Cuando esta mañana he escuchado que la sanidad madrileña, la
que pagamos todos, está "haciendo precio" a las mutualidades y las
aseguradoras en los tratamientos que se aplican a sus "clientes" en
los centros públicos dependientes de la misma, como al personaje del anuncio
televisivo, se me llevaban los demonios. Nada menos que quince millones de
euros dejados de cobrar en tres años, porque, al parecer y según datos de la
propia consejería, las aseguradoras pagan, por tratamientos similares, diez
veces menos a la sanidad pública de lo que pagan a las clínicas privadas. Y no
es, por increíble que nos pueda parecer, una invención ni un rumor. Son datos
proporcionados por la propia consejería, a petición del grupo socialista de la
Asamblea de Madrid.
Que esto ocurra mientras se fiscalizan y recorta el material
que llega a los centros de salud, mientras la calidad de ese material deja
mucho que desear, mientras se expulsa del sistema cada vez a más ciudadanos,
por su origen o por su situación laboral, mientras se obliga a los pacientes,
también a los pensionistas a pagar una parte de sus medicinas, mientras los
grandes hospitales se caen “a trozos" por falta de mantenimiento, mientras
vemos cómo se van recortando el personal y las camas de nuestros hospitales,
pone los pelos de punta y siembra dudas sobre la bondad el propio
sistema.
Efectivamente, no es la primera vez que en la sanidad
pública madrileña se revela como la gran teta a la que se agarran, como
lechones glotones, esos tipos listos y sin escrúpulos, gracias a que sus amigos
al otro lado de la puerta giratoria pecan demasiado a menudo de falta de celo
"in vigilando" o dicho de otro modo, hacen vista gorda ante el
saqueo de lo que todos, desde el más modesto jubilado hasta el último
inmigrante contratado, además de quienes cumplimos con nuestros impuestos
pagamos o estamos pagando.
Más allá de la picaresca de quienes sustraen material de los
centros públicos, de quienes se escaquean y remolonean en su puesto de trabajo,
están los otros, los que "cosen para afuera", colando entre las
pruebas demandadas por el hospital, las de sus pacientes de "la
privada", obteniendo "por la cara" los resultados que luego
cobrarán a precio de oro a sus distinguidos "clientes". Algo que,
aunque no es excepcional, tampoco es anecdótico, pero que tiene la compensación
tiene también la compensación de quienes dedican más tiempo del que les
retribuyen por su trabajo o que, incluso, aportan su propio instrumental a la consulta.
Sin embargo y aunque los buitres que revolotean sobre
nuestros hospitales sean una minoría, algo de lo que estoy convencido, creo que
ya va siendo hora de poner coto a todas estas prácticas deleznables que
deterioran gravemente la imagen de nuestra sanidad. Va a ser difícil, porque,
desde que Gallardón llegó a la Puerta del Sol, por la Consejería de Sanidad han
pasado demasiados consejeros y casi todos con sus propios intereses. El peor de
todos, sin duda, Juan José Güemes, ya en la etapa de Esperanza Aguirre, porque
fue el que oficializó a "barra libre" para los buitres, cuando dijo
en una reunión de empresarios aquello de que la sanidad madrileña estaba llena
de "oportunidades de negocio" para ellos.
Eran los tiempos en lo que se pretendía desde el Partido
Popular era arrebatarnos la joya de la corona que era nuestra sanidad,
despedazándola en sucesivas privatizaciones o externalizaciones, como ellos
prefieren llamarlas. Los tiempos del siniestro Manuel Lamela que, sin pruebas
ni la menor vergüenza. se permitió acusar al doctor Montes, jefe del Servicio
de Urgencias del hospital de Getafe, poco menos que de exterminar a sus
pacientes. Todo, para desprestigiar la sanidad pública, como hacen con la
enseñanza pública, para saldarla y dejar "el negocio" en manos de sus
amiguetes, los mismos que les esperan al otro lado de la puerta giratoria, con
un sillón para ellos en cualquier consejo de administración.
Aquella ofensiva la paramos entre todos, tomando las calles
como nunca hasta entonces. Tuvieron que echarse atrás, pero, en las elecciones,
el miedo pudo más y ahí siguen, aunque la batalla no está perdida. Detrás del
PP de Aguirre, corrupto hasta la raíz, no hay más que codicia y propaganda. Por
eso, ahora más que nunca, nuestra obligación es saber, denunciar y difundir,
porque, ya pudimos comprobarlo, no son intocables, como tampoco es comparable
su saqueo a nuestra sanidad.
1 comentario:
Una magistral reflexión...
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