lunes, 23 de diciembre de 2013

DINERO Y MORAL


Foto EFE 
Quienes, por suerte o por desgracia, ya vamos teniendo "una edad" y  llevamos por tanto ya mucho tiempo padeciendo la hipocresía de las clases dominantes de este país conocemos a la perfección el cínico mecanismo que permite a muchos de quienes la integran atender a un  tiempo a las pasiones y la rígida e intolerante moral que parecen imponerse y nos imponen. El truco está, como casi siempre, en el dinero y el patrimonio de que disponen.
Así, durante décadas, los guardianes de la moral del anterior régimen se han aliviado las urgencias de sus "bajas pasiones" retirando "señoritas" que conocían en discretos burdeles, señoritas con las que, a veces, llegaban a "fundar" familias paralelas, con hijos a los que no llegaban a reconocer, pero de los que se ocupaban de por vida, facilitándoles estudios o, al menos, una colocación estable y decente.
Es la misma moral que persigue a las mujeres que no pueden permitirse tener un hijo, por cualquiera que sea la razón que se lo impide, mientras llevan a sus hijas, hermanas o esposas a discretas clínicas en el extranjero, donde nunca van a quedar expuestas a que nadie acceda a los ficheros. Todo bajo la más absoluta de las discreciones, porque lo importante es salvaguardar la higiene del cuerpo y del apellido.
El resto de mujeres que tienen la misma necesidad de amar y ser amadas, que sufren, al igual que los sufren las niñas bien, los abusos de novios, familiares, amigos o desconocidos, se ven obligadas a recurrir a oscuras parteras, métodos inciertos y de alto riesgo o a resignarse a tener un hijo no deseado que va a marcar su vida para siempre, impidiéndole terminar sus estudios, conservar un empleo o buscar una pareja.
No es otra cosa que la maldita moral, en este caso católica, que regala el perdón a quien se dice arrepentido y establece mecanismos para "amortizar" esos hijos no deseados facilitando su adopción a través de mecanismos no siempre claros, no siempre legales, con la justificación a-moral de que están entregando a estos hijos del pecado a familias de orden y católicas. Es algo que se ha dado y se da en este país y que hace unos años, no tantos, se hacía "por las bravas" y que hoy encuentra otros mecanismos más sutiles para el mismo fin, porque se puede quitar un hijo sin más o se puede quitar bajo una dura presión social convenientemente ejercida, disfrazando el robo como solución.
Es la moral de quien considera a la mujer como ganado, dispuesto siempre para el placer y el reposo del guerrero, novio, amante o esposo, dispuesta a darle hijos y a sacrificar su propio yo en aras de la familia, reducida a poco más que animal de compañía, con el que a veces se puede hablar hasta de fútbol.
Es la doble moral, sustentada por el dinero. La misma que ha llevado y lleva algunos personajes a ocultar su verdadera opción sexual, disfrazándola bajo matrimonios postizos y de conveniencia que les permitan seguir siendo bien vistos, intachables y dignos de alcanzar puestos de responsabilidad.
El proyecto de ley aprobado por el Gobierno nos ha vuelto a colocar a los ojos del mundo civilizado en el papel de la más negra de as Españas, no hay más que leer la carta remitida por Francia al gobierno mostrando su preocupación por el retroceso que supone la obra de Gallardón, un proyecto que nos devuelve a tiempos ya superados y abriendo de nuevo y aún más la brecha que separa a los hombres y a las  mujeres por razón de cuna, condenando en público lo que con dinero puede hacerse "de tapadillo", imponiendo una moral insoportable, salvo que el dinero permita abrir resquicios por los que escapar de ella.
 
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sábado, 21 de diciembre de 2013

COMO UNA VENGANZA

 
 

Desde ayer trato de explicarme qué ha podido llevar a este gobierno, a su presidente, Mariano Rajoy,  y muy especialmente a su ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, a aprobar una ley reguladora del aborto tan restrictiva y tan retrógrada como la que, como proyecto, lleva desde ayer la firma de quien fuera el jabonoso presidente de la Comunidad de Madrid, megalómano alcalde de la capital y delfín de Manuel Fraga, superviviente de aquellos consejos de ministros del franquismo en los que se daba el visto nuevo al asesinato legal de seres humanos.

Trato de explicármelo, porque aprobar esta ley que devuelve España a lo peor de los años ochenta y anteriores se sale de la estrategia habitual en todos los partidos, esa que les lleva a contentar o, al menos, a no molestar a cuantos más electores mejor. Trato de explicármelo y no lo consigo, porque esta ley difícilmente puede satisfacer a las mujeres, mayoría en el censo, y a muchos hombres que, como yo, no entienden que en una relación, por más consentida que sea, todos los riesgos y todas las cargas correspondan siempre a la mujer. Y si no satisface a la mayoría de futuros electores y presumo que muchos y muchas de quienes votaron al PP hace dos años, qué es lo que pretenden.

