jueves, 11 de junio de 2015

PODEMOS, PERO... ¿QUEREMOS?



A veces tengo miedo de acabe despilfarrándose todo ese entusiasmo que hace menos de tres semanas, aunque parecen ya siglos, llevo a las urnas a millares de ciudadanos que hasta ahora, por comodidad, por derrotismo o por conveniencia, hasta entonces habían optado por quedarse en casa. La ausencia de acuerdos entre fuerzas de izquierda como PSOE, Compromis Izquierda Unida o Podemos, sola o en compañía de otros, para ponerse de acuerdo en desterrar al PP del poder desde el que ha causado tanto daño no es sólo deprimente, sino que puede obrar como el anticuerpo que nos devuelva de nuevo a los años del bipartidismo y el voto útil.
Quienes se están sentando estos días a negociar el gobierno de trece comunidades autónomas y la mayoría de los ayuntamientos de España deben tenerlo presente y deben anteponerlo a cualquier otra circunstancia, porque los ciudadanos han puesto en sus manos los instrumentos para desalojar al PP y, si no lo hacen, en las próximas generales, van a pagar muy caro, con l sangría de gran parte de los votos recibidos para ello. Porque no hay que olvidar que, para muchos votantes o al menos para mí, el deseo de acabar con más de dos décadas de hegemonía del Partido Popular, con su retahíla de recortes, injusticia, corrupción y desigualdad social.
Cuando uno escucha al presidente en funciones de Asturias de rencores entre las fuerzas políticas de la izquierda que impiden el acuerdo y que tales rencores podrían llevar a la reedición de los gobiernos conservadores en importantes ayuntamientos asturianos, a uno le entran ganas de llorar. No puede ser que las ambiciones o los rencores priven a tantos ciudadanos de materializar sus deseos de cambio, porque, para eso, mejor aceptar que, por ley, sea elegido alcalde o presidente el candidato de la lista más votada.
Mucho me temo que también en esto pesan más las pequeñas realidades de los despachos y cenáculos que la gran realidad de la ciudadanía. Y cuando digo esto pienso en la gente con la que me cruzo cada día en la calle, con la que hablo en las salas de espera de las consultas de mis médicos o en las colas del mercado la panadería, no necesariamente ni sólo de quienes acuden a las asambleas de Podemos, que son sólo una parte de quienes hemos votado a Podemos y aquellos para quienes dice que quiere gobernar Podemos.
El partido nacido de las aspiraciones del 15-M, demasiado rígido para mi gusto, va camino de acabar por otras vías como el movimiento "cinco estrellas" -aquí una marca de cerveza- de Beppe Grillo, que ha conseguido ocupar una importante cuota de representación en Italia, representación que, al final, no se materializa en nada. No me gustaría que Podemos acabase en eso, siendo una secta de ideales irrealizables, una reserva de irreductibles, aislada de la realidad.
Yendo aún más lejos, sería bueno que, más allá de sus cálculos de marca, los dirigentes de Podemos fuesen capaces de ver que, allá donde la formación ha unido su candidatura a la de otras fuerzas de la izquierda, algunas con una trayectoria más extendida que la suya en el tiempo, los resultados han sido mejores, convirtiéndola en algunos sitios en la primera o segunda fuerza más votada, Seguro que así mejoraría y mucho sus resultados y se convertiría en una verdadera opción, no sólo de querer, sino también de poder.
Pablo Echenique, el líder de Podemos en Aragón, lo ha visto claro y por eso ha hecho público un manifiesto, "Abriendo Podemos", con planteamientos no por pragmáticos menos revolucionarios que pretende abrir a la izquierda y a la sociedad españolas la idea que sirvió para iniciar el cambio. Sólo así, con las candidaturas populares que proponen los firmantes del manifiesto, quedaría claro que Pablo Iglesias y sus compañeros, además de poder transformar la sociedad desde la pluralidad, quieren hacerlo.


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