domingo, 8 de diciembre de 2013

HACIENDA NO SOMOS TODOS

 
 

Va a ser difícil calcular el daño que hará a este país una actitud como la del ministro Montoro que deja tan a las claras cuál es el concepto que de lo público, lo de todos, tienen él y su partido. No hay que olvidar que ha costado muchos años conseguir que los españoles tomásemos conciencia de que existe una casa común, el Estado, que hay que levantar y mantener cada día con los impuestos de todos y que su existencia es, debe ser, en sí misma la garantía de la justa redistribución de la riqueza.

Cuando los españoles estábamos entendiendo que el modo en que el Estado iguala a sus ciudadanos recaudando una parte importante de sus impuestos en función de la riqueza que algunos ciudadanos obtienen de su trabajo o sus negocios en el ámbito de sus fronteras y que esa riqueza se redistribuye entre todos, bien en servicios comunes o bien en servicios que tienden a cubrir las carencias de los más desfavorecidos... cuando esto estaba calando en la conciencia ciudadana de los españoles, el márquetin electoral, la carrera hacía el poder llevó a los dos grandes partidos al absurdo de conseguir los favores de los electores bajándoles o, en realidad, haciéndoles creer que les bajaban los impuestos para, despertando ese pequeño o gran egoísta que todos llevamos dentro.

Esa ha sido la gran lacra del legado Zapatero, la de pretender hacernos creer que "bajar los impuestos también es de izquierdas!, en lugar de recordarnos que, en época de vacas gordas y flacas, el hecho de pagarlos sirve para redistribuir la riqueza y para sacar a los más débiles de la pobreza o de su posición desfavorecida, dándole las armas de la salud y la educación para romper ese techo insalvable que les retiene en lo más bajo de la pirámide, sosteniendo con su trabajo y su sufrimiento el lujo de los que son descarada y obscenamente ricos.

Y si fue Zapatero quien puso la primera piedra de este desastre de conciencias en el que estamos con la torpe coartada que sus delirios electoralistas pusieron en manos del Partido Popular, éste se ha esmerado en demostrar que lo del bien común le viene grande y extraño. De hecho, parece empeñado en reforzar el apoyo de su electorado más conservador, los “pata negra” de entre los egoístas sociales, prometiéndoles más bajadas de impuestos y más mano dura para aislarles de quienes, como parados o inmigrantes hieren la sensible nariz de los ricos.

Pero no sólo eso. No les basta con transferir la riqueza de todos a las cuentas corrientes, quién sabe si en paraísos fiscales de los más ricos y poderosos. No les basta decir que recortan los impuestos "a todos", cuando en realidad lo que hacen es bajar una miseria, prácticamente unos pocos euros más simbólicos que otra cosa, en la declaración de la renta de los trabajadores, mientras lo que se ahorran las grandes nóminas y fortunas ven reducidos esos impuestos en miles de euros y lo que se les quita a  los primeros en escuelas, centros de salud o transportes públicos supera con creces la calderilla ahorrada.

Pues bien, por si todo lo anterior fuera poco, el patán que tenemos por ministro de Hacienda, que hoy se despacha a gusto en el más puro estilo "caca, pis, culo, pilila" en una entrevista que hoy publica El Mundo, en la que maneja los tacos con la misma torpe habilidad de elefante en cacharrería con que dirige su ministerio. Lo hace apenas horas después de que se le oyese decir que en la Agencia Tributaria que está desmantelando como sus compañeros han hecho con los informativos de la Radio y la Televisión púbicas, había demasiados socialistas. Todo para justificar una purga que está diezmando uno de los pilares del Estado, ese que durante un tiempo nos llegó a hacer creer que Hacienda somos todos y que ahora parece querer convertir en una especie de finca que se deja en manos, no de los mejores guardeses, sino de los más serviles.

Está claro que, con el PP, Hacienda no somos todos y que unas cuantas gestiones bien llevadas por los poderosos pueden lavar culpas, reducir culpas y mandar a paseo a esos funcionarios decentes que se toman en serio su trabajo, aunque corran el peligro de ser cesados por "socialistas".

 
 

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