¿Pretenden quizá que perdamos el tiempo reabriendo un debate que en este país ya estaba cerrado y asumido el resultado desde hace años? No lo descarto, porque mientras nos ocupamos de ello, y no nos queda otro remedio que hacerlo, no lo hacemos de la más que probada corrupción que carcome al Partido Popular, tampoco de sus fracasos en el cometido prioritario de velar por los ciudadanos al ser incapaces de garantizar un puesto de trabajo digno para ellos. Ni, mucho menos, de lo mal que le han salido las cuentas a quien ha tomado medidas que, amén de perjudicar a amplios sectores de nuestra economía, han sido incapaces de aumentar un sólo céntimo, más bien al contrario, la capacidad del Estado para recaudar los fondos necesarios para hacer frente al déficit.

O eso, o es que en realidad lo que pretenden es tomar venganza adelantada del batacazo que pueden darse y deseo que se den en las próximas elecciones. Sería algo así como "nos vais a echar, pero nos vais a recordar por mucho tiempo". Sólo alguien que eligió como mentor político a un personaje tan autoritario y tan arbitrario como Manuel Fraga puede legislar castigando a las mujeres de este país a padecer embarazos no deseados y llevarlos adelante, salvo que tenga dinero suficiente para burlar tan restrictiva ley en el extranjero o asuma el terrible riesgo de someterse a la operación de interrupción del embarazo en cualquier cocina, en manos de gente poco o nada preparada y en unas condiciones de higiene deplorables.

Eso es algo que nunca les ocurrirá al ministro Gallardón o a sus amigos y amigas. Siempre se podrán ir "de compras" a Londres o a esquiar a Suiza, como hacían sus madres y tías durante el franquismo. Mientras, las mujeres que por falta de información, información que, gracias a su colega José Ignacio Wert, también se les va a negar a nuestras hijas en la escuela, o por falta de recursos para hacerse con el método de anticoncepción apropiado, ven peligrar su puesto de trabajo y el sustento de su familia al quedarse embarazadas.

Es venganza y es desprecio. El desprecio que siempre han mostrado los que van en coche o a caballo por quienes se ven obligados a doblar el espinazo parra llevar algo que comer a la mesa familiar. Hasta ayer, uno podía pensar en este gobierno como en el brazo ejecutor de la más injusta política económica neoliberal. Desde que el ministro Gallardón nos obsequió con su cinismo y su insultante y falsa pretensión de que la ley persigue preservar la libertad de las mujeres, el gobierno de España encarna también la más retrógrada y conservadora de las ideologías, porque tal parece que, ahora que en Roma hay un papa dispuesto a entender a la mujer, aquí levantamos un estandarte que les recuerda que son la imagen del pecado y estamos dispuestos a hacerles pagar por ello.
 
 

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viernes, 20 de diciembre de 2013

LUZ SOBRE LA LUZ

 
 

Cuando uno ve la sorpresa del Gobierno, especialmente la del ministro responsable de la energía y clon de Aznar, José Manuel Soria, ante lo que ya ellos mismos consideran una manipulación de la subasta mediante la que se fija el precio de la energía eléctrica en España, amén de sentir como se le eriza el vello y s ele dilatan las pupilas, preparándose para lo peor, se le vienen a la imaginación una serie de imágenes, todas repugnantes de cómo se toman algunas decisiones en este país tan corajudo en tiempos y tan suicidamente dócil ahora.

Me imagino a los gerifaltes de las eléctricas o a sus asesores reunidos en una comilona de navidad, pasaditos de copas o quién sabe si de algo más sólido apostando sobre el umbral de tolerancia del gobierno, al que tienen en el bolsillo, como a todos los anteriores, "en forma de salario en diferido" a base de sillones en los consejos de administración de cada una de las empresas, para los presidentes y altos cargos de cada uno de los gobiernos, sea cual sea el partido al que pertenecieran. Los veo en un delirio etílico, pasados de suficiencia, eufóricos y dándose palmadas en la espalda, satisfechos con su gamberrada.

Con lo que probablemente no contaban era con que una gran parte de los ciudadanos españoles están ya extenuados por tanto sacrificio, los mismos que este verano dejaron de usar su aire acondicionado y sus ventiladores, ante la certeza de no poder pagar el recibo de la luz, y que ahora ateridos de frío, forrados con polares y mantas, miren con nostalgia los radiadores y las calderas que, seguro, no van a poder conectar en todo el invierno.

Tampoco contaban con que, en el circo del partido del gobierno, los enanos juegan ya en la NBA y con que, cada minuto que pasa una nueva desgracia cierta o amenaza se cierne sobre su sede. Y no hay más que pararse a mirar todo lo que les ha ocurrido esta semana: los correos entre "la familia" popular y el que fuera presidente de la hoy nacionalizada y Bankia Cajamadrid, la imputación por blanqueo de la esposa del presidente de la Comunidad de Madrid, la increíble declaración de su antecesora ante el juez de la Gürtel, el registro nocturno de la sede del partido -por fin y con un año de retraso- a la búsqueda de los documentos hurtados al juez, pese a sus peticiones... toda una cascada de acontecimientos, en fin, imposibles de controlar y atemperar mediáticamente por más que el servil y despreciable Marhuenda se multiplique como se multiplica el falso chino del número circense de los platos y las cañas, para evitar que caigan al suelo haciéndose añicos.

