lunes, 21 de diciembre de 2015

¡MANOS A LA OBRA Y A MOJARSE!


Soy de los que, en día de elecciones, día también de Rastro, madruga para atender como debo a esas dos obligaciones de buen ciudadano madrileño. Ya temprano se notaba en el ambiente que algo iba a pasar, porque el movimiento, aunque fluido, era mayor que el habitual. También estaban las monjas de las grandes ocasiones. Todas con sus sobres en la mano ya desde la puerta, porque la derecha, ya se sabe, en eso, es muy organizada y reparte con eficacia su material en conventos y asilos.
Nos jugábamos mucho y parece que, al menos los madrileños, no defraudamos, porque tres de cada cuatro acudimos a las urnas. Otra cosa ha sido el resultado, porque este Madrid de mis pecados sigue siendo más de derechas de lo que parece, porque la ciudad alegre y confiada de los vinos y las cañas tiene, para mi gusto un alma demasiado conservadora y la prueba es que, aquí, se ha castigado más al PSOE, aunque razones hay para ello, que al propio partido en el gobierno.
Al margen de lo que no deja de ser una contemplación centrípeta del propio ombligo, lo único que ha quedado claro es que este país, Madrid es otra cosa, está más escorado a la izquierda de lo que se nos quiere hacer creer. También, que el márquetin no lo es todo y que un rostro Calvin Klein y dos o tres nombres sonoros no garantizan los votos, del mismo modo que el modelo del anuncio no garantiza que te vayas a perfumar con la colonia que te regalan.
En los últimos años, unos y otros, PP y PSOE, se han empeñado en ser el centro y se han comportado como si sus votantes lo fuesen. Todo un problema de identidad, porque, al PP, los votantes de centro se le han ido, como se escapa el agua de un cesto, hacia la nueva derecha de Albert Rivera, menos corrupta y menso ultramontana que los de Génova 13, siempre que no rasques la pintura externa, y, al PSOE, se le han ido los votantes en tropel, precisamente por haberse sentido seriamente traicionados a lo largo de todos estos años, especialmente en los últimos. Votantes que, en su mayoría, se han ido a Podemos, en busca de una izquierda que ojalá se haga operativa y no les traicione.
Lo que también resulta evidente es que, si finalmente se forma gobierno, su principal misión sería la de hacer muchos cambios y que esos cambios deberían llevar a una reforma constitucional, porque se la reforma de la ley electoral, la posibilidad de que los catalanes decidan su futuro o, quién sabe, la deseable desaparición del Senado, precisarían de una importante reforma constitucional.
Lo del Senado es evidente, porque no es posible que, a nuestra costa, se estén dando la buena vida toda una serie de senadores y senadoras, con sus sueldos, sus viajes y sus dietas, personajes, y pido perdón por el ejemplo, tan deleznables como la alcaldesa del caloret valenciano, mientras el número de diputados es a todas luces insuficiente para representar la realidad política española.
Estoy seguro de que, con lo que nos cuesta el senado se podría aumentar en uno, dos o los que sean precisos, el número de diputados por provincia, con lo que los malditos restos de la regla D'Hont que asfixian a algunos partidos a la hora de obtener representación en provincias pequeñas, dejarían de favorecer a los grandes partidos y, especialmente, al de la derecha que, al menos hasta ahora, acudía en bloque a votar, en tanto que la izquierda cultiva más los matices y opta por diversas opciones a la hora de ir a las urnas.
También, insisto, sería el momento de hacer los cambios precisos para que vascos y catalanes puedan decidir si quieren seguir siendo españoles en el futuro y, de ser así, cómo querrían serlo. Algo que es mucho más importante de lo que parece, porque Podemos, que, con Izquierda Unida, defiende el derecho a decidir de vascos y catalanes, ha sido la lista más votada. Nada que ver, esto, con lo que mezquinamente Albert Rivera llama el referéndum separatista, porque lo que pretende la pregunta es saber si los ciudadanos quieren o no la independencia, para Cataluña y el País Vasco.
Está claro que formar un gobierno requerirá mucha imaginación y mucha generosidad y que algunos partidos se han creado más incompatibilidades de las que serían razonables. También, que los que lo tendrían más fácil serían quienes no han mostrado su intransigencia con las aspiraciones catalanas y que, entre ellos, estarían además los que quieren cambiar una ley, la electoral, que permite que, con parecido número de votos, un partido llegue a obtener casi el doble de escaños o que Unidas Popular Izquierda Unida, para obtener dos escaños necesite casi un millón de votos, en tanto que, a otros, el escaño les sale a sesenta mil votos.
No sé si con estos resultados habrá gobierno, lo que sí sé es que, si quienes lo formen quieren ganarse mi respeto, harían muy bien en atender estas dos reformas tan urgentes, porque elevarían de manera considerable la calidad de nuestra democracia. Así que ¡manos a la obra y a mojarse!


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