martes, 5 de febrero de 2019

DOS POR EL PRECIO DE UNO


Ignoro si Esquerra Republicana de Catalunya ha calculado con sosiego las consecuencias del envite que acaban de hacer al futuro, enmendando la totalidad de las cuentas más sociales que ha tenido este país en años.  sé si son conscientes de que el golpe que pretenden dar a Pedro Sánchez se puede volver contra ellos en Cataluña, donde, sin el apoyo de los socialistas a las cuentas del gobierno de la Generalitat, Torra se verá obligado a convocar unas elecciones en Cataluña en uno de los momentos de más baja popularidad que ha tenido nunca un presidente catalán.
Me extraña que la aparente sagacidad de Rufián y la calma de Tardá no les hayan servido para caer en esa cuenta. Más bien me inclino a pensar que uno y otro, pese a haber repetido tanto que lo que hace Esquerra en Madrid se decide en Madrid, acatan las consignas que les vienen de Cataluña, desde la presidencia del Parlament o desde de la prisión dels Lledoners. Me extraña y no sé con qué cara van a defender una decisión, propia o impuesta, que allana el camino al gobierno triplemente de derechas que puede llegar a La Moncloa si Sánchez adelanta las elecciones.
Difícilmente van a poder decirse de izquierdas votando lo mismo que la derecha y dejando sin fondos todos los avances que, para Cataluña y toda España, contemplan las cuentas. Yo lo dudo y mi duda me retrotrae al viejo convencimiento de que Esquerra, de izquierda sólo tiene el nombre, por más que me repita una y otra vez que la estrategia del partido de Tardá y sus socios se base en el viejo axioma de la izquierda de que "cuanto peor, mejor", algo que podría pensarse si Cataluña no llevase varios años en tiempo muerto a causa de sus fantasías y sus trampas.
Entiendo la ilusión de los primeros intentos, pero, una vez comprobado que sólo con la contorsión de la voluntad popular en el Parlament les acercó, aunque de manera insuficiente, al momento soñado y después de despertar de él empapados en los sudores fríos del 155, no tiene sentido empeñarse en lo que no puede ser, salvo que se haya hecho del martirio o de la rebeldía inútil una profesión de la que vivir.
Las payasadas de Puigdemont y Torra, el payaso listo y el tonto, no dan para alimentar a toda una nación, salvo que el pueblo se alimente sólo de sueños. Qué han conseguido con todo ese despliegue internacional y mediático, qué, además de unas cuantas entrevistas en algunos medios y no de los más influyentes y el uso que de Cataluña hizo Maduro contra Pedro Sánchez. Nada, apenas nada. Y aún menos conseguirán si tumban a quienes más predispuestos al diálogo y a propiciar una salida digna. Deberían caer en la cuenta los independentistas, al menos ERC, de que retando a Sánchez sólo conseguirán que se retraiga para no aparecer como sometido a su chantaje, lo que le debilitaría en las urnas. También deberían ser conscientes de que, si se cierran los puentes y, peor aún, los grifos de los presupuestos entre el Estado y Cataluña, los perjudicados serían los catalanes y ya están cansados de serlo.
La condición que aseguran que pretender imponer y que no creo que ellos mismos se tomen en serio, esa de neutralizar el juicio a los acusados del procés, es imposible que puedan conseguirla, porque no está como pretenden en manos del gobierno interferir de ese modo en los tribunales. Están jugando con fuego y su euforia incendiaria puede hacer caer dos gobiernos por el precio de uno, sumiendo a los españoles, catalanes incluidos, en un pozo de la Historia del que va a ser muy difícil volver a salir.

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