Todo les va mal, todo se desmorona bajo sus pies y ya no les quedan clavos ardiendo a los que agarrarse. Quizá por eso este golpe de efecto de robinhoodizarse ante el atraco de las eléctricas, como si este gobierno o su superhéroe en horas bajas, José María Aznar padre -lo aclaro porque ya tiene un heredero tan siniestro como él- no tuviesen nada que ver en la estafa. Quizá por eso quiere convertirse ahora en el defensor de los pobres, quizá por eso Rajoy promete que tratará de arreglarlo.

Está claro que  hay que tomar decisiones y decisiones drásticas. No tiene sentido que lo que un día fue de todos, la generación de energía, los pantanos, las centrales térmicas, ahora los aerogeneradores y las fotovoltaicas, porque el sol, el agua y el carbón estaban ahí, pasen a manos de unos pocos y que esos pocos especulen con ellos. España tenía un buen sistema hasta que decidieron "liberalizar" el mercado, lo que en la práctica significa a ser materia de especulación y a incrementar su precio de manera escandalosa, hasta el punto de haberse doblado y de haber convertido el kilovatio español en el más caro de Europa.

Y todo de manera arcana y sospechosa, porque nadie ha sido capaz de explicarnos hasta ahora cada una de las partidas del misterioso recibo de la luz. Nadie es capaz de explicarnos, por qué, en contra de una de las reglas de oro del mercado, cuando la crisis está provocando una caída de la demanda, el precio de la energía sube y sube escandalosamente. Me gustaría que, como consecuencia de algo tan escandaloso como que se anule el principal elemento para la formación de los precios, la tan traída y llevada subasta ya anulada, alguien se arremangase y dando un puñetazo sobre la mesa pusiese fin a tanto latrocinio.

DE momento, me conformaría con que, para hacer luz sobre la luz, se nos aclarase en el recibo qué parte de lo que pagamos va a parar a los bolsillos de Aznar, González y todos los que se cobran sus favores bajo esa forma de simulación de salario en diferido que son sus poltronas en los consejos de administración de las empresas atracadoras. A Felipe González hace tiempo que le tengo perdida la fe, entre otras cosas porque no puede pretenderse tener razón sólo por haberla tenido, pero podría volver a tenérsela si levantase su culo de esas vergonzantes poltronas.

 

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jueves, 19 de diciembre de 2013

IMPUDICIA

 
 

Lo que le está pasando al PP, especialmente al madrileño, es lo que suele ocurrirles a muchas parejas, en las que, cuando las hay, se soportan las infidelidades, aunque sólo hasta el minuto siguiente al que el engañado no es sólo ya consciente de que le han puesto los cuernos, sino que tiene que vérselos en todos los espejos y, lo que es peor, en las miradas de las gentes. Y es que era más que evidente que estos señores y señoras del PP nos la estaban "pegando" y que estaban haciendo y deshaciendo a su antojo a cuenta de nuestro dinero y no hay más que ver como dejaron lo que hoy es Bankia. Pero, de ahí a leer los recaditos que se cruzaban unos y otros, a comprobar cómo se cambiaban cromos y favores con nuestros ahorros, va un abismo. Un abismo que, espero, se abra a los pies de estos chorizos con corbata y sin escrúpulos, que han esquilmado lo que con tanto esfuerzo habían ahorrado para su futuro centenares de miles de ciudadanos.

Deseo con todas mis fuerzas que toda esa gente que ha venido dando su confianza al Partido Popular a lo largo de las últimas legislaturas se lo piense y se lo piense mucho a la hora de volver a dársela a quienes han repartido canonjías, han perdonado hipotecas y otras deudas a los amiguetes y han hecho y deshecho en lo que entonces era Cajamadrid como si del cortijo familiar se tratara, aunque teniendo claro que cualquier merma patrimonial, que las hubo y muchas, no lo era en su patrimonio, si no en el nuestro.

La publicación de todos esos impúdicos correos que han desvelado eldiario.es y EL PAÍS da perfecta medida de la catadura moral de estos personajes, de sus chanchullos, de sus intereses, sus filias y sus fobias dentro, incluso, de la propia familia política, las amistades y la familia de las amistades. Basta con imaginar la prepotencia del hijo de José María Aznar y Ana Botella al escribir ese correo en el que reprocha a Miguel Blesa, el presidente que llevó Cajamadrid a la ruina, no haber accedido a los deseos de su padre que pretendía que la entidad comprase a precio desorbitado una colección de un artista, detrás de la que vete a saber qué intereses de la familia Aznar se ocultaban. El descaro con el que se dirige el vástago de tan importantes personajes para la nación y Madrid a quien se ha visto obligado a rechazar el negocio da idea del tráfico de favores y chanchullos que constituía el pan de cada día de quien estaba al frente de la entidad que arruinó desde que fue nombrado con el único aval de su vieja amistad con el padre de tan díscolo petimetre.

