martes, 29 de enero de 2019

MONÓLOGOS OBSCENOS


Fue Alfonso Guerra, fundador de un grupo de teatro en su juventud, quien inauguró en España el tiempo de la política sobreactuada, el de los portavoces histriones chillones, prestos siempre para la broma o la amenaza, prestidigitadores de la verdad o ilusionistas de la razón, gente dispuesta en todo momento a hacerse con el escenario, con los focos, para acallar con sus titulares, con sus acusaciones, cualquier intento de moderación, de discurso tranquilo y realista.
Se trata de gente que miente y exagera con un cuajo que asombra, distinto a los peligrosos oradores del primer tercio del pasado siglo, a los que la tribuna y las milicias separaban de esa gente a la que pretendían seducir, esa gente que se les entregaba ciegamente después de escuchar sus mentiras, para ponerse en sus manos, creyendo en la salvación que les prometían.
Ese tiempo, el de los Mussolini, Hitler, Stalin o José Antonio, se acabó hace décadas. Ahora se lleva el espectáculo, la provocación y las risas. Quienes asesoran a los monologuistas de la política, si es que hay alguien capaz de asesorarles, saben de sobra que ese monstruo de mil cabezas en que han devenido los medios no se alimenta de verdades ni razones sino de titulares, titulares cuanto más estrambóticos, mejor, titulares tejidos con mentiras, repetidos una y otra vez y en todas partes, para imponerlos como se impone la moda.
Monologuistas los hay de muchos tipos, los hay con cargo y los hay aparentemente autónomos y libres que, sin embargo, reman en la misma dirección que quienes sí lo hacen. Me estoy  refiriendo, por ejemplo, a Jorge Verstrynge, delfín que fue de Manuel Fraga, el que se sentaba a la mesa de los consejos de ministros de Franco en los que se daba vía libre a la ejecución de opositores, un tipo de la casta más casta, actuando casi como ideólogo o "tonto útil" de Podemos, que ayer tildaba a Manuela Carmena poco menos que de fascista y miserable, él que estaba refugiado en los calzones de Fraga, mientras mataban a los compañeros de la alcaldesa en el despacho de abogados de Atocha.
He comenzado con Verstrynge, que no improvisaba ante las cámaras de la Sexta, que manejaba notas, porque me produjo una náusea inmensa y un desprecio difícil de trasladar al papel, un vuelco de bilis difícil de soportar, pero el muestrario es inmenso en uno y otro lado- Hay por ejemplo un Echenique, miserable con su compañero Errejón, un Monedero que parece, so sé si Monchito o Rockefeller, un muñeco de su amigo Pablo Iglesias, pero los hay también en el PSOE y, como no en el PP o Ciudadanos, los otros que no cito, no saben juntar las letras. Ha sido en el PP, fundamentalmente, donde esa raza de monologuistas de la que os hablo ha hecho escuela. Hubo un Martínez Pujalte capaz de acusar de las mayores infamias a sus rivales, mientras el cometía fechorías privadas al amparo de su escaño, existió y existe un Rafael Hernando faltón y pendenciero que recibió con cierta melancolía su cese como portavoz para ser sustituido por la torpe Dolors Montserrat, la elegida de Pablo Casado, y hay, sobre todo, un Teodoro García Egea, del que no se conocían más méritos que su amistad con el nuevo presidente del PP y su habilidad para lanzar huesos de aceituna, con vertido en el caniche de su jefe y amigo, ladrando a quien quiera oírle lo cobarde que es Pedro Sánchez, diciendo que en cuanto puede huye de los problemas a bordo del avión presidencial, ayudado por Hernando, que parece querer recuperar protagonismo, bautizando a Sánchez como "marqués del falcon", encelados como siempre con las relaciones de Venezuela y con Maduro, que sale peor parado que Pinochet en las fotos que hace Guerra, cuestión de "eficacia", un orador el zafio dictador venezolano, de esos de hace un siglo, que se  cree gracioso, porque tiene la cla siempre disponible y porque cierra sin piedad los medios que no le gustan y que se parece a los anteriores en que uno y otros practican hasta la saciedad y sin rubor sus obscenos monólogos.

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