Resulta curioso que, cuando se descubre en algún paraíso
fiscal el botín de cualquiera de los muchos corruptos que por desgracia saquean
los estados del sur de Europa, nadie hace ni propone hacer lo más mínimo para
dificultar si no para impedir el movimiento de esas cuentas que persiguen
evaporar el botín y las responsabilidades de los saqueadores mientras bastan
unas horas para imponer medidas restrictivas de la libertad a tirios y troyanos
tras salvajadas como las de estos días en París, cometidas por fanáticos
sometidos ya al a todas luces ineficaz control que ahora se trata de imponer a
todos los ciudadanos.
Resulta curioso y también muy preocupante que la "fila
cero" de la grandiosa manifestación de París, que, recordemos, era no sólo
un homenaje a las víctimas de las masacres sino, también, una marcha en defensa
de la libertad de expresión, estuviese plagada de jefes de estado y de gobierno
con mando en países en los que no se respetan en lo más mínimo esos derechos. Y
no hace falta rebuscar en las filas de las dictaduras francófonas, para
encontrarlos. Ahí estaban el ministro de Exteriores ruso y, sin ir más lejos,
"nuestro" Mariano Rajoy, a punto de imponer su implacable "ley
mordaza" elaborada para cortar de raíz y castigar cualquier asomo de
crítica a las acciones de un gobierno que tantos males ha causado a este país.
Afortunadamente esa "fila cero" de la hipocresía
quedó convenientemente separado de la verdadera cabecera de la manifestación,
ocupada por los supervivientes y los familiares de las víctimas del fanatismo
de la pasada semana, porque, mientras se colocaban al lado de ese largo millón
y medio de ciudadanos que clamaban en defensa de la libertad de expresión, sus
ministros del interior afilaban, también en París, lápices y tijeras para recortar
algunos de los frágiles derechos que a muchos, a mí sin ir más lejos, aún nos
mantiene conectados al "espíritu europeo".
Alguna de las primeras piezas que piensan cobrarse las
cabezas bien pensantes que parecen necesitar poner su bota sobre nuestro cuello
para protegernos son la libertad de nuestras comunicaciones, así como la de
movimientos dentro del espacio Schengen, un gran paso hacia la unidad de Europa
que, ahora y con la excusa de las "razones de seguridad" se
restringirá a los "parias" del sur para que no vayan a molestar o
ensuciar las calles de sus vecinos ricos del norte.
Quieren restringir los movimientos y las libertades de los
europeos y la idea ha despertado en España el entusiasmo no sólo del ministro
Fernández Díaz, sino el del portavoz socialista en el Congreso, al que faltó
tiempo para sumarse entusiasmado a la iniciativa, hasta que la tormenta de
críticas llevó a matizar una toma de posición que dejaba al descubierto su
escaso apego a los principios que un día fueron los de su partido.
Han tardado poco, está muy claro, unos y otros en repartirse
los despojos de las víctimas de Charlie Hebdo, Han tardado apenas unas horas en
apropiarse de conceptos tan hermosos como la libertad de expresión, la
solidaridad o la justicia, para hacer en ellos los arreglos que convengan para
adaptarlos a su horrenda idea del mundo. Cuando mañana y en semanas sucesivas
Charlie Hebdo vuelva a los kioscos con más fuerza que nunca, quizá se encuentre
con una legislación que le ponga más difícil ser tan libre como hasta ahora.
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1 comentario:
Excelente artículo; y su epílogo es sumamente directo...
Saludos
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