El cruce de correos entre José María Aznar Jr. y Miguel Blesa no es quizá el más grave de los que se han revelado. Pero es, sin duda y para mí, el más repugnante de todos, porque en él se mezclan los contravalores que parecen moverá  esta odiosa clase política. La sangre, la amistad, la ideología, la pertenencia a un club, la rapiña y, sobre todo, el mayor de los desprecios hacia quienes están abajo y no tienen para defenderse más que su trabajo y un voto que, cada cuatro años, le roban con falsas promesas y mentiras.

Pero no debemos olvidar que, por más repugnante que sean sus apaños, no hubiesen sido posibles sin la ayuda por acción u omisión de quienes compartían sillón con ellos en el consejo de Cajamadrid. Y estoy hablando de socialistas, sindicalistas, gente de Izquierda Unida y periodistas que vieron y callaron, supieron y consintieron, a veces por un sueldo, a veces por favores y siempre por una opaca tarjeta de crédito que tan bien viene para algunas cosas.

La impudicia de estos tipos, unos y otros, no tiene precedentes y espero que alguien se la haga pagar, con prisión, si es posible, porque detrás de cada uno de sus nefastos negocios había muchos clientes que lo han perdido todo y que, si le han devuelto sus ahorros, ha sido con retraso y después de mucho sufrimiento y enfermedad.
 
 

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martes, 17 de diciembre de 2013

FUERA DE LA LEY

 
 
¿Nunca os habéis preguntado por qué los palcos de los estadios están tan llenos de políticos y empresarios los días de partido? Yo, a pesar de lo retórico de la pregunta, sí. Y no he tardado en contestarme que en el fútbol, y no sólo, sobre el césped se hacen trampas, muchas trampas.
Por ejemplo y sin ir más lejos ¿a nadie le extrañó la facilidad con que se hizo la operación que conllevó la recalificación de la Ciudad Deportiva del Real Madrid ni el silencio cómplice de la oposición socialista ni la falta de interés de la mayor parte de la prensa en levantar la tapa de ese cubo de basura? Pues hubo una cosa y otra: silencio y falta de interés y yo tengo constancia, por ejemplo, de cómo quienes desde el PSOE criticaron el chanchullo se quedaron sin voz en la cadena de radio para la que entonces trabajaba, con la curiosidad añadida de que quien entonces tomaba decisiones en ella acabó encargándose de la comunicación del "ser superior".
Es sólo un ejemplo. De todos es sabido que colegios, fábricas, cárceles y cuarteles, construidos casi siempre en las afueras de las ciudades, acaban engullidos por ellas y convertidos en apetitosos bocados para la insaciable codicia de los especuladores. Por eso, quien tiene un club de fútbol, habitualmente cargado de deudas y con cuentas habitualmente oscuras, tiene un  tesoro que en un momento dado puede dar lugar a importantes negocios inmobiliarios, siempre que se cuente con la complicidad de las autoridades competentes.
De eso sabemos en Madrid y Valencia, pero tal cosa no es lo único que apesta en el mundo del fútbol en España. Porque, qué decir de todos esos traspasos y fichajes escandalosamente caros y opacos, especialmente en España. Para mí que sirven para escamotear beneficios y para lavar dinero negro de vete tú a saber que negocios, además de que estoy seguro de que quienes pierden siempre en tan aparatosos fichajes son siempre los ciudadanos a través del patrimonio común que son los impuestos.
Acaba de ocurrir con el último gran fichaje del Barça, el del brasileño Neymar, cuyo contrato acaba de ser reclamado por el fiscal.
Seguro que también os preguntabais por qué se permite a los clubes de fútbol acumular deudas que multiplican por cien y por mil las que llevarían a ciudadanos de a pie, los normales y corrientes, a la cárcel o a multas millonarias. Pues nada, por más que la historia aparece de vez en cuando en los titulares de la prensa, a nadie parece interesarle liquidar esa deuda, tampoco en momentos tan graves como éste. Pues bien, ha tenido que ser la Comisión Europea, otra vez Europa, quien meta en estas cuentas las narices que, tan acostumbradas a la fetidez, no quieren meter las instituciones españolas.
Alguien me hizo ver hace tiempo que la Constitución y las leyes no rigen dentro de los estadios, que algunas agresiones que serían "de cárcel" en la calle, no se castigan sobre la hierba o que, en las gradas se consienten insultos y actitudes impensables fuera del estadio. Y tenía razón quien lo hizo, porque a la puerta de la mayoría de los estadios españoles debería figurar un remedo del que dicen que hay a las puertas del infierno, un lema que podría ser convertirse en algo así como "abandonad toda esperanza de justicia, porque este territorio queda fuera de la ley". Y si os queda alguna duda, recordad quien preside la Federación Española de Fútbol y sus modos y maneras.
 
