No va a ser la Mercedes Fashion Week, aunque sí va a ser
mucho más interesante, porque partidos, sindicatos y organizaciones
empresariales van a "pasear" sus vergüenzas por la calle Prim de
Madrid, para responder ante la Audiencia Nacional de su imputación por haber
cometido presuntamente con sus tarjetas opacas los delitos de administración
desleal y/o apropiación indebida. Son setenta y ocho personas, algunas de ellas,
verdaderos personajes que hicieron uso y abuso de una tarjeta de crédito de la
que nadie ha sabido explicar ni el por qué ni el para qué se entregaba a
quienes tuvieron voz, pero sobre todo voto, en los órganos de decisión de Caja
Madrid, primero, y en Bankia, después.
Ha sido una muy reciente sentencia del Supremo, en la que se
condena por apropiación indebida a un matrimonio que cargó a la tarjeta de su
empresa cientos de miles de euros en gastos personales, entre los que no
faltaba un sistema de aire acondicionado para su vivienda, ha sido el
pistoletazo de salida que ha permitido al juez Andreu la imputación de todos
los usuarios, salvo tres que, sabiendo que el uso de la tarjeta era ilícito, no
sacaron ni un céntimo con ellas.
Hay quien dice que el asunto de las tarjetas es el chocolate
del loro comparado con el saqueo a que se sometió a Caja Madrid. Y se
equivocan, porque, para hundir una de las cajas más solventes, como era Caja
Madrid, era necesario el concurso de quienes, pese a estar allí para controlar
el buen uso de lo que era de todos, como vieron, oyeron y callaron todo lo que
allí se hacía, algunos, con el agravante de haber sido copartícipes de las más
nefastas decisiones.
Dicho de otro modo esas tarjetas eran un soborno, algo así
como el recibo de compra del silencio y los votos que permitieron a Blesa,
primero, y a Rato, después, beneficiara sus amigos especuladores y
constructores o dilatar el pago, cuando no perdonar, las deudas de los dos
grandes partidos, a costa de los ahorros y los hogares de accionistas y
clientes.
Lo más curioso del asunto es la mala conciencia que del uso
de la tarjeta tenían sus titulares, porque la mayor parte de las compras y
pagos que con ellas se hacían daban toda la impresión de hacerse porque ese
dinero sucio quemaba en los bolsillos. Pocos o ninguno de los imputados
hicieron con ellas los gastos que, los de a pie, hacemos con las nuestras.
Hicieron, por lo general, todos esos gastos de hortera y nuevo rico que
comienza a vivir por encima de sus posibilidades.
Especialmente sangrante es el caso de un conocido
sindicalista que, después de haberse gastado una "millonada" en
comidas, viajes y trajes lujosos, se ve ahora sin trabajo y sin ese dinero que
se evaporó en sus manos y que, probablemente, tendrá que devolver. Una
situación, la de este pobre diablo, al que no nombro por haberlo sabido por la
confidencia de un amigo común, que podría mover a la lástima, pero que, en
resumidas cuentas, no será, si acaba siéndolo, el justo castigo a quien,
saltando por encima de principios y deberes, jugó a ser quién no era y se dejó
seducir por los encantos de quien sabe mucho de las miserias humanas y de lo
servil y miserable que puede llegar a ser un ambicioso.
A mediados del mes que ya se acerca, cuando llegue el
Carnaval, los citados por el juez comenzaran a desfilar por la pasarela de Prim
desnudos y despojados del disfraz de decencia del que durante tanto tiempo han
presumido ante nosotros.
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1 comentario:
Esperemos que se haga justicia...como para todo ciudadano!!!
Saludos
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