jueves, 19 de diciembre de 2013

IMPUDICIA

 
 

Lo que le está pasando al PP, especialmente al madrileño, es lo que suele ocurrirles a muchas parejas, en las que, cuando las hay, se soportan las infidelidades, aunque sólo hasta el minuto siguiente al que el engañado no es sólo ya consciente de que le han puesto los cuernos, sino que tiene que vérselos en todos los espejos y, lo que es peor, en las miradas de las gentes. Y es que era más que evidente que estos señores y señoras del PP nos la estaban "pegando" y que estaban haciendo y deshaciendo a su antojo a cuenta de nuestro dinero y no hay más que ver como dejaron lo que hoy es Bankia. Pero, de ahí a leer los recaditos que se cruzaban unos y otros, a comprobar cómo se cambiaban cromos y favores con nuestros ahorros, va un abismo. Un abismo que, espero, se abra a los pies de estos chorizos con corbata y sin escrúpulos, que han esquilmado lo que con tanto esfuerzo habían ahorrado para su futuro centenares de miles de ciudadanos.

Deseo con todas mis fuerzas que toda esa gente que ha venido dando su confianza al Partido Popular a lo largo de las últimas legislaturas se lo piense y se lo piense mucho a la hora de volver a dársela a quienes han repartido canonjías, han perdonado hipotecas y otras deudas a los amiguetes y han hecho y deshecho en lo que entonces era Cajamadrid como si del cortijo familiar se tratara, aunque teniendo claro que cualquier merma patrimonial, que las hubo y muchas, no lo era en su patrimonio, si no en el nuestro.

La publicación de todos esos impúdicos correos que han desvelado eldiario.es y EL PAÍS da perfecta medida de la catadura moral de estos personajes, de sus chanchullos, de sus intereses, sus filias y sus fobias dentro, incluso, de la propia familia política, las amistades y la familia de las amistades. Basta con imaginar la prepotencia del hijo de José María Aznar y Ana Botella al escribir ese correo en el que reprocha a Miguel Blesa, el presidente que llevó Cajamadrid a la ruina, no haber accedido a los deseos de su padre que pretendía que la entidad comprase a precio desorbitado una colección de un artista, detrás de la que vete a saber qué intereses de la familia Aznar se ocultaban. El descaro con el que se dirige el vástago de tan importantes personajes para la nación y Madrid a quien se ha visto obligado a rechazar el negocio da idea del tráfico de favores y chanchullos que constituía el pan de cada día de quien estaba al frente de la entidad que arruinó desde que fue nombrado con el único aval de su vieja amistad con el padre de tan díscolo petimetre.

El cruce de correos entre José María Aznar Jr. y Miguel Blesa no es quizá el más grave de los que se han revelado. Pero es, sin duda y para mí, el más repugnante de todos, porque en él se mezclan los contravalores que parecen moverá  esta odiosa clase política. La sangre, la amistad, la ideología, la pertenencia a un club, la rapiña y, sobre todo, el mayor de los desprecios hacia quienes están abajo y no tienen para defenderse más que su trabajo y un voto que, cada cuatro años, le roban con falsas promesas y mentiras.

Pero no debemos olvidar que, por más repugnante que sean sus apaños, no hubiesen sido posibles sin la ayuda por acción u omisión de quienes compartían sillón con ellos en el consejo de Cajamadrid. Y estoy hablando de socialistas, sindicalistas, gente de Izquierda Unida y periodistas que vieron y callaron, supieron y consintieron, a veces por un sueldo, a veces por favores y siempre por una opaca tarjeta de crédito que tan bien viene para algunas cosas.

La impudicia de estos tipos, unos y otros, no tiene precedentes y espero que alguien se la haga pagar, con prisión, si es posible, porque detrás de cada uno de sus nefastos negocios había muchos clientes que lo han perdido todo y que, si le han devuelto sus ahorros, ha sido con retraso y después de mucho sufrimiento y enfermedad.
 
 

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