No sé si estoy hipersensibilizado en contra de quienes no
sólo me meten la mano en el bolsillo, sino que, además, me toman por tonto,
pero me ocurre que algunas coas me sublevan y, como en política hace tiempo que
dejé de creer en la violencia y, si, como a Leonard Cohen, a veces me entran
ganas de romper cristales, me las aguanto y me esfuerzo, aunque me cueste, en confiar
en la Justicia.
El caso es que yo, que cuando me enteré de que Caja Madrid
se había jugado y había perdido la mitad de mis ahorros en preferentes le dije
al director de mi sucursal que vería a Rato y Blesa en la cárcel, llevo meses,
y lo sabéis, escamado más que extrañado porque Esperanza Aguirre, elemento
común de los responsables de todas las tramas corruptas organizadas en torno al
PP madrileño, no haya sido llamada a declarar ante el juez, ante ninguno de los
jueces, para explicar su relación con las mismas y que tampoco ninguno de esos
magistrados se haya puesto a investigar el papel de esta señora en la
generación de tanta podredumbre.
Más aún me extraña que la existencia y el análisis de la
carta dirigida por Francisco Granados a la señora Aguirre, con ·acuse de
recibo" al juez encargado de la Púnica y a la prensa, apenas hayan ocupado
titulares, eclipsadas por las elecciones holandesa, el decreto de la reforma de
la estiba y quién sabe si la más que previsible clasificación del Atlético de
Madrid en la Champions League.
Me extraño porque Francisco Granados señala, de su puño y
letra, todo lo que todos desde hace tiempo sospechamos, sin que nadie parezca
estar interesado en aclararlo. Granados en un tono falsamente cordial pide a
Esperanza Aguirre que niegue la existencia de las tramas corruptas que, según
el "ilustre" interno de la cárcel de Estremera no podrán haberse
creado sin su autorización o, en el mejor de los casos, sin su conocimiento,
porque, le recuerda, nada pasaba en el partido sin que ella estuviese al tanto.
Granados da a entender que se siente desamparado y un chivo expiatorio y no hay
que ser muy listo para descubrir en sus palabras una clara amenaza de
"tirar de la manta" y contar todo lo que sabe de todas esas tramas
que durante tanto tiempo han alimentado la maquinaria electoral del PP.
Tengo muy claro que quien está dispuesto a dejarse
"dopar" electoralmente, como se ha dejado dopar la ex tantas cosas
del PP madrileño, no colca a su alrededor gente honrada y sacrificada aino, más
bien, personajes que nadas escasos de escrúpulos y se manejan bien en los bajos
fondos de la política y la empresa, capaces de inventarse proyectos, necesarios
o no, de los que "rascar" las mordidas y los donativos que acabarían
después, una parte en carteles, mítines y vallas publicitarias y, otra, en
casas de lujo, horteras pero de lujo, fincas, relojes, joyas y viajes.
Se trata de dos tipos de personajes. Por un lado, los que
construyen las tramas -los Marjaliza y los Correa de turno- por otro los
consejeros, alcaldes y demás que adjudican los proyectos -cargos que precisaban
siempre y bien que presumía de ello, el visto bueno de la "condesa"-
y, claro está, esos empresarios capaces de ganar concursos para todo y en
cualquier parte, con su información privilegiada y su generosidad para con
alcaldes, consejeros y el partido.
Ayer bromeaba yo con el hecho de que la carta de Granados,
la carta de quien no está dispuesto a comerse solo el marrón de la Púnica, con
su teatralidad, su cercanía y su falsa cordialidad, recuerda ninguna duda por
el tono aquel chiste del dentista con su torno en la mano, al que el paciente
tiene cogido por los testículos, mientras le dice "no nos haremos daño
¿verdad?". Eso mismo le está diciendo a Esperanza Aguirre quien fue su
mano derecha en aquellos días de vino y rosas del PP, en que se ganaban
elecciones una tras otra y se derrochaba como si no hubiese mañana el dinero de
los madrileños.
Granados le está diciendo a quien fuera su "jefa"
que no quiere comerse el marrón solo y que "no quiere hacerle daño".
Y, de paso, sabiendo que, para él, el mal está hecho, le pide al juez que la
llame a declarar, quizá para repartir el marrón que le ha caído.
1 comentario:
La estrategia del ventilador...
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