A lo largo de los últimos días y a medida que se
acercaba la fecha en la que los griegos deberían votar para renovar su
parlamento, nos hemos cansado de escuchar eso de que los griegos inventaron la
democracia. De acuerdo, pero bien es verdad que ni aquellos griegos eran estos
ni tampoco aquella democracia era la que hoy "disfrutamos", así,
entre comillas. De lo que no cabe duda es de que, en 2015, los griegos han
redescubierto la democracia, si no para todos los griegos, sí para los que,
como ellos, estamos pagando las consecuencias de una crisis que nos ha venido
impuesta y ante la que nos han dejado con las manos atadas, no con los pies que
nuestros jóvenes usaron para buscar fuera lo que nuestros gobernantes no nos
daban.
Los griegos nos han demostrado una vez más es que nada hay
peor que el miedo y que a lo único que hay que temer es a ese terrible
sentimiento, alimentado desde los medios de comunicación y desde las cómodas
poltronas de quienes olvidan que sus escaños son mucho más nuestros que suyos,
que sólo los tienen prestados y que les pueden ser arrebatados cuando el daño
que, con su desapego cuando no desprecio de la gente, provocan es mayor del
soportable. Y eso es lo que ayer hicieron los ciudadanos griegos: ponerse de
pie y decir basta a una tiranía que taimadamente se había instalado en sus
vidas.
Se me puede decir, lo sé, que haber dado un voto mayoritario
a Syriza no va a solucionar de la noche a la mañana los problemas de los
griegos, claro que no. Lo que ocurre es que se ha instalado, se va a instalar,
sangre nueve en los círculos de poder de Grecia. La sangre de quien no ha
abandonado a la gente, la sangre de quien mira como la gente y plantea los
problemas que ve la gente, la sangre de quienes comparten las calles con ella y
con ella busca las soluciones.
Con esa sangre quizá se reanime el anquilosado organismo en
que se han convertido, democracias como la nuestra, quizá el corazón del país
vuelva a latir con fuerza, los pies y las manos sirvan para algo más que
calzar zapatos y guantes de fina piel y nos muevan en la dirección que nunca
debimos abandonar. Quizá, con esa nueva energía, resucite la ilusión que no
hace tanto se veía en las calles. Y no me refiero a la aparente ilusión que
parece haber en un fin de semana de copas en los barrios de moda, sino a la del
día en calles en las que, hoy, tres de cada cinco comercios tienen sus
persianas echadas y otro tanto de las que están levantadas son de un
"chino".
Soy de los que creyó y mucho en los socialistas españoles y
muy especialmente en Felipe González, pero os aseguro que hoy no soy capaz de
reconocerle. Y eso que, con la edad, me he vuelto mucho más reflexivo y
prudente. Pero algunos quiebros del que un día fue "Isidoro" y una
esperanza real para la mayoría de los españoles son inexplicables, como
inexplicable fue la infame rendición sin condiciones de Zapatero a la
imposición de la troika que le obligó, nos obligó, a reformar sin previo aviso
la hasta entonces intocable Constitución. Algo muy parecido a lo que hizo el
prácticamente desaparecido PASOK, que, tras dar su apoyo al gobierno de la
derecha que ha sido el ejecutor del austericidio griego, ha acabado laminado y
prácticamente desaparecido en los términos de quien ha sido un partido de
gobierno, algo que le puede acabar ocurriendo al PSOE que comenzó esta negra
legislatura callando y consintiendo, los recortes del PP, tanto los económicos
como los sociales y los que tienen que ver con derechos y libertades.
Para mí esa es la mayor enseñanza de las elecciones griegas:
la debacle del PASOK. Una debacle que se ha materializado porque sus dirigentes
cometieron el peor de los errores, el de que el partido era suyo y no de sus
votantes, el de que Grecia era de sus políticos y no de los griegos. Por eso se
han quedado solos. No porque los ciudadanos hayan dejado de pensar como
pensaban, sino porque el que fuera su partido, el PASOK, ha dejado de ser en
manos de la casta, por qué no decirlo, que lo ha dirigido el partido que
satisfacía sus ideales.
No sé qué ocurriré en adelante, fundamentalmente en Grecia,
pero también en España, pero, por el cabreo que mostraba un economista alemán
entrevistado en la SER, estoy seguro que será bueno o, al menos, no será peor.
Entre otras cosas, porque, con su voto, los griegos han redescubierto, nos han
redescubierto la democracia. Y eso es lo que más importa.
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1 comentario:
Una gran revolución sin necesidad de guillotina....
Saludos
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