El tribunal Constitucional va a avalar que con mis impuestos
y en los colegios privados concertados, uno de los grandes negocios de la
iglesia católica, niños y niñas puedan ser segregados. O sea, que los niños
vayan a colegios sólo de niñas y las niñas a colegios sólo de niñas. A mí, que
incluso me parece mal que, sin tener que pagarlo de mi bolsillo, se divida a la
infancia en función de si hacen "pis" de pie o sentados, lo del
Constitucional me parece un paso atrás de varias décadas.
No sé qué tratan de evitar o conseguir quienes quieren que
los niños se eduquen separados de las niñas. Me lo tienen que explicar, porque
yo, que fui a un colegio sin niñas, siempre he creído que a mi educación le
faltaba algo. No sé qué pretenden impidiendo que los niños sean conscientes de
que sus compañeros, pese a sus diferencias fisiológicas incontestables son
iguales a ellos, capaces de dar patadas a un balón o de subir a pulso una
cuerda, o no, porque yo, chico entre los chicos, nunca fui capaz de hacer con
arte o uno ni de intentar siquiera lo otro.
No sé si son cuestiones morales las que llevan a algunos
padres a buscar para sus hijos esa educación segregada, no sé si saben que,
para eso que dicen querer evitar, bastan unos minutos fuera del colegio, en la
calle y que, educados lejos unos de las otras quizá cojan "eso" con
más ganas, al tiempo que con menos información y experiencia. No creo que sea
sólo esa la causa de tal separación. Más bien me inclino a pensar que se trata
de prejuicios ideológicos, la religión no es más que ideología, de que quienes
admiten y con su decisión tratan de perpetuar la discriminación de las mujeres
frente a los
hombres.
Yo que hasta que llegué a la universidad no tuve compañeras
reconozco que tuve una desastrosa educación sentimental: las chicas me
daban miedo, como da miedo lo desconocido, no hablemos ya de la "llamada
de la naturaleza", de ese momento deseado y temido también que, antes o
después, me había de llegar.
Supongo que lo mío no era sólo por haberme educado en un
colegio de barrio, en el que, a falta de otras experiencias, alguna que otra
profesora podían convertirse en inalcanzables mitos eróticos, no me cabe duda de
que la rancia España en la que me tocó crecer no ayudaba mucho, porque tampoco
me llegaba de casa la información que antes o después iba a necesitar. En todo
caso, algún que otro libro de presunta educación sexual como ese nefasto
“Diario de Daniel" que no hacía más que mezclar el deseo con la culpa,
fabricando una pasta indigesta que a más de uno le generó traumas.
En todo caso, tampoco tengo muchos motivos para quejarme,
porque, por lo que haya sido, creo que fundamentalmente por la presencia de los
amigos, y porque, como chico, no tuve que pasar por la ñoñería y los traumas
inducidos que pasaban las niñas, castigadas con sus pechos y su regla, no me
convertí en un ñoño lleno de granos incapaz de hablar con una chica. Fue
gracias a esos amigos, a la literatura y al cine que, como muchos españoles de
mi edad eduqué mis sentimientos y que moldeé mi carácter, no sé si bien, y
aprendí a formar mi criterio en casi todo.
Por eso para mi hija quise un colegio público y de barrio,
mixto "como mandaba la ley, en el que ella, sin perder un ápice de su
"feminidad" supo ver a los chicos como compañeros y amigos, algunos
muy fieles, y aprendió a reírse de los prejuicios y algunos miedos innecesarios
que, desde otros colegios, los religiosos se inoculan a los niños y
especialmente a las niñas.
Mi hija nunca tuvo que ver el grabado que yo si vi, ese u
otro parecido, en algún libro de su abuelo y mis tíos. Ese abominable demonio
buscando en el baile la virtud de las doncellas. Mi hija se educó con niños y
niñas de todos los orígenes y todos los colores y eligió de entre ellos a sus
amigos y sus amigas y, lo que es más importante, adquirió las herramientas para
ser feliz.
Por eso me revelo contra la que será decisión del Tribunal
Constitucional, por eso creo que para no volver a la ridícula sociedad que,
corregida y aumentada, se retrata en la película de Los Bravos, los chicos con
las chicas tienen que estar.
1 comentario:
Excelente reflexión ...
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