 
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lunes, 16 de diciembre de 2013

UNA TRAGEDIA PARA OLVIDAR

 
 
Imagino a esa pobre familia de Alcalá de Guadaíra escuchando en la radio o viendo en la tele a todos quienes mostraban el viernes su preocupación por la osadía de Artur Mas y su enrevesada y capciosa pregunta o la de quienes ven este año más débil al Barça, mientras, sentados a la mesa, disfrutaban a la hora de la comida o de la cena del botín conseguido en su diaria revisión de los contenedores de basura de la ciudad, tranquilos y despreocupados, porque habían escuchado decir a un ministro, nada menos que al responsable del departamento de Alimentaria, Miguel Arias Cañete, que no pasa nada por comer esos alimentos "poco" caducados que despilfarramos en nuestros cubos de basura.
Probablemente, alguien andaba, mientras tanto, puliendo la tautología exhibida por Rajoy el sábado en Murcia ante los suyos, eso de que España va mejor y que irá mejor el año que viene. Seguro que, para esa familia alcalaína, de haberlo podido escuchar, aquello sonaría a que, con un poco de suerte, encontrarían en el contenedor una caja de langostinos recién caducados o que, por fin, acabarían por  concederles ese salario social que desde hacía tiempo tenían solicitado y que les ayudaría a pagar el agua, la luz y, quien sabe, la leche y el pan de cada día. Estoy seguro que ni siquiera el sabor extraño de lo que comían, tan habitual en su mesa desde que comenzó la crisis logró apartarles de la reflexión sobre la grave situación provocad por Cataluña o las quinielas para la formación del nuevo gobierno alemán.
Ahora, al menos durante estas últimas cuarenta y ocho horas, todos nos hemos parado a pensar, a la hora del vermú o tomando hoy el primer café de la mañana, en la tragedia que debe estar viviendo esa gente, sin una mala cañería que desatascar, porque los vecinos del pobre fontanero muerto con su mujer y la mayor de sus hijas, están tan mal o peor que estaban ellos. Todos estamos seguros de que podría haberse hecho más. A todos nos consuela, como al mismo alcalde de Alcalá de Guadaíra, nos consuela saber que malvivían, pero al fin y al cabo vivían, de la recogida de cartones y de abastecerse de esa basura, cada vez menos de lujo, que abandonamos en los contenedores. Yo los he visto, no a ellos, pero sí a gente parecida, rebuscando en los contenedores del mercado que hay frente a mi casa, Y también escuché en su día y ayer retumbaban en mis oídos todas las críticas y todas las protestas de airada y "santa" indignación de quienes se sintieron ofendidos porque el New York Times llevó a sus páginas las imágenes de españoles buscando comida en la basura. Pobres, pero dignos y honrados, es lo que debían pensar. O eso de "que nadie venga a decirme desde fuera lo que está pasando en mi casa"
Seguro que hoy, después de su merecido descanso semanal, los contertulios de a centenares de euros la sesión hablarán de lo ocurrido en Sevilla como tragedia o exageración, según el color del cheque con que les pagan, pero, a la salida del plató, quedarán para cenar o comer antes de las fiestas y os aseguro que no será en un comedor social o en la puerta de atrás de un restaurante.
La familia de Alcalá de Guadaíra no ha llegado a saber que, a miles de kilómetros de aquí, en Chile, ha ganado las elecciones un conglomerado de partidos de centro izquierda con la promesa de acortar las desigualdades que las recetas liberales para superar crisis han agrandado en el país. Aunque nunca sabrán que sólo cuatro de cada diez chilenos acudieron a votar, quizá porque no fueron capaces de encontrar las diferencias entre una y otra candidata.
Lo de Sevilla ha sido una tragedia, pero no hay por qué preocuparse, el ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra se hará cargo de sus entierro, que para eso están, para ocuparse de ellos de muertos, ya que no fueron capaces de hacerlo de vivos, y, nosotros, a olvidar, a preocuparnos por el secesionismo catalán y por el sorteo de la Champions.
 
 
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sábado, 14 de diciembre de 2013

TRILEROS

 
 

Me pregunto si alguna vez algún responsable del PP madrileño ha dicho la verdad. Creo que sería difícil recordar uno sólo, porque en lo que una y otra vez ponen su esfuerzo y nuestro dinero es en difundir su propaganda, a veces de nada, porque lo que anuncian lo que inauguran, lo que nos venden, no tiene más principio ni más fin que el de hacernos creer que por fin van a hacer algo, ni más presupuesto que el destinado a la publicidad y la parafernalia necesarios para la engañifa de lo que nos mienten que van a hacer, presupuesto del que, por supuesto, también rebañan lo suyo para sobresueldos y campañas electorales.

Lo de ayer, el pinchazo que por fin ha desinflado el cutre y sucio globo de Eurovegas, es sólo la constatación de hasta qué punto y con qué descaro pretenden, y con éxito gracias a la torpeza y el egoísmo de centenares de miles de madrileños, vendernos al resto. Estaba claro desde el principio que Eurovegas nunca vendría a Madrid. Eran demasiadas las exigencias que pretendía imponer a Madrid el gánster Sheldon Adelson. Sólo un personaje como Esperanza Aguirre, capaz de pedir al Gobierno el cese de Luis López Guerra del tribunal de Estrasburgo por el fallo sobre la doctrina Parot, podía creer que las leyes se pueden cambiar a su antojo. Nos distrajeron haciéndonos creer que el obstáculo era la Ley Antitabaco que tantos beneficios ha traído a la salud de los madrileños y hablándonos del derecho a disfrutar de la libertad de arruinar su salud y la nuestra.

