Soy periodista y lo soy porque, aunque va ya para diez años
que fui despedido de la Cadena SER por viejo, caro y enfermo, los periodistas
difícilmente dejamos de serlo. Por eso y porque me ayuda a sentirme vivo y en
el mundo, acudo todas las mañanas a esta cita que me he impuesto con vosotros
para expresarme, para dar mi punto de vista sobre lo que pasa y nos pasa, a
veces acertado, a veces no, pero siempre el mío y siempre sincero.
En los años en que ejercí el periodismo desde una redacción,
quizá porque tuve buenos jefes, nunca llegué a sentirme presionado por mi
empresa ni tampoco, salvo deshonrosas excepciones, por partido político alguno.
Es verdad que había simpatía o frialdad, caras largas o sonrisas, amabilidad o
hielo, pero, generalmente, si algo pasaba, quedaba para los jefes que, después,
tomaban sus decisiones y te sacaban o no del seguimiento del partido para el
que resultabas incómodo.
A mí me pudo pasar una vez. Lo recuerdo perfectamente. Tuve
que cubrir una rueda de prensa en la que el entonces secretario general del PP,
Álvarez Cascos, se despachó a gusto con la corrupción del PSOE, de la que dijo
que era la más grande habida nunca en España. Yo, le pregunté si tanto como la
que se produjo en torno a la guerra de África o la posguerra y es que entonces
no habíamos oído nada de Gürtel ni de Púnica. No me contestó, pero recuerdo que
me miró mal. Mandé mi crónica telefónica para el boletín correspondiente y
regresé a la emisora.
Para cuando llegué, apenas los quince o veinte minutos de
caminata entre Génova 13 y Gran Vía 32, mi jefe inmediato, mi querido y llorado
Gerardo González, me preguntó qué había pasado, porque había recibido una
llamada del PP para pedir mi cabeza. Gerardo me dio la razón y la cosa, para
mí, no tuvo consecuencias, porque él era también periodista, un buen periodista,
al que debo mucho de mi oficio, al que, cuando los tiempos cambiaron, por ser
como era, buen periodista y buen hombre, las cosas no le fueron bien. Porque,
poco después, la redacción comenzó a estar más controlada y, aunque yo ya lo
viví dese fuera, no era raro que quienes confeccionaban los boletines tuvieran
que escribir al dictado de algún jefecillo que otro.
Supongo que ahora, con la degeneración del mercado laboral
en la profesión, todo eso que os cuento es aún peor, las relaciones laborales
se han deteriorado más y la falta de puestos de trabajo es una hipoteca para quienes
se ganan la vida haciendo de intermediarios entre lo que pasa y los ciudadanos.
Pero esa terrible situación ni compensa ni justifica lo que está ocurriendo con
los compañeros que se han dirigido a la Asociación de la Prensa de Madrid, para
solicitar su amparo ante el acoso, personal, telefónico y en las redes que
están sufriendo por parte de dirigentes y militantes de Podemos. Lo uno está
mal, muy mal, pero lo otro es aún peor, porque lleva al terreno personal, más
aún lleva el castigo por sus "pecados" a la vida privada. Todo un
escrache silencioso y constante a quienes no informan al gusto de los
dirigentes del partido al que yo, y los míos, hemos votado.
Podría elaborar toda una teoría sobre la autoría intelectual
de esta traslación del escrache a poderosos a los periodistas a los que se
quiere denunciar, pero prefiero no hacerlo. Me conformo con apuntar que Podemos
se equivoca gravemente al hacerlo, porque, cuántas veces habrá que decirlo, si
lo que pretende Podemos es transformar este país, lo tendrá que hacer desde las
instituciones, con los votos de los ciudadanos y no con la fuerza, la fe ciega
y la presión de aquellos a los que ya ha convencido.
En otras palabras: si lo que pretende es una revolución, que
se despida. Ya sé que es más divertida y, para los que gustan de emociones
fuertes, esa guerra de guerrillas, esas vistosas "acciones" de manual
revolucionario, es más vistosa que los tedioso plenos y las horas de
despacho.
Podemos debería ser consciente de que mucho de lo que es, de
lo que pudo ser, se lo debe a la prensa.
Y debería ser consciente de que, Ferreras y otros como
Ferreras, que no da puntada sin hilo, grueso, pero hilo, les utilizaron, para
conseguir audiencia y para hacerse con un marchamo, de pluralistas y
comprometidos. Podemos debería ser consciente y aprender de los errores, debería
enseñarle los dientes a quién se los debe enseñar, no a los redactores que
cubren su información. Debería ser consciente de que el pensamiento se forma
con la experiencia, no con las consignas y, sobre todo, debería darse cuenta de
que culpar de todo a la prensa, regañar a los "plumillas", no cambia
la realidad que es muy tozuda. Ahí tenéis a Rajoy negando la Gürtel con medio
partido en el banquillo o en la cárcel.
Cuando comenzaron a publicarse las informaciones sobre los
cobros irregulares para no pagar como debía a Hacienda de Monedero, aquello no
era más que un montaje, según Podemos. Cuando surgió el debate sobre la venta
de la vivienda protegida de Espinar, también fue sólo un montaje, aunque ahora
parece que otro Ramón Espinar, el padre con tarjeta black tuvo mucho que ver en
la operación.
Cuando comenzó a hablarse de las disputas entre Iglesias y
Errejón se dijo que todo era exagerado para dañar al partido... y así un
listado interminable de "malas prácticas" de los malvados y cobardes
periodistas que, ahora, "de forma anónima buscan cobijo bajo el ala de la
Asociación de la Prensa", Desgraciadamente, es cita de la respuesta de u
seguidor de Podemos a una información que enlace en mi muro de Facebook.
Podemos debe mucho a la Prensa y, si entre sus
dirigentes hubiese algo de sensatez, debería cambiar su actitud para con ella,
debería dejar de echar broncas a los periodistas en público, debería dejar de
sacarles los colores por el tipo de abrigo que llevan o dejan de llevar y
deberían dejar de vivir y de pretender que su militancia viva en una realidad
paralela que poco o nada tiene que ver con la que vivimos todos. Deberían ver a
los periodistas como las víctimas de la crisis que debieran ser unos de sus
mejores aliados. Nunca atentar contra su dignidad o, lo que es peor, contra su
tranquilidad. Así, con estos otros escraches, con estos otros cobardes
escraches en las redes, con esos "así no, compañero periodista" no
van a ningún sitio, porque quienes les crean serán los más convencidos, pero
serán cada vez menos. Evidentemente Podemos tiene en la prensa, no en los
periodistas, un enemigo, pero su peor enemigo lo tiene dentro.
3 comentarios:
Realmente genial...
Muy buen artículo, si señor.
Sin duda, el enemigo lo tienen dentro. Interesante tu artículo/reflexión.
Publicar un comentario