, a propósito de estas elecciones, la Sexta
que, en el "Salvados", enfrento en un bar de Nou Barris a un Pablo
Iglesias cansado y mortecino con un Albert Rivera en plena efervescencia y nos
contó hasta la saciedad el antes, el durante y el después, ocultándonos lo
tramposo del debate que tuvo poco o nada de directo y en el que el exceso de
cordialidad de uno y otro restó interés a un diálogo demasiado encorsetado, del
que Rivera salió ganador e Iglesias un tanto tocado.
Antes y después de la noche del debate lo supimos todo del
mismo, con secundarios y sus chistes incluidos, hasta el punto de que ver la
sexta en esas fechas llegó a ser casi un martirio, entre tanto empacho y
autobombo, como si el reloj se hubiese detenido en el bar "Tío Cuco",
sin que hubiese ocurrido nada más en el mundo, pese a que el único y discutible
mérito de aquel debate fue el de haber sido el primero, un mérito que debía
haberse quedado en los despachos y no traspasar hasta la saturación las
pantallas de nuestros ya cansados televisores.
Más interesante fue, sin duda, el debate de hace dos días en
casa de EL PAÏS, un debate abierto a las nuevas tecnologías, al que no se
atrevió Mariano Rajoy, quizá para que no se hiciese patente, no ya el
desequilibrio de edad entre él y los otros tres candidatos, que es
incontestable, sino el desequilibrio ideológico entre un señor que nunca se ha
mezclado con la gente de verdad, pese a sus coreografías en calles y parques,
con "numerito" de mitin encaramado a un banco incluido.
De ese debate lo que ha quedado al final es, precisamente,
la ausencia del presidente y el hecho de que, por una acertada decisión de los
organizadores, su atril quedase vacío frente a sus rivales, al no querer
aceptar ningún tipo de secundario, por muy vicepresidenta que fuese. Y ese ha
sido quizá el gran mérito de este debate de EL PAÍS, obligar al PP a poner sus
cartas boca arriba, al no permitir el juego del escondite en que tan cómodo se
siente el escurridizo y, por qué no decirlo, cobarde Rajoy.
El día siete, primer lunes de campaña, el debata es en casa
de Antena 3, el buque insignia del grupo A3 Media, que lo difundirá por sus dos
cadenas de televisión y su desmejorada Onda Cero. Ý en él no habrá atril vacío,
porque los organizadores aceptan el juego de Génova 13 y permitirán que el
lugar que debería ocupar el número de su lista por Madrid lo llene su fiel
escudera, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, acostumbrada y parece que
encantada comedora de marrones que debieran ser del etéreo presidente.
Pues bien, a cinco días de ese debate y atemorizado con lo
que pueden llegar a ser estos cinco días de autobombo, ya estoy cansado del
debate, de sus cien cámaras, sus setenta micrófonos, sus sesenta y ocho
potenciales millones de espectadores en todo el mundo, los magníficos
profesionales que lo conducirán y los méritos de la cadena que ha organizado
los principales debates de las últimas elecciones. Y, eso, sin atreverme a pensar
lo que nos queda del pos debate.
Estoy ya cansado de verle las tripas, brillantes y ordenadas, como en el mostrador de una casquería, de la profesión que practico desde haca más de treinta años, Quizá por eso pido desesperadamente socorro, porque ha llegado el
metaperiodismo.
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1 comentario:
Ciertamente....
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