Pero tampoco eso era cierto. Lo que pretendían era modificar al antojo y a la medida del imperio de Las Vegas Sands leyes autonómicas, nacionales y Europas, con el agravante de garantizar al mafioso que los cambios no serían reversibles y que, en caso contrario se le devolvería lo invertido y se les compensarían además las pérdidas. Algo infumable por lo que, estaba claro, la Comisión Europa no iba a pasar, lo que significaba que, antes o después, en la Moncloa o en Bruselas, se iba a poner fin a la delirante subasta de puestos de trabajo, inversiones millonarias y nuevas infraestructuras.

Una subasta delirante en la que los medios de comunicación, todos sin exclusión en algún momento lo hicieron, actuaron de mamporreros del mafioso y de sus comparsas, los dirigentes del Partido Popular madrileño, porque, aunque ahora lo nieguen, contribuyeron a engordar las mentiras, a costa de las esperanzas de miles de parados madrileños. Así que es mejor que no vengan ahora con críticas a Adelson, a Rajoy o Bruselas, porque ellos, probablemente interesados en la tajada publicitaria del complejo, estaban en la pomada del engaño. Y lo estaban hasta el punto de que desmintieron, cuando no insultaron o ridiculizaron, al socialista Tomás Gómez cuando, ya en julio, anunció la muerte de Eurovegas.

Esos medios tienen ahora la oportunidad de demostrar la honradez que debieran tener, dirigiendo sus críticas y la severidad desperdiciada en contra de quienes estaban siendo realistas y diciendo la única verdad posible, la de que Eurovegas nunca iría adelante. Esa prensa tiene que señalar a la principal responsable, que no es otra que Esperanza Aguirre que nos embarcó en el asunto, borracha de poder y con la intención de vender humo electoral, al margen de algún que otro negocio inmobiliario, en los que tan afortunada es la familia política de la condesa. Porque Esperanza Aguirre lo supo enseguida  y, por eso, se quitó de en medio. Huyó y disfrazó la huida de melodramática mezcla de amor a la familia y enfermedad, cuando, en realidad, lo que estaba haciendo era dejarle a su sucesor Ignacio González la deglución del inmenso marrón que se le venía encima, tratando de no ser la mala, o la tonta, de la película, para, después, resurgir como ave fénix  resurrectora de la derecha madrileña, quien sabe si al frente de un cartel electoral.

El listo de la película, el capo Adelson, jugó primero con la estúpida y fomentada rivalidad entre Madrid y Barcelona -no quiero ni imaginar la amplitud de algunas sonrisas en Barcelona- para, una vez convertido Madrid en felpudo, utilizar la candorosa entrega de Madrid al fiasco como ariete en sus intentos de llevar el proyecto a Corea o Japón. En cuanto a quiénes son los paganos de esta historia, una vez más lo somos quienes pagamos nuestros impuestos, porque, pese a todo lo dicho, explícitamente en el caso del portavoz de González, Salvador Victoria, todo lo que ha venido gestándose en estos largos meses de quimera tiene un coste, porque los informes no se hacen solos, los viajes no son gratis y, aunque para toso ello se utilicen personal y medios del gobierno regional, se trata de personal y medios distraídos de otros fines más nobles y rentables socialmente.

Hemos sido víctimas, una vez más de trileros profesionales que, a plena luz del día, pero contando con el deslumbramiento cómplice que los medios de comunicación han venido produciendo en gente necesitada de esperanza, no Aguirre, y de trabajo.  Hemos sido víctimas de estos trileros y lo que no me puedo quitar de la cabeza es la sospecha de que, si nos engañaron con las posibilidades de Madrid para Organizar los juegos olímpicos de 2020 y nos engañaron con la operación Eurovegas, por qué no iban a hacerlo también con la privatización de la sanidad pública o el plan de desmantelamiento y degradación de la enseñanza pública.
 
 
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miércoles, 11 de diciembre de 2013

