jueves, 10 de diciembre de 2015

OCHO APELLIDOS POPULARES


De la noche a la mañana, muchos españoles, millones, hemos visto la luz y hemos caído en la cuenta de que el bipartidismo nos estaba amargando la vida. De repente, nos hemos atrevido a criticar, y a hacerlo abiertamente, a ese partido de nuestros amores o de nuestros desengaños, al que votábamos más por inercia o por resignación que por verdadera convicción. Y, en esto, aparece toda una serie de partidos políticos dispuestos a copar todo ese desencanto desde los cuatro puntos cardinales. Unos en la izquierda y otros en la derecha, pero todos, todos, con aspiraciones de copar el centro, disfrazando su ideología y sus programas, como un medicamento disfrazaría sus efectos secundarios, si la ley y el miedo a las demandas no les obligasen.
Algunos lo consiguen y llegan a vestir su disfraz con soltura más de lo que cabría esperar, aunque, al final una ráfaga de aire imprevista, un curioso que lee los programas de cabo a rabo o una pregunta incómoda ponen al descubierto los harapos morales que cubren con su disfraz. Supongo que habéis escuchado alguna vez ese aserto que dice que se puede engañar a unos pocos todo el tiempo y que se puede engañar a todos durante algún tiempo, pero es imposible engañar a todos toso el tiempo. Y eso es lo que ha pasado, especialmente con Ciudadanos, el partido de Albert Rivera.
La verdad es que debiéramos haber desconfiado más de un partido surgido de la nada, mediante una brillante y eficaz campaña, pagada por no se sabe quién y fundada en una premisa falsa, la de que, en Cataluña, se menoscaban en la escuela los derechos de los niños castellano parlantes, no ahora, que los nacionalismos se han subido a la parra, sino hace ya diez años. Pero lo olvidamos y nos dejamos envolver por la brillante oratoria de este joven, todo ego él, que, para nuestra desgracia, se topó con el ego de Rosa Díez, frustrando un acuerdo y le dejó solo ante el éxito y nuestro peligro.
Debiéramos haber sospechado también de un partido que hace "castings" para confeccionar sus listas y, de la noche a la mañana, presentarse a diferentes comicios allá donde nade sabía de su existencia, algo que, amén de ser un proceso largo y laborioso, resulta muy caro, carísimo, para un partido sin padrinos en la banca o en el IBEX. Algo parecido a lo que hizo, con más consistencia, la UCD de Suárez, que ahora reivindica, con el permiso y el concurso de su heredero, el PP de Rajoy.
Así pasa lo que pasa. Por ejemplo que aparezcan en las listas de Ciudadanos y entre sus cargos ya electos personajes de la caverna fascista, arribistas caza recalificaciones, que, por desgracia, se dan en cualquier tierra de garbanzos, o, como hemos comprobado en las últimas horas, todo un machismo emboscado, capaz de poner en duda una ley aprobada por unanimidad por el parlamento, la Integral contra la Violencia de Género, modelo para otros países  y aceptada por la práctica totalidad de la sociedad civil española, pretendiendo abolir el endurecimiento de las penas para los hombres que agrede, a veces hasta la muerte, a mujeres.
Es el fantasma de la herencia, la sangre, el peso de los genes, la educación y la crianza de quienes son incapaces de entender que la práctica totalidad de las mujeres asesinadas en España lo son por su condición femenina, quizá porque no han sufrido un caso cerca o porque se esfuerzan en entender a los verdugos. Del mismo modo que tampoco empatizan con el derecho de cualquier mujer de cualquier edad, capaz de quedar embarazada, para decidir si quiere o no tener ese bebe no deseado.
Algo parecido a lo que plantean en el terreno laboral con ese contrato único, despido libre, hablando claro, que son incapaces de justificar y que se convertiría en la guinda, reluciente y pasada por las urnas, con la que las grandes empresas rematarían el pastel de la reforma laboral que cocinaron junto al PP. Son incapaces de explicar una y otra cosa, porque, como digo, lo llevan en la sangre. Es para ellos tan lógico y natural que no necesitan explicárselo ni explicarlo, porque ellos, sin saberlo, tienen el pedigrí perfecto, los ocho apellidos populares que les exigen el capital y la derecha más rancia.


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1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Ciudadanos es la marca "light" de la marca "PPinchazo"... mucho más barata para algunos incautos...


Saludos