miércoles, 25 de abril de 2018

CHIRINGUITOS Y FUEGO AMIGO



Cualquiera que se hay movido en las inmediaciones del poder, más si lo ha hecho, como yo, desde la privilegiada posición que, al menos aparentemente, tiene la prensa, sabe de sobra lo que, a los líderes políticos, especialmente a los que están en el poder, les preocupa su propia imagen y el control de los medios, para amortiguar, desviar o, simplemente, tapar cualquier información que pudiera ser nociva para esa imagen.
Normalmente, quien se ocupa de ese control tiene la doble ventaja de gozar de la confianza del líder y disfrutar del poder que otorga la administración del dinero público que acaba en los medios en forma de publicidad institucional que, pese a que, por ley, debería adjudicarse de manera objetiva suele darse como premio o negarse como castigo a quienes son o dejan de ser dóciles con ese poder.
Sin embargo, el poder de quien ostenta ese cargo va mucho más allá, porque su proximidad al "jefe" o la "jefa" roza la intimidad y, ya se sabe, quien está presente en los momentos más discretos tiene la potestad añadida de guardar y administrar secretos, los secretos de las relaciones que mantienen, las filias y las fobias, los chanchullos y las miserias que suelen acompañar al poder y a quien lo ejerce.
En la Comunidad de Madrid, durante muchos años el control de los medios le ha correspondido a una mujer, Isabel Gallego, de la total confianza de Esperanza Aguirre, extendido más tarde a su sucesor Ignacio González, caída en desgracia con el ascenso de Cristina Cifuentes, martillo de corruptos, y, también, implicada, mucho, en la investigación que se sigue contra la trama de corrupción establecida por Francisco Granados y destapada en la llamada Operación Púnica. Una trama consecuencia de la sofisticación que llegó el poder en Madrid, invirtiendo ingentes cantidades de dinero público que se desviaba de obras y contratas, dinero que se empleaba en la mejora de la imagen pública de líderes y consejeros del partido en Madrid, dinero de cuyo destino y origen sabía mucho la señora Gallego.
Pues bien, ahora que vienen mal dadas, las palmas de la loa se vuelven cañas con las que defenderse de los adversarios o, simplemente, agredirlos. Y la señora Gallego, de la total confianza de Esperanza Aguirre y su sucesor, Ignacio González, no quiere "comerse" sola este marrón y, para ponerse a salvo, ha decidido hurgar en el baúl de sus recuerdos, selectivamente, eso sí, poniendo a disposición del juez datos fundamentales y pistas sobre lo que ha calificado como chiringuitos y que no son otra cosa que los proyectos, empresas públicas, fundaciones y presupuestos de los que determinados consejeros de uno y otro gobierno obtenían los fondos con que pagarse el maquillaje reputacional que necesitaban.
Ayer mismo pudimos escuchar un fragmento de la grabación de la declaración en la que señalaba a sus excompañeros. Ayer pudimos escuchar como, uno tras otro, iba señalando los chiringuitos en que cada uno de ellos había convertido los organismos que quedaban a su alcance.
Debe ser algo congénito en la gente del PP, porque el senador Agramunt, que presidió la Asamblea del Consejo de Europa convirtió aquel cargo, lo supimos ayer por un informe del propio consejo, en su propio chiringuito desde el que, a cambio de viajes, vacaciones, electrónica y prostitutas, hizo lo posible para dar por buenas unas dudosas elecciones en Azerbaiyán.
Ya por último y mientras escribo esto, me entero de que Cristina Cifuentes no sólo recibe regalos, sino que se los hace: dos cremas de belleza robadas en un supermercado cercano a la Asamblea en la que mintió hace unos días. En fin, para mear y no echar gota.
Habrá que ver quién, en este sálvese quien pueda, en este aflorar de chiringuitos y choriceos ha hecho su particular fuego cruzado con las imágenes de la ya no tan presunta inocente.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Excelente artículo ...

Saludos
mark de Zabaleta