jueves, 22 de junio de 2017

PREMIOS


En todos los años que vengo ejerciendo el periodismo he aprendido algunas cosas. Una de ellas es la de entender el porqué de las decisiones de los jurados de algunos premios. Hay premios, en especial los literarios, que no son otra cosa que lo que en el mundo del fútbol equivaldría a los traspasos. Con ellos, se atrae a la editorial que lo patrocina a escritores de renombre a los que, amén de la copiosa lluvia de millones que le corresponden, les corresponde un contrato que blinda para años venideros la relación del autor con la editorial mediante la contratación de futuras producciones. En fin, premios que, más que premios, son fichajes. Hay, por eso, quien dice que, de los ganadores de los premios, en los que hay que fijarse es en los finalistas.
Hay otros premios, de ganador sorprendente, en los que los miembros del jurado, divididos, decretan un ganador, el tercero en disputa, ante la imposibilidad de ponerse de acuerdo para ceder respecto de sus favoritos. Es gracias a este tipo de decisiones, hay que reconocerlo, que han salido a la luz autores de valía que, de otro modo, hubiesen visto bloqueado su acceso al público.
También en el cine se dan estas anomalías ¿Quién no recuerda media docena de películas, actores o directores, dignos de ser premiados, que son castigados una y otra vez, año tras año, sin que quienes amamos el buen cine podamos entenderlo? Quizá porque el cine además de arte es espectáculo y, sobre todo, industria y, por ello, se atiende más al potencial valor comercial del producto o de sus creadores e intérpretes que a sus valores humanísticos.
Otros premios, también en el cine se sabe de ellos, se convierten en reto o castigo a los sátrapas que, en algunos países han perseguido y persiguen la libertad y la cultura. Ahí están los premios que en más de una ocasión se han otorgado a luchadores por los derechos humanos, a organizaciones que trabajan por y para los más débiles o, por qué olvidarlas, a autores valientes que, con inteligencia y mucho arte, como el inolvidable, Luis García Berlanga, burlaron y se burlaron de la miope censura franquista, que no supo ver los dardos que, uno tras otro, el director valenciano clavaba en el corazón del régimen.
Otra modalidad de premios es aquella en la que el jurado o, mejor dicho, la entidad que representan se premia a sí misma, adornándose con los premiados, razón por la que, la aceptación y recogida del galardón en persona forma parte destacada de las bases del premio. Son, quizá, la excepción, pero hay que reconocer que son muy sonados y que, en efecto, por el mérito reconocido o por la polémica son los más sonados. Que se lo pregunten, si no, a Dylan y el jurado del Nobel. 
Por último, están los premios, honoríficos o no, a toda una vida o a toda una carrera, que se conceden cuando se cree que el premiado está a punto de desaparecer y se convierten en una especie de viático laico, un homenaje tardío que recoge el pobre premiado, a veces con muletas o en silla de ruedas.
En este último grupo habría que encuadrar, a mi juicio, el Princesa de Asturias a la Concordia que un jurado presidido por Javier Fernández, presidente del principado y ex presidente de la ya extinta y nefasta Gestora del PSOE, ha otorgado a la cada vez más decrépita y sin sentido Unión Europea. No sé si ha sido esa la razón para concedérselo, que, tras la pérdida de la estrella británica, que tan bien ha reflejado en su mural el más que grafitero Banksy, o, lo que sería peor hacernos una siniestra burla a quienes la quisimos tanto y creímos tanto en ella. Sobre todo, ahora que estamos asistiendo, sin que nadie descomponga el gesto, al resurgimiento en ella de los peores fantasmas de la intolerancia y, sin olvidar, que el premio se vuelve sarcasmo cuando las playas del sur de la premiada Unión Europea se cubren con los cadáveres de quienes intentan escapar de los infiernos que la unión o sus aliados crean en los países de los que huyen.
El jurado, en una especie de burla sangrienta, premiar la concordia demostrada por una alianza nacida después de la Segunda Guerra Mundial, ahora que se están reproduciendo en esa Europa premiada los mismos tumores que llevaron a ella, y, para más inri, la decisión se hizo pública ayer, apenas unas horas después de la celebración del día mundial del refugiado, de todos esos refugiados que Europa no quiere dentro de sus fronteras. Un premio “honrífico” para quien ya no merece ser premiado.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Es una merienda de ... Europeos !

Saludos