martes, 8 de noviembre de 2016

¡¡FELICIDADES, SUSANA!!


Nadie, ni siquiera el más maquiavélico de los analistas, hubiese podido imaginar que el desplome del PSOE en las encuestas y quizá en las próximas elecciones se hubiese trabajado desde dentro, como se ha trabajado desde Andalucía, con el acoso nada fraternal a que han sometido la taimada Susana Díaz y sus leales al primer y único secretario general elegido directamente por la militancia que ha tenido el partido.
De todos es sabido que Pedro Sánchez no era más que el hombre de paja que propuso el aparato del PSOE para mantenerle caliente la silla a la presidenta andaluza, mientras cumplía con sus electores andaluces y con sus proyectos personales, de todos es conocida aquella frase en la que Susana Díaz decía de Sánchez algo así como "este chico no vale, pero nos vale" y, es que, no hay que olvidarlo, el candidato era un hombre de paja, de usar y tirar, con el que hacer la travesía del desierto a la que un Alