Si no se tratase de él y si aquello por lo que tuvo que
pasar ayer no fuese consecuencia de su modo de hacer y el de su partido,
Mariano Rajoy daría pena. Pero no, a nadie puede dar pena quien lleva cinco
años despreciando una y otra vez la democracia y, sobre todo, el diálogo.
La prepotencia del Partido Popular, desoyendo a la calle y a
sus representantes, incumpliendo sus propios pactos, "toreando" con
caros abogados y sucias estrategias "made in Trillo" a la Justicia,
dejando que todo se pudra, que el tiempo que -dicen- manejan como nadie, vaya
asentando las cosas y derrotando a los adversarios, es tiempo que acaba por
convertir todo en estable a base de desgaste, a base de erosionarlo,
dejándolo estar sí, pero en ruinas, desmoronado, esa manera de ero del
"animal que avanza sin moverse" -lo único brillante que ha dicho
Felipe González en mucho tiempo- acaba de pasarle factura. a nosotros también,
en el Congreso de los Diputados.
Ayer, después de haber dejado en el congelador durante meses
el injusto decreto ley de reforma de la estiba, pudriéndose cualquier atisbo de
acercamiento entre la Unión Europea y los trabajadores de los puertos, se
encontró con que, oh sorpresa, no tuvo mayoría suficiente para
convalidarlo, a sólo una semana de que expire el plazo que la Comisión había
dado a España para la reforma. Rajoy parece no haberse enterado de que le han
quitado la apisonadora, el rodillo con el que laminaba sin piedad las
pretensiones de la oposición y sus representados, echando abajo, como muñecos
del pim pam pum cualquier atisbo de esa madurez democrática que tanto invocan,
aunque sólo sea "de. boquilla".
Ayer, no pudo contar, como es lógico, con el voto favorable
de Podemos. Pero tampoco con el del PSOE, con el que ni siquiera se dignó
fingir una negociación, quizá porque sabía que su decreto salvajemente en
contra de los intereses de los trabajadores no podría ser respaldado por un
partido socialista en horas bajas y descabezado. Confiaba en sus aliados
naturales de la derecha, nacionalistas de la derecha como PNV, PDC (ex CiU) o
canarios, también con el de su marca blanca, Ciudadanos, a quienes una y otra
vez ha despreciado, dejándole con "el culo al aire" ante sus
votantes, haciéndole caer en las encuestas, por inoperante o demasiado parecido
a ellos.
Sólo contó con el PNV, con el que está "cambiando
cromos" para aprobar los presupuestos, primero en Euskadi y, enseguida, en
el Congreso, el resto, molesto por tanto desaire y sin nada que ganar prefirió
dejarle sólo con su decreto, materializando por primera vez, no sólo en la
legislatura, sino en muchos años, la fotografía de un gobierno derrotado, sin
mayoría ni apoyos para sacar adelante sus decretos.
Rajoy no ha hecho sino cosechar lo que lleva años sembrando
con sus desplantes y su estrategia de dejar que todo se pudra. Rajoy y el PP se
han quedado en la más terrible soledad, al tiempo que han visto las orejas del
lobo del juego de las mayorías y minorías parlamentarias. Por primera vez se
han dado cuenta de que, si quieren acabar la legislatura, van a tener que hilar
muy fino, pensando en toda esa gente que no les ha dado su voto. Por primera
vez en mucho tiempo, parece mentira que no hayan pensado en ello, van a tener
que cambiar la soberbia y el desprecio por la humildad y el diálogo.
Sin embargo, les va a ser muy difícil cambiar tanto y tan
rápido. Su portavoz en el Congreso, Rafael Hernando, no es precisamente la
encarnación de los buenos modos y el diálogo y, aunque la memoria es lo primero
que se pierde en política, tiene mucho dicho y hecho en contra de quienes
habrían de ser sus interlocutores. Quizá por eso hay ya quien piensa que Rajoy
está por romper la baraja, hacer saltar por los aires la legislatura, y
convocar elecciones. Es muy posible que las gane, más por que otros las pierdan
que por sus méritos, pero debe tener presente que, para cuando puedan celebrarse, su
partido se encuentra inmerso en una dinámica de juicios y sentencias que le
estallarán en las manos y, sobre todo, en los telediarios.
Rajoy y su PP están muy mal acostumbrados y no se han dado
cuenta de que ahora lo que toca es negociar y ceder o perder.
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