Esa fue la única novedad. Minutos antes del comienzo del
debate llovió en el secarral en que se ha convertido Madrid. Fue como una
profecía de lo que vendría después, Una profecía del "chorreo" de
reproches y acusaciones a que Pedro Sánchez sometió a un patético Rajoy, más
pálido y más frío en los primeros minutos del debate que el frío plató y el
frío moderador y el realizador, correctos y sólo correctos, nada más, por
encima de los que el tiempo, como por encima de las dos formaciones del
bipartidismo, parece haber pasado sin misericordia.
Llovió, intensamente y durante la llegada de Sánchez, pero
llovió. Y hacía falta. También llovió e intensamente durante el debate. Lo malo
es que muchos nos retiramos antes, candados de las mismas gráficas y las mismas
cifras de siempre, cansados de un Rajoy frío como el hielo, pero tembloroso y
asustado, como delataba su pierna bajo la silla en la que se sentaba. También
"atarugado" a la hora de lanzar ese discurso que no se creía hace
cuatro años y que, ahora, sigue sin creerse.
Pedro Sánchez, por el contrario, parecía acrecentarse ante
quien estaba, atrapado por el pasado, atado de pies y manos, por la memoria,
nuestra memoria, en la que sigue siendo el personaje insensible y frío, capaz
de devaluar el trabajo de millones de españoles, de facilitar el escenario
imprescindible para mandar al paro a centenares de miles de padres de familia,
a sabiendas de que nunca más iban a encontrar un puesto de trabajo parecido al
que perdían y para sustituirles semana a semana, "cholismo
empresarial", por una miseria, sin protección, sin derechos y sin la más
mínima perspectiva de futuro.
Frío como los colores del fondo del plató, en los que
destacaban su palidez de personaje venido del ultramundo, para hacerse con el
plasma de los votos, con el que vivir sin dejarnos vivir otros cuatro
años,
Daba pena ver a un Rajoy cariacontecido, incapaz de creer
que alguien que se lo jugaba todo en el envite le fuese a echar en cara tantos
años de corrupción, de saqueo, apenas disimulado, escondido, ante los
ciudadanos en las televisiones y radios públicas, pastoreadas por sus
insaciables capataces, o en periódicos, radios y televisiones presuntamente
privadas y libres, atadas y bien atadas con el dogal de las licencias o la
publicidad institucional. No podía creerse lo que estaba viendo y surgieron en
él el deje de opositor de provincias y de otro siglo, los modos de algunos
personajes galdosianos, de quien no es capaz de conceder al otro, al que creen
inferior, el derecho a decir la verdad y decírsela a la cara.
No lo pudo soportar. Se había creído lo de la casta, aquello
de "PSOE y PP la misma mierda es" y no contaba con que alguien, antes
de hundirse con su partido, tuviese un plan B en el que cantarle las verdades
del barquero fuese la pieza esencial. Por eso fue, lamiéndose las heridas, a
consolarse entre los suyos, por eso ya no le queda más que cultivar el
victimismo. Por eso sus voceros andan como locos haciendo buena la consigna
recibida de machacar a Pedro Sánchez por su mala educación, por su golpe bajo
de llamar "no decente" al candidato de sus desvelos, como si, por
haberse atrevido a decirlo, dejase de ser verdad lo que dijo.
Y es que no hay vuelta de hoja. Rajoy no es decente y no lo
es por todo lo que le dijo el candidato socialista en horario "prime
time", lo mismo que otros llevan años diciéndole siempre que aparece por el
Congreso, como acertadamente acaba de decir Alberto Garzón, el candidato de
Unidad Popular - Izquierda Unida, pobre, pero más honrado que muchos. Se lo
dijo Sánchez en "prime time" y se lo dice el diccionario de la
Academia, pare el que decente equivale a honesto, justo, debido o digno,
adjetivos que difícilmente encajan en Mariano Rajoy.
Anoche llovió en "prime time". Y menos mal que llovió
Anoche llovió en "prime time". Y menos mal que llovió
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1 comentario:
Toda España lo ha visto claramente....
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