PRIVADOS DE SEGURIDAD

 
Por más que a algunos nos pareciera imposible, lo han hecho: el afán privatizador de este gobierno, al que una mayoría suficiente de ciudadanos, tan inconsciente como estúpidamente, han dado con su voto la potestad de hacerlo, ha llevado al Partido Popular, con el apoyo de CiU y PNV, a privatizar la seguridad en alginas de las calles de nuestras ciudades. Resalto el hecho de que el PP tiene votos suficientes para hacerlo, porque desgraciadamente es así y porque, si es así, es porque todos, todos, por acción u omisión le hemos dado poder para hacerlo. Se la hemos dado los que le votaron hace dos y los que no nos empeñamos lo suficiente en convencerles para que no lo hicieran.
Cuando escuché ayer que se había aprobado la nueva ley y que, gracias a ella, los vigilantes a sueldo de empresas de seguridad podrán detener, identificar, cachear y retener en la calle a los sospechosos de haber cometido delitos dentro los centros comerciales o recintos que custodian, me vino a la memoria un desagradable incidente vivido a las puertas del Corte Inglés en la calle Mesonero Romanos de Madrid hace ya unos años.
Pude ver aquel día, aquella tarde de verano, como un par de "chaquetas rojas" armados de walkies dirigían a otros elementos, de paisano y también con walkies, que cercaron, derribaron, patearon e inmovilizaron en el suelo a un individuo, después de lanzarle contra un escaparate. Y no sólo eso. A mí que me detuve y les grité indignado que no podían hacer aquello, me miraron de ese modo que no quiere decir otra cosa que "¿quieres ser el siguiente?". Recuerdo que fue tal mi indignación que llamé a la Policía, para denunciar que había presenciado una detención ilegal o, quizá, un secuestro, porque después de agredirle como le agredieron, le condujeron al interior de los almacenes a través de la puerta que, junto a la rampa del parking, utilizan los empleados para entrar y salir de la tienda. Me temo que la Policía nunca acudió a mi llamada, pese a la amabilidad con que me atendieron, y me temo también que el “detenido" se  llevaría más de un golpe cuando le escondieron de las miradas incómodas.
Recuerdo otro incidente, sucedido esta vez en las instalaciones del metro de Madrid, donde un vigilante de seguridad y otro empleado asistieron impasibles a los intentos de una madre para bajar las escaleras con su hijo en la silla, en una de esas estaciones, casualmente de barrios obreros, a las que Aguirre se olvidó de poner ascensores. Yo que, como sabréis, no veo como quisiera me arriesgué a ayudarla, mientras criticaba en voz alta -la boca me pierde- la actitud del vigilante y su compañero de charla y fue entonces cuando me enteré por uno de ellos de que tienen prohibido prestar ese tipo de ayudas para evitar responsabilidades para la empresa en caso de que se produjese un accidente.
Es eso lo que podremos esperar de los vigilantes, que defiendan los intereses de la empresa y no los de los ciudadanos, que nos partan la cara si consideran que hemos robado un libro, aunque no sea cierto y que nos dejen rodar por las escaleras, para no comprometer a su empresa. Menudo panorama, porque quienes, como yo, paseamos habitualmente por la calle Preciados de Madrid vamos a hacerlo por un territorio sin ley, por exceso, en el que quedaremos privados de la seguridad que pagamos con nuestros impuestos, igual para todos, ejercida por personal preparado para ello, dispuesto a auxiliarnos si es preciso y responsables ante sus jefes. Porque, cuando la ley entre en vigor, las calles de nuestras ciudades, especialmente las comerciales, pasarán a ser un inmenso Madrid Arena, en el que la Policía de todos y nuestros derechos serán sólo personajes secundarios.
 
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martes, 10 de diciembre de 2013

POSAR JUNTO A MANDELA

 
 

Pese a que llevo toda mi vida desnudando mi pensamiento en público, soy pudoroso, muy pudoroso. Por eso me sublevo ante quienes no tienen pudor alguno y no dudan en mostrarse allá donde creen que les conviene hacerlo. Es una sensación cercana a la náusea que de vez en cuando se repite, como ahora, viendo a todos esos jefes de estado reunidos en Johannesburgo para dar el último adiós a un hombre al que alguno de ellos consideraba y sigue considerando terrorista.

Tristemente, creo que lo que ha hecho posible tal consenso en torno a la figura del abuelo Mandela, ha sido precisamente el fracaso de su gran sueño, porque la Suráfrica de hombres libres e iguales que él soñó nunca ha sido ni será una realidad, porque, en Suráfrica, sigue habiendo ricos muy ricos y pobres muy pobres y, lo que es peor, los muy ricos siguen siendo blancos y los pobres más pobres y más numerosos siguen siendo los negros.

Viendo las imágenes de tanto jefe de estado posando en el gran estadio de la final del mundial no puedo dejar de pensar que lo que celebran no es la obra de un hombre bueno, sino el haber suturado con bien la herida por la que podía habérseles escapado el control del África negra. Todo estuvo pensado y medido, incluso la renuncia del presidente De Klerk a su programa de armas nucleares cuando la presión de la población negra sublevada hacía ya inviable el régimen del apartheid. Ese paso supuso un gran alivio para quienes no eran capaces de concebir un mundo en el que también los pobres tuviesen acceso al armamento nuclear.

Creo que todos esos jefes de estado celebran que Sudáfrica forme parte hoy de ese mundo occidental e injusto que consintió aquel régimen tan injusto y tan inhumano que, sólo un cuarto de siglo antes, imperaba también en los modélicos Estados Unidos de América. El sueño de Mandela ha quedado en eso, en un sueño, y en su tierra, poco a poco, cada cosa ha vuelto al lugar que ocupaba, aunque, eso sí, también los negros hayan accedido al poder y, desgraciadamente, a la corrupción.

Recuerdo como si fuese ahora aquella valiente decisión del músico norteamericano Paul Simon que decidió ponerse del lado de los negros y al margen de las moralistas democracias occidentales para, con su soberbio "Graceland", uno de los mejores discos de la Historia, hacer cuña y abrir la rica cultura musical de los negros sudafricanos a occidente. Los hay que no lo entendieron entonces y aun no lo entienden hoy, y condenaron la grabación de aquel disco con músicos sudafricanos, que quizá prefiriesen ver cocerse en el caldo del doble aislamiento que suponían el apartheid y el boicot. Pero, afortunadamente, Paul Simon, con su oportuno gesto rompió más barreras y muros de los que derribó el bloqueo, como siempre incompleto y cínico.

