Vestida de blanco pureza y a lomos de su enorme soberbia,
con la cabeza bien alta, según dijo y unos minutos antes del mediodía, porque
esas eran las órdenes de "su" presidente, Cristina Cifuentes se fue.
Se presentó ante la odiosa prensa que la ha acosado de día y de noche, por
tierra mar y aire, para decir adiós a tres años de mandato y más de un mes de
suplicio, consecuencia en gran parte por su tozudez en el empeño imposible de
negar siempre lo evidente.
Ayer nos desayunamos, ella también, al borde de la náusea
con la miserable difusión de las imágenes de la todavía presidenta
madrileña mostrando el contenido de su bolso a un empleado de la seguridad de
un hipermercado, que encontró entres sus pertenencias dos tarros de crema que
previamente había escondido en él, después de haberlos sacado de sus cajas. Fue
la gota que colmó el vaso de la agonía en que Cifuentes, con el beneplácito de
su partido, con Rajoy a la cabeza, se había empeñado.
Resulta curioso y muy decepcionante que Cifuentes, al frente
de la seguridad en Madrid en los peores momentos de la represión pos 15-M,
implicada en el saqueo del Canal de Isabel II investigado en la Operación Lezo,
implicada también en la presunta concesión irregular de la contrata de la
cafetería de la Asamblea de Madrid, sorprendida en posesión de un máster
obtenido irregularmente, sin asistencia a clase, sin exámenes y sin trabajo
final, todo un máster a domicilio sin el más mínimo esfuerzo por su parte, un
máster "fabricado" en el corrupto Instituto del Derecho Público,
cuyos responsables han falsificado firmas y actas para darle una
coartada... resultaría muy decepcionante y casi chusco que esta señora se
tuviese que marchar por la vergüenza de haber sido sorprendida hace siete años
en el hurto de dos tarros de crema en un hipermercado.
Resultaría chusco y decepcionante, si no fuese espeluznante
que su partido la ha puesto donde ha estado todos estos años, a sabiendas de
que esas imágenes se conservaban ilegalmente y podían ser utilizadas contra
ella, unas imágenes que llevan años circulando en los móviles de algunos
dirigentes del PP en la Asamblea de Madrid, unas imágenes que, en manos de sus
enemigos podrían convertirse en un arma letal y en manos de quien la nombró,
Mariano Rajoy, en el botón de autodestrucción que se incorpora a los misiles
por si, como Cristina Cifuentes, acaban perdiendo el rumbo.
Da mucho asco y mucho miedo enterarse de que hay gente capaz
de hacerle eso a un compañero, da mucho miedo ver que, ahora, Ciudadanos va a
respaldar al sustituto de Cifuentes propuesto por el mismo partido que la
eligió, la sostuvo contra viento y marea y la defenestró de manera vergonzante
cuando le convino. Da mucho miedo, pánico, que Ciudadanos vaya a llegar al
gobierno de Madrid con el apoyo de lo que quede del PP tras las elecciones. Da
mucho miedo y, tengo que insistir, mucho asco.
A la vista de la trayectoria y, sobre todo, del final de
Cifuentes uno tiene la tentación de sentir piedad por ella. Piedad por quien
genéticamente parece incompatible con la verdad, de quien parece incapaz de
dominar determinados impulsos, de quien, después de sacar los tarros de sus
envases y de ponerlos en su bolso, ante la indiscreta mirada de las cámaras de
vigilancia del hipermercado, después de todo eso, registro incluido, es capaz
de decir que todo ha sido un error involuntario, traicionando con ello su
maniobra de auto encubrimiento, porque ¿acaso hay algún error que sea
voluntario?
Sentiría piedad por ella, pero no la siento, porque su
soberbia, su altivez, su persistencia en el error, su egoísmo, su actitud sin
el menor asomo de ética, su nulo arrepentimiento, su afán por culpar a los demás
de sus errores, involuntarios como los de todos, fruto de la temeridad, pero
involuntarios, su falta de empatía con toda la gente que se ha visto
perjudicada, estudiantes incluidos, a consecuencia de la chusca manera en que
ha gestionado el relato del origen de su chusco máster. Piedad imposible,
porque, sólo de pensar que hasta ayer hemos estado en manos de este personaje y
vamos a seguir estándolo en manos de su partido.
Se presentó de blanco pureza, lista para el martirio, sin
pensar que el dios Rajoy era el instigador de ese martirio, se vistió de blanco
pureza, pero se dejó puesta toda la soberbia de que fue capaz y no fue capaz de
una lágrima, una sólo lágrima que la hiciese creíble.
2 comentarios:
Bien visto ...
Saludos
Mark de Zabaleta
Verdad verdadera.
Un saludo.
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