Resulta difícil para quien no ha nacido o vive allí
acercarse a una cultura tan exagerada en el gesto y en la hipérbole como la
andaluza. A mí al menos me resulta a veces imposible. No me gustan, por ejemplo
esa exageración de abrazos que envuelven enemistades ni esos discursos que
parecen ir de la humildad a la dureza increíble, casi tiranía. Me estoy refiriendo,
claro a personajes que, como Susana Díaz, la presidenta, dicen una cosa y hacen
otra, poniendo siempre por delante y como excusa bienes tan generables como
intangibles.
Ayer, como estaba imprevisto hace apenas tres semanas, la
señora Díaz ejerció su derecho a disolver el Parlamento Andaluz y a convocar
nuevas elecciones, consumando una maniobra que no persigue otra cosa que pillar
con el pie cambiado a Podemos, forzando casi a la improvisación a la formación
que aún no ha elegido candidatos ni, si me apuráis, su estructura organizativa.
Una maniobra brusca, como lo son todas las inspiradas por el pánico, en la que
los más perjudicados son, de momento, sus hasta ahora socios en el gobierno.
La presidenta ha tardado casi una semana en elaborar el memorándum
de agravios que, en su opinión, dan sentido a su decisión. Agravios por parte
de Izquierda Unida que la presidenta Díaz resume en una presunta radicalización
de sus socios, a los que ve en el futuro más cerca de Podemos que de su
partido, especialmente al malagueño Alberto Garzón, diputado nacional y futuro
candidato, al que ha convertido en el payaso de sus bofetadas.
En un "que si tú, que si yo" nada estético Díaz
reprochó a Garzón un viaje al Sahara, envolviéndolo en inconveniencia por el
peligro yihadista, para, después, echarse las manos a la cabeza, cuando éste
tildo de poco decentes las acusaciones de la presidencia, recordándome, ella, a
esos niños que en la escuela pinchan y pinchan al compañero, para exagerar el
daño e implorar su castigo al profesor, si aquel reacciona.
En realidad es todo un decorado que no tiene otro fin que
tratar de niquelar el currículum de doña Susana que, pese a su aparente
fortaleza, dentro del PSOE, en realidad, nunca se ha medido ante las urnas,
porque llegó al Palacio de San Telmo, nombrada sucesora por su antecesor,
Griñán, y que quizá resultase un fiasco, si las elecciones andaluzas tuviesen
lugar en tiempo, tras las municipales y generales, con un Podemos cada vez más
consolidado en las encuestas y, muy probablemente, para entonces también en las
urnas. Sobre todo, ahora que la estrella de Pedro Sánchez, expuesta a las inclemencias del día a día, parece haber perdido su brillo.
Y, por si todo esto fuera poco, las últimas horas de los
socialistas en el Parlamento han sido muy, pero que muy, feas, modificando
contra el reloj la composición de la Diputación Permanente de la cámara, para
incluir en ella a tres de los diputados aludidos en el sumario que instruye la
juez Alaya, extendiendo así en el tiempo su aforamiento. Feo, muy feo, tan feo
como la renovación in extremis de la cámara de cuentas andaluza, esta vez con
el acuerdo del PP, cuando estas cuentas pueden estar a punto de caer en manos
de un gobierno muy distinto del que hasta ahora y durante tres décadas ha regid
los destinos de los andaluces.
En fin, repito, muy feo, todo muy feo. Y pensar que llegue a
creerme a esta señora.
Puedes leer más entradas de "A media
luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario