Dice un refrán tan sabio como viejo que "gato escaldado
del agua fría huye" y, la verdad, así me siento yo, como ese gato
escaldado una vez que recela ya de cualquier acercamiento entre los dos grandes
partidos de este país. Y más, si de lo que se trata es de "tocar" el
sistema de libertades y es el ministro Fernández Díaz el maestro de ceremonias.
Me refiero, claro, a ese intento de los ministros de
Interior y Justicia de conseguir la bendición de los partidos con
representación parlamentaria -a Podemos se le ha excluido expresamente,
aduciendo que carece de ella- para sus medidas urgentes y poco claras que, con
la excusa de la lucha contra el terror yihadista, pueden acabar con nuestras
libertades.
Y digo acabar, porque cualquier libertad que se limita deja
de serlo y porque la experiencia me dice que las medidas extraordinarias se
convierten en el peor caldo de cultivo para que florezcan abusos y excesos como
pequeños guantánamos en los que caben todos los horrores imaginables. Y todo,
para que, al final, los terroristas a quienes se pretende perseguir sigan
campando por sus respetos a caballo de su fanatismo y nosotros, el resto de los
ciudadanos, sintamos como se cierra un punto más el dogal que bastante nos
aprieta ya.
El PSOE canta como victoria el "principio" de
acuerdo alcanzado ayer en sede ministerial para sacar de la ley de seguridad
ciudadana, bautizada por los demócratas como ley mordaza, lo relativo a la
lucha contra el yihadismo, y mientras su portavoz, Antonio Hernando, se calza
las mallas de héroe de la libertad, imagino al ministro Fernández frotándose
las manos al haber conseguido ya la foto que le permitirá vender el
endurecimiento de la ley como algo democrático y necesario.
Lo peor de todo este asunto es que se culpabiliza a
cualquier sospechoso y se convierte en sospechoso a cualquier ciudadano. Es eso
lo que hizo el borrachín de Bush cuando, tras el estrepitoso fracaso de sus
servicios de inteligencia que supuso el trágico 11 de septiembre de 2001, lanzó
a sus matones por medio mundo para, con el apoyo logístico de democracias como
la española, detener torturar y enterrar en vida en Guantánamo a ciudadanos que
a su criterio, con razón o sin razón, resultaban sospechosos de terrorismo.
Algo que, unido a su declaración de guerra al yihadismo, invasión de Afganistán
incluida, multiplicó por miles el número de fanáticos dispuestos a tomar
venganza de los infieres, al tiempo que multiplicaba por millones los
beneficios de todas esas empresas, perros de la guerra, que subcontratan la
seguridad en los "territorio enemigo".
Esa es la peor causa del terrorismo, la suma de
arbitrariedades que victimizan a las minorías que persiguen y marginan,
poniéndolas en manos de quienes siembran el fanatismo, prometiéndoles un
paraíso que se les niega en la tierra, y esa es la peor consecuencia que unos y
otros nos toman como rehenes de sus intereses, dejándonos expuestos a los
abusos de autoridad de nuestros gobiernos y al terror de su violencia ciega.
Vivimos en una sociedad en la que cada individuo se
convierte en una suma de datos, en la que cada uno de sus movimientos, una
compra, un viaje, una enfermedad, un pago, queda registrado y pone en manos de
quienes los puedan procesar un poder inmenso y perverso de difícil control. Y
esa es una de las peores caras de lo que pretenden "nuestros"
gobernantes, poder acumular y manejar todos los datos de quienes consideren
sospechosos. Y ya hemos visto lo poco que hace falta para pasar a ser
sospechoso a sus ojos. Por eso, como el gato escaldado, huyo del agua fría de
sus leyes.
Puedes leer más entradas de "A media
luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
1 comentario:
Ya lo dijo Montesquieu:"No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia"...
Saludos
Publicar un comentario