El discurso de investidura que ayer pronunció Pedro Sánchez
ante el pleno del Congreso no fue nada ilusionante. Apenas sirvió para
convencer a los convencidos, a los militantes más entusiastas de su partido,
esos que el pasado fin de semana respaldaron su, a mi modo de ver vergonzante,
acuerdo con Ciudadanos. Ni siquiera creo que haya satisfecho a una parte
importante de sus votantes, porque los que hubiesen aceptado tan ominosas
condiciones ya le dieron su voto en diciembre a los de Rivera.
Es triste, pero es así, porque no creo que haya muchos
votantes del PSOE que no se definan como de izquierdas y, sin embargo, en lo
económico, que es lo que más preocupa ahora a la mayoría de los españoles, lo
firmado con Ciudadanos no es en absoluto de izquierdas, por no decir
directamente que directamente es de derechas, de la peor derecha, esa que ha
impuesto la economía especulativa y va camino de acabar con el mundo que
algunos hemos conocido y ya empezamos a añorar.
El discurso de Pedro Sánchez, con más arrogancia, eso sí,
estaba más cerca del último Zapatero que del primer Felipe, aquel que en 1982
consiguió nuestro entusiasmo y le sirvió para conseguir nuestro en la
imprescindible transformación de este país en otro, que, unos años después,
desgraciadamente, el mismo González se esforzó en desmontar. Por eso, estoy
convencido de que el discurso de Sánchez sólo pudo convencer ayer a quienes ya
estaban convencidos.
El hipotético socio de los socialistas, Rivera, que espero
que no duré como tal más allá del viernes, se ha esforzado y se esfuerza en
maquillar sus formas, pero, en el fondo, tiene los dientes más afilados,
incluso, que el propio PP, porque Albert Rivera, no lo olvidemos, es el elegido
por las empresas del IBEX 35, las que apenas cotizan por sus beneficios, las
que subcontratan para que sean otros los que explotan a los que deberían ser
sus trabajadores. Rivera es el elegido para tomar en España el relevo de una
derecha, el PP, rancia y carcomida por la corrupción, y es Pedro Sánchez quien,
en lugar de intentar gobernar con la izquierda y con los nacionalistas, se ha
echado en brazos del peor heredero del capitalismo.
Hoy le toca a Rajoy defender lo indefendible. Le toca
intentar demostrar que él, el que ha llevado a España cuarenta años atrás, el
que ha dejado desprotegidos s los trabajadores en paro, el que condena a
nuestros jóvenes a la miseria y la emigración, el que sangra las
pensiones de nuestros jubilados haciéndoles pagar sus medicamentos y el IVA, el
que ganaba elecciones pagándose las campañas y los mítines con los colegios de
nuestros hijos, el que blinda a los corruptos y da escaños a quienes hacen
negocios por ahí usando en vano el nombre de nuestro país, el que pone al
frente de nuestros ministerios a quienes como Guindos o Morenés, tienen intereses
propios... ese lamentable personaje que ayer masticaba no sé qué, quizá nuestro
desprecio, es quien quiere demostrarnos que tiene la solución a nuestros
problemas, a todos esos problemas que él mismo ha creado o agudizado.
También le toca demostrar a Pablo Iglesias que Podemos es
algo más que un NO, algo más que un ariete con el que derribar a quien nos
oprime. Tiene que demostrar que "quiere". Tiene que demostrar que es
consciente de que ahora no es el momento de asaltar el cielo, consciente de que
ese cielo que todos buscamos podemos alcanzarlo entre todos. De todos modos,
supongo que lo que hoy toca es, todavía, el aspaviento, el sacar pecho e
hinchar el plumaje, y espero que, después de dar su voto negativo a Sánchez o,
incluso, ya mismo, unos y otros, no el PP, claro, están hablando ya para que no
haya que ir a unas nuevas elecciones que no sabemos qué resultado arrojarán.
El discurso de ayer de Sánchez, no sé si ilusionante o de
ilusionista, sólo puede convencer, como digo, a quienes ya están convencidos
y los apoyos que le ha dado su acuerdo con Ciudadanos se han quedado en eso, en
Ciudadanos. Pero para gobernar necesita más apoyos y, esos, están en la
izquierda y si los quiere tiene que darles algo más que buenas palabras, que
recubren, como el caramelo de una píldora, los grilletes de la economía más
salvaje.
1 comentario:
Fue patético...
Saludos
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