martes, 12 de febrero de 2019

EL DÍA DEL JUICIO


Tengo no sé si la suerte o la desgracia de haber vivido unos cuantos años ya y me tocó, por tanto, la suerte o la desgracia, otra vez, de vivir con perfecta conciencia y padecer por tanto los últimos años del franquismo. Por ello, hoy, me viene a la memora aquel discurso hipócrita e inútil de Carlos Arias Navarro, "carnicerito de Málaga" por su papel, cuando apenas era un jovenzuelo, en la represión en la Málaga de la posguerra. Arias Navarro sustituyó como presidente del Gobierno a Carrero Blanco, muerto en atentado apenas unos meses antes y llamado a suceder al propio dictador Franco.
Aquel discurso que tuvo la "osadía" de proponer en las cortes franquistas, hace cuarenta y cinco años, la autorización, no de partidos, sino su remedo de asociaciones políticas que diesen al régimen un cínico barniz democrático. Aquel discurso inútil, que pasaría a la Historia como el del "Espíritu del 12 de febrero", se desvaneció apenas dos meses después, cuando, en Portugal, triunfó la Revolución de los Claveles, dejando a la española como la última y única dictadura en a Europa Occidental, se pronunció tal día como hoy desde la misma tribuna desde la que, hoy. Pedro Sánchez defenderá sus presupuestos que los partidos nacionalistas catalanes, junto a los herederos de aquella dictadura, los que no acaban de condenarla abiertamente, tienen previsto, por razones bien distintas, echar abajo.
Hoy, cuarenta y cinco años después, se juzga a los responsables de los acontecimientos que llevaron, hace dos años, a la declaración de una efímera república catalana, lograda retorciendo, al margen de la constitución y el estatut catalán vigentes, y el posterior referéndum ilegal, convertido por la torpeza de Rajoy y su ministro Zoido, en un triste espectáculo que hizo retroceder el prestigio de España a los ojos del mundo.
La fecha es la misma que la de aquel fallido intento de maquillaje del franquismo que pretendió Arias Navarro, el escenario, la sede del Supremo, coincide con el de una de las fechas más tristes y a la vez más llenas de dignidad de la reciente Historia de España, porque allí se instaló la capilla ardiente de los cinco abogados laboralistas del despacho de la calle Atocha, asesinados por los pistoleros de la extrema derecha, amigos de la policía política heredada del franquismo, una capilla ardiente y una comitiva posterior de los féretros que ocupó con serena tensión, bajo el hostigamiento la Policía, aún de gris, la Plaza de Colón, desde la que hace dos días se pidió una vuelta atrás en mucho de lo que hemos conseguido desde entonces.
Os preguntaréis, me preguntaréis, una vez más, el porqué de esta retahíla de fechas y lugares con la que hoy os abrumo. La respuesta es simple: es porque hoy periodistas que muy probablemente no vivieron aquellos momentos, nos van a bombardear con calificativos exagerados del momento y el lugar que no son otros que los que me he permitido recordaros, sobre todo, inspirado por la estupidez de la periodista María Claver que justificó su humillante, para quienes amamos el periodismo, papel en la concentración del domingo en Colón, no sólo entregándose a la lectura de las mentiras de tan oprobioso manifiesto sino suscribiéndolas, también a posteriori, incluso frente a las evidencias de su falsedad, en que no pudo vivir el 23-F, sin aclarar desde qué bando hubiese querido vivirlo, aunque podría imaginármelo.
Quizá porque no conocieron la dictadura ni los horrores de la transición, muchos jóvenes y no tan jóvenes se atreven a decir sin reflexión que el de hoy es el juicio más trascendente de la democracia. Se ve que nadie les ha contado lo que ocurrió en España un 23 de febrero, hace ya treinta y ocho años. Hoy, 12 de febrero, es el día señalado para el arranque de este juicio, no al independentismo, sino a los responsables de unos hechos a todas luces ilegales, ocurridos hace dos años, durante unos días en los que unos y otros parecieron haber perdido la cordura.

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