Quién iba a decirle a Manuela Carmena, quién iba a decirnos
a quienes le dimos el voto que el primer marrón que habría de comerse en el
ayuntamiento tendría que ver con uno de sus concejales y que, además, tendría
que ver con el respeto a los otros y, muy especialmente el respeto a las víctimas,
sin importar sus ideas, su raza o cualquiera que sea su condición, una barrera
que quien va a representar a tantos miles de ciudadanos no puede saltarse, un
foso en el que el entonces imprudente Guillermo Zapata, hoy, al menos de
momento, concejal Zapata puede hacer caer a sus compañeros de gripo y, con
ellos las esperanzas de tantos y tantos madrileños.
A estas alturas, todo el mundo sabe de los, si no
imperdonables, sí irresponsables, tuits del entonces humorista y guionista
Guillermo Zapata, reproduciendo unos chistes de tan mal gusto que ponen en
peligro no sólo su credibilidad, sino la de todo su grupo. Unos chistes a
los que, desgraciadamente, estamos acostumbrados en el ámbito, pero que, en
público, sonrojarían al más descarado, como nos han hecho sonrojar a muchos.
A estas alturas todos sabemos y todos deberíamos haber
sabido que Esperanza Aguirre no iba a rendirse sin presentar batalla y que la
condesa es muy dada a bucear en la basura de sus adversarios, para,
convenientemente dosificada y amplificada en los medios, lanzarla a los cuatro vientos
para minar su prestigio o, si le conviene, chantajearles. Esas eran las
prácticas de los tiempos de Granados como mano derecha en la Comunidad, cuando
esa información se manejaba en las luchas internas , en ese pario de Monipodio
en el que todos vigilaban a todos, preparando dosieres que, filtrados con
habilidad, podrían acabar con la carrera o con la independencia del más sólido
de sus enemigos.
A estas alturas todos debemos o deberíamos haber sabido que
hay miles de ojos, de profesionales a sueldo, algunos, revolviendo nuestras
miserias y nuestro pasado, del mismo modo que deberíamos saber que todo cuanto
escribimos o hablamos a través de las redes deja rastro, volviéndose como un
boomerang contra quien lo dice o escribe, cuando a alguien le conviene. Ese
efecto boomerang y la capacidad de algunos para difundir todas esas miserias a
través de personajillos como el infumable Eduardo Inda, era quizá impensables
hace cuatro años, pero hoy es evidente y no vale remitirse a un contexto del
pasado para disculparse, porque, como decía esta mañana Pepa Bueno, en twitter
no hay contexto.
Por eso, más que tratar de justificar aquello, lo que queda
es remediar el mal que involuntariamente ha causado a su candidatura, En mi
opinión, lo que le queda a Zapata, al que escuchándole hoy, me veo incapaz de
atribuir antisemitismo o crueldad hacia las víctimas, es pedir perdón públicamente
por el daños que hayan podido causar sus viejos tuits y, a continuación,
demostrar más dignidad que quienes le acusan, presentando su dimisión. Sólo así
paliará el daño causado y, sobre todo, dejará sin munición a Inda y su condesa
que quiere ganar en la bronca sucia de los medios lo que el sábado perdió en
buena lid.
Sólo así demostrarán que estamos inaugurando un tiempo nuevo
en el que el proyecto común importa más que el personal. Sólo así señalaremos a
la condesa y todos sus corruptos que no basta con pedir perdón y a otra cosa.
En cuanto a la alegría con que usamos twitter, iré más lejos que Monedero que
el sábado decía que "Twitter hace parecer a la gente muy bocazas". yo
creo que lo que hace Twitter es evidenciar quien es o quien, sin pararse a
pensar en las consecuencias, se ha comportado como un ciberbocazas Ayer me
decía un amigo muy familiarizado con las redes que en este caso no hay sitio
para la polémica. Sin embargo, creo que sí lo hay, porque ya ha saltado a la
calle y, en la calle, que no hay matices que valgan.
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