Lo que le está pasando al PP, especialmente al madrileño, es
lo que suele ocurrirles a muchas parejas, en las que, cuando las hay, se
soportan las infidelidades, aunque sólo hasta el minuto siguiente al que el
engañado no es sólo ya consciente de que le han puesto los cuernos,
sino que tiene que vérselos en todos los espejos y, lo que es peor, en las
miradas de las gentes. Y es que era más que evidente que estos señores y
señoras del PP nos la estaban "pegando" y que estaban haciendo y
deshaciendo a su antojo a cuenta de nuestro dinero y no hay más que ver
como dejaron lo que hoy es Bankia. Pero, de ahí a leer los recaditos que
se cruzaban unos y otros, a comprobar cómo se cambiaban cromos y favores con
nuestros ahorros, va un abismo. Un abismo que, espero, se abra a los pies de
estos chorizos con corbata y sin escrúpulos, que han esquilmado lo que con
tanto esfuerzo habían ahorrado para su futuro centenares de miles de
ciudadanos.
Deseo con todas mis fuerzas que toda esa gente que ha venido
dando su confianza al Partido Popular a lo largo de las últimas legislaturas
se lo piense y se lo piense mucho a la hora de volver a dársela a quienes
han repartido canonjías, han perdonado hipotecas y otras deudas a los amiguetes
y han hecho y deshecho en lo que entonces era Cajamadrid como si del cortijo
familiar se tratara, aunque teniendo claro que cualquier merma
patrimonial, que las hubo y muchas, no lo era en su patrimonio, si no en
el nuestro.
La publicación de todos esos impúdicos correos que han
desvelado eldiario.es y EL PAÍS da perfecta medida de la catadura moral de
estos personajes, de sus chanchullos, de sus intereses, sus filias y sus
fobias dentro, incluso, de la propia familia política, las amistades y la
familia de las amistades. Basta con imaginar la prepotencia del hijo de José
María Aznar y Ana Botella al escribir ese correo en el que reprocha a Miguel
Blesa, el presidente que llevó Cajamadrid a la ruina, no haber accedido a los
deseos de su padre que pretendía que la entidad comprase a precio desorbitado
una colección de un artista, detrás de la que vete a saber qué intereses
de la familia Aznar se ocultaban. El descaro con el que se dirige el vástago de
tan importantes personajes para la nación y Madrid a quien se ha visto obligado
a rechazar el negocio da idea del tráfico de favores y chanchullos que
constituía el pan de cada día de quien estaba al frente de la entidad que
arruinó desde que fue nombrado con el único aval de su vieja amistad con el
padre de tan díscolo petimetre.
El cruce de correos entre José María Aznar Jr. y Miguel
Blesa no es quizá el más grave de los que se han revelado. Pero es, sin duda y
para mí, el más repugnante de todos, porque en él se mezclan los contravalores
que parecen moverá esta odiosa clase política. La sangre, la amistad, la
ideología, la pertenencia a un club, la rapiña y, sobre todo, el mayor de los
desprecios hacia quienes están abajo y no tienen para defenderse más que su
trabajo y un voto que, cada cuatro años, le roban con falsas promesas y
mentiras.
Pero no debemos olvidar que, por más repugnante que sean sus
apaños, no hubiesen sido posibles sin la ayuda por acción u omisión de quienes
compartían sillón con ellos en el consejo de Cajamadrid. Y estoy hablando de
socialistas, sindicalistas, gente de Izquierda Unida y periodistas que vieron y callaron,
supieron y consintieron, a veces por un sueldo, a veces por favores y
siempre por una opaca tarjeta de crédito que tan bien viene para algunas cosas.
La impudicia de estos tipos, unos y otros, no tiene
precedentes y espero que alguien se la haga pagar, con prisión, si es posible,
porque detrás de cada uno de sus nefastos negocios había muchos clientes que lo
han perdido todo y que, si le han devuelto sus ahorros, ha sido con retraso y
después de mucho sufrimiento y enfermedad.
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