A veces tengo miedo de acabe despilfarrándose todo ese
entusiasmo que hace menos de tres semanas, aunque parecen ya siglos, llevo a
las urnas a millares de ciudadanos que hasta ahora, por comodidad, por
derrotismo o por conveniencia, hasta entonces habían optado por quedarse en
casa. La ausencia de acuerdos entre fuerzas de izquierda como PSOE, Compromis
Izquierda Unida o Podemos, sola o en compañía de otros, para ponerse de acuerdo
en desterrar al PP del poder desde el que ha causado tanto daño no es sólo
deprimente, sino que puede obrar como el anticuerpo que nos devuelva de nuevo a
los años del bipartidismo y el voto útil.
Quienes se están sentando estos días a negociar el gobierno
de trece comunidades autónomas y la mayoría de los ayuntamientos de España
deben tenerlo presente y deben anteponerlo a cualquier otra circunstancia,
porque los ciudadanos han puesto en sus manos los instrumentos para desalojar
al PP y, si no lo hacen, en las próximas generales, van a pagar muy caro, con l
sangría de gran parte de los votos recibidos para ello. Porque no hay que
olvidar que, para muchos votantes o al menos para mí, el deseo de acabar con
más de dos décadas de hegemonía del Partido Popular, con su retahíla de
recortes, injusticia, corrupción y desigualdad social.
Cuando uno escucha al presidente en funciones de Asturias de
rencores entre las fuerzas políticas de la izquierda que impiden el acuerdo y
que tales rencores podrían llevar a la reedición de los gobiernos conservadores
en importantes ayuntamientos asturianos, a uno le entran ganas de llorar. No
puede ser que las ambiciones o los rencores priven a tantos ciudadanos de
materializar sus deseos de cambio, porque, para eso, mejor aceptar que, por
ley, sea elegido alcalde o presidente el candidato de la lista más votada.
Mucho me temo que también en esto pesan más las pequeñas
realidades de los despachos y cenáculos que la gran realidad de la ciudadanía.
Y cuando digo esto pienso en la gente con la que me cruzo cada día en la calle,
con la que hablo en las salas de espera de las consultas de mis médicos o en las
colas del mercado la panadería, no necesariamente ni sólo de quienes acuden a
las asambleas de Podemos, que son sólo una parte de quienes hemos votado a
Podemos y aquellos para quienes dice que quiere gobernar Podemos.
El partido nacido de las aspiraciones del 15-M, demasiado
rígido para mi gusto, va camino de acabar por otras vías como el movimiento
"cinco estrellas" -aquí una marca de cerveza- de Beppe Grillo, que ha
conseguido ocupar una importante cuota de representación en Italia, representación
que, al final, no se materializa en nada. No me gustaría que Podemos acabase en
eso, siendo una secta de ideales irrealizables, una reserva de irreductibles,
aislada de la realidad.
Yendo aún más lejos, sería bueno que, más allá de sus
cálculos de marca, los dirigentes de Podemos fuesen capaces de ver que, allá
donde la formación ha unido su candidatura a la de otras fuerzas de la
izquierda, algunas con una trayectoria más extendida que la suya en el tiempo,
los resultados han sido mejores, convirtiéndola en algunos sitios en la primera
o segunda fuerza más votada, Seguro que así mejoraría y mucho sus resultados y
se convertiría en una verdadera opción, no sólo de querer, sino también de
poder.
Pablo Echenique, el líder de Podemos en Aragón, lo ha visto
claro y por eso ha hecho público un manifiesto, "Abriendo Podemos",
con planteamientos no por pragmáticos menos revolucionarios que pretende abrir
a la izquierda y a la sociedad españolas la idea que sirvió para iniciar el
cambio. Sólo así, con las candidaturas populares que proponen los firmantes del
manifiesto, quedaría claro que Pablo Iglesias y sus compañeros, además de poder
transformar la sociedad desde la pluralidad, quieren hacerlo.
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1 comentario:
Pragmatismo...
Saludos
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