Escuchando el discurso de investidura de Cristina Cifuentes,
a uno le entrarían ganas de votarla, de no ser porque esta señora tiene un
pasado muy evidente y, sobre todo, porque este señora ha sido la cabeza de
lista del partido del copago sanitario, del partido que recortó gasta el límite
las becas para el comedor de nuestros escolares, el que ha intentado, mediante
sus privatizaciones, acabar con la sanidad pública madrileña, el que desmanteló
el Carlos III a las puertas de la crisis del Ébola, el de los consejeros
impresentables, el partido que está dejando caer en la marginalidad muchos
colegios públicos a base del abandono y la masificación de las aulas, el partido,
en fin, de la Gürtel, la Púnica y los recortes.
Tampoco debemos olvidar que, de esto de lo que nos hablaba
ayer Cifuentes, se dijo poco en campaña y que si alcanza, como parece, la
presidencia de la Comunidad de Madrid, gobernará en minoría, eso sí, después de
haber firmado un contrato, una especie de capitulaciones matrimoniales con su
rival en campaña y socio en la sombra en el gobierno, Ciudadanos, que, en caso
de incumplimiento, al menos eso espero, le costará el apoyo y quién sabe si el
gobierno, tras una hipotética moción de censura.
Quiero decir que, dada su trayectoria, el discurso de
Cifuentes tiene más que ver con las condiciones impuestas por Ciudadanos que
con su trayectoria que, salvo en los ademanes, tiene mucho que ver con un
partido al que está ligada desde los tiempos de Alianza Popular, a la que esta
hija de militar, su padre fue general de artillería, se afilió con sólo
dieciséis años. Un partido en el que ha estado toda la vida y en el que ha
ocupado cargos prácticamente desde su fundación.
No hay que olvidar, sobre todo ahora que promete una
Telemadrid políticamente plural, que ha tenido mucho que ver con el deterioro
de la televisión pública madrileña, de cuyo consejo de administración ha
formado parte, precisamente en los años en que el Partido Popular se hizo con
la presidencia del gobierno de Madrid, y a cuya comisión de control
parlamentario ha pertenecido, como quien dice, hasta antes de ayer.
Lo ha sido todo en el PP y durante mucho tiempo, porque ha
sido diputada regional durante más de veinte años y ha estado y está en el
comité regional del partido en Madrid, con su amiga y ahora enemiga Esperanza
Aguirre. Cifuentes es una mujer afable y de buenas maneras a la que, al
contrario que su actual adversaria, no se le nota el puño de hierro bajo el
guante de seda, que ha tenido siempre y que exhibió sin complejos en la
represión de aquellas manifestaciones posteriores al 15-M que la Policía, bajo
su mando como delegada del Gobierno en Madrid, trató de desbaratar provocando
unos incidentes a los que no fueron ajenos agentes de paisano infiltrados entre
los manifestantes.
Habrá quien sea generoso y señale que, con ella, la policía
comenzó a mostrar en sus uniformes de gladiadores su correspondiente número de
identificación, pero no olvidemos que sólo comenzaron a hacerlos después de
escandalosas actuaciones "anónimas", con monumentales y violentos
abusos de autoridad, de los que sólo tuvimos noticia gracias a las imágenes
obtenidas por periodistas y algunos ciudadanos que pronto se verán perseguidos
por tomarlas, con la entrada en vigor de la “ley mordaza” que el rodillo de su
partido aprobó en el Congreso.
Cifuentes, como Aguirre, tiene manga ancha para sí misma y
aprieta la cincha a quienes quedan bajo su mando. Quedó demostrado en el grave
accidente que sufrió en 2013, cuando circulaba por el carril bus, otra vez el
carril bus, en su moto que, por cierto, no había pasado la correspondiente ITV.
Con Cristina Cifuentes el PP conserva, aunque en minoría, el
gobierno de Madrid, aquel del que el tamayazo privó a Rafael Simancas, estando
ella sentada en los bancos del PP.
Si su discurso de ayer, construido sobre la contrición por
los desmanes de sus antecesores y el propósito de la enmienda de no volver a
cometerlos, ha sonado bien, no hay que olvidar que llega al gobierno, como ella
misma reconoció, con una lista elaborada por Esperanza Aguirre y que
en casi treinta y cinco años de militancia en AP y el PP no ha hecho nada por
evitar todo eso de que reniega,
Por eso, como colofón, sólo se me ocurre, una cita
evangélica "por sus hechos los conoceréis" y un refrán castellano
"a la fuerza ahorcan".
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1 comentario:
Ha sonado bien...como esperado...
Saludos
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