lunes, 11 de febrero de 2019

DE PATOS Y GATILLAZOS


Ayer, a la hora en que tres periodistas de medios conservadores, la Sexta en el fondo lo es, leían un manifiesto cuajado de mentiras, exageraciones de guiñol acaba de decir Manuela Carmena, me topé, en un montón de libros de un tenderete del Rastro y a sólo dos euros, "Conversación en la Catedral", esa gran novela de Vargas Llosa, cuyos personajes hoy se avergonzarían del autor, hoy ultra liberal, que ayer no subió a la tribuna pare cerrar el acto, quizá porque se sentía tan avergonzado como sus personajes se sentirían de él de un texto lleno de falsedades, de afirmaciones que, por más que se repitan en voz alta, resultan insostenibles, o quizá porque el estilo marrullero y chabacano no estaba a su altura, aunque me inclino a pensar que tuvo un rasgo de lucidez o fue alguien que le quiere quien le aconsejó no hacerlo.
Que hubo muchos ciudadanos en la concentración de Colón es incontestable, probablemente más de los que dio la Delegación del Gobierno y probablemente menos de los doscientos mil que creyeron haber contado los organizadores. Yo, a falta del manifestómetro que el buen Forges dejó pendiente de patentar cuando se fue, me sirvo, soy perro viejo, de los gestos y las palabras de unos y de otros, para hacerme una idea de cómo les fue, y no, no ha habido entusiasmo en los convocantes. Es más, dónde están las eufóricas valoraciones que Casado o Rivera hubiesen hecho sin duda de haber sido un éxito.
El único que a estas horas pude darse por satisfecho es Santiago Abascal, al que, sin haberse quitado el chándal. Casado y Rivera, con mejor o peor cara, subieron al pódium de los ganadores.
Lo de ayer fue un gatillazo, un enorme gatillazo televisado en directo, para más inri, al que Casado y Rivera llevaron a sus partidos, después de un calentón que les hizo creer en un vuelco crucial que, al final, tuvo más de histérico que de histórico. Por eso me pregunto, creo que con derecho qué hubiese sido de la concentración de no haber sido convocada como lo fue, ya desde el viernes, si no antes, por los medios afines al PP, incluidas sus filiales televisivas, qué hubiese sido de la tal misa dominical, de no haber acarreado en autobuses pagados por el PP y Ciudadanos a tantos peregrinos ya registrados y para siempre en las bases de datos del partido. Acarreados por propia voluntad, como a también, pero a su pesar, lo fueron Moreno Bonilla y, sobre todo, Núñez Feijóo, que se vieron obligados a estar "a regañadientes" en el lugar donde no querían y sabían que no debían estar.
A Feijóo ya se lo reprocharon ayer mismo en las calles de Santiago, donde miles de manifestantes por la sanidad y los servicios públicos dejaron claro que sus problemas estaban allí, en Galicia, mientras su presidente estaba en Madrid, en una manifestación, añado yo, en la que no se reivindicaba nada en beneficio de los ciudadanos. Y es que el presidente gallego se marchó de Madrid como quien sale de un concierto al que le han llevado los amigos, un concierto al que nunca hubiera ido por su cuenta y que, además, le ha costado una pasta que, en el caso de Feijóo se paga en votos y expectativas.
A mi modo de ver, todo tiene su origen en Casado que, si no es capaz de escribir un Trabajo Fin de Máster, mucho menos lo es de llevar por escrito un discurso o preparar sobre el papel una estrategia que, él al menos así lo cree, puede perfectamente improvisar. Por eso, en cuanto supo de la intención de Rivera de convocar el acto, se sumó a él. no sin dejar de hacer valer sus escaños, y sumando a la lista de invitados a personajes y partidos más que incómodos para su "pareja de baile". Una actitud que no hizo sino abrir grietas en esa unidad que se espera de cualquier acto parecido, que ni siquiera otras grietas, las abiertas en las filas socialistas por esos interesados disidentes que tienen aún cuentas pendientes con Pedro Sánchez o por quienes ya no tienen más papel en la vida pública que el de "tonto útil" de la derecha.
En fin, toda una paradoja esta concentración convocada para mostrar la unidad de la derecha contra Sánchez, al que acusan fuera de los juzgados, eso sí, de gravísimos delitos que no han sido ni serán nunca demostrados, una concentración que se dice por la unidad, en la que son demasiados quienes no quieren aparecer en la foto junto a otros convocantes, por ejemplo Albert Rivera que se las vio y se las deseó para no pasar a la Historia junto Santiago Abascal en lo foto que rubricaba un acto que, por más que insistan, no fue histórico, pero la foto existe y, en ella, al mismo nivel, están Rivera, Casado y Abascal y alguien que dice "cuá" como un pato, tiene pico y plumas como un pato, nada como un pato y camina como un pato, es un pato, y, Rivera en concreto, él que, como sus padrinos, no quiere asumir los costes, sólo los beneficios, es ya para la Historia un pato en medio de un enorme gatillazo.

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