Hoy, en el funeral del hombre bueno que fue Mandela, se dan cita enemigos irreconciliables y eso, en lugar de merecer elogios, para mí, delata la moral distraída de un mundo que gusta más de los gestos que de los hechos. Tanto pasmarote posando junto a los restos de Mandela, tantas declaraciones tan formales como vacías, no son para celebrar la victoria de la justicia y la igualdad, sino más bien para todo lo contrario- Bastaba con escuchar esta mañana en la SER al presidente español, Mariano Rajoy, justificar el uso de cuchillas en la valla de Melilla, mientras acudía compungido al funeral de Nelson Mandela. Es lo mismo que hacen hoy algunos, en representación de gobiernos no muy distintos de los actuales, que no dudan en elogiar hasta la adulación al hombre por el que nunca se interesaron cuando estaba preso y alq eu, durante muchos años, consideraron líder de una banda terrorista.
 
 
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domingo, 8 de diciembre de 2013

HACIENDA NO SOMOS TODOS

 
 

Va a ser difícil calcular el daño que hará a este país una actitud como la del ministro Montoro que deja tan a las claras cuál es el concepto que de lo público, lo de todos, tienen él y su partido. No hay que olvidar que ha costado muchos años conseguir que los españoles tomásemos conciencia de que existe una casa común, el Estado, que hay que levantar y mantener cada día con los impuestos de todos y que su existencia es, debe ser, en sí misma la garantía de la justa redistribución de la riqueza.

Cuando los españoles estábamos entendiendo que el modo en que el Estado iguala a sus ciudadanos recaudando una parte importante de sus impuestos en función de la riqueza que algunos ciudadanos obtienen de su trabajo o sus negocios en el ámbito de sus fronteras y que esa riqueza se redistribuye entre todos, bien en servicios comunes o bien en servicios que tienden a cubrir las carencias de los más desfavorecidos... cuando esto estaba calando en la conciencia ciudadana de los españoles, el márquetin electoral, la carrera hacía el poder llevó a los dos grandes partidos al absurdo de conseguir los favores de los electores bajándoles o, en realidad, haciéndoles creer que les bajaban los impuestos para, despertando ese pequeño o gran egoísta que todos llevamos dentro.

Esa ha sido la gran lacra del legado Zapatero, la de pretender hacernos creer que "bajar los impuestos también es de izquierdas!, en lugar de recordarnos que, en época de vacas gordas y flacas, el hecho de pagarlos sirve para redistribuir la riqueza y para sacar a los más débiles de la pobreza o de su posición desfavorecida, dándole las armas de la salud y la educación para romper ese techo insalvable que les retiene en lo más bajo de la pirámide, sosteniendo con su trabajo y su sufrimiento el lujo de los que son descarada y obscenamente ricos.

Y si fue Zapatero quien puso la primera piedra de este desastre de conciencias en el que estamos con la torpe coartada que sus delirios electoralistas pusieron en manos del Partido Popular, éste se ha esmerado en demostrar que lo del bien común le viene grande y extraño. De hecho, parece empeñado en reforzar el apoyo de su electorado más conservador, los “pata negra” de entre los egoístas sociales, prometiéndoles más bajadas de impuestos y más mano dura para aislarles de quienes, como parados o inmigrantes hieren la sensible nariz de los ricos.

Pero no sólo eso. No les basta con transferir la riqueza de todos a las cuentas corrientes, quién sabe si en paraísos fiscales de los más ricos y poderosos. No les basta decir que recortan los impuestos "a todos", cuando en realidad lo que hacen es bajar una miseria, prácticamente unos pocos euros más simbólicos que otra cosa, en la declaración de la renta de los trabajadores, mientras lo que se ahorran las grandes nóminas y fortunas ven reducidos esos impuestos en miles de euros y lo que se les quita a  los primeros en escuelas, centros de salud o transportes públicos supera con creces la calderilla ahorrada.

Pues bien, por si todo lo anterior fuera poco, el patán que tenemos por ministro de Hacienda, que hoy se despacha a gusto en el más puro estilo "caca, pis, culo, pilila" en una entrevista que hoy publica El Mundo, en la que maneja los tacos con la misma torpe habilidad de elefante en cacharrería con que dirige su ministerio. Lo hace apenas horas después de que se le oyese decir que en la Agencia Tributaria que está desmantelando como sus compañeros han hecho con los informativos de la Radio y la Televisión púbicas, había demasiados socialistas. Todo para justificar una purga que está diezmando uno de los pilares del Estado, ese que durante un tiempo nos llegó a hacer creer que Hacienda somos todos y que ahora parece querer convertir en una especie de finca que se deja en manos, no de los mejores guardeses, sino de los más serviles.

Está claro que, con el PP, Hacienda no somos todos y que unas cuantas gestiones bien llevadas por los poderosos pueden lavar culpas, reducir culpas y mandar a paseo a esos funcionarios decentes que se toman en serio su trabajo, aunque corran el peligro de ser cesados por "socialistas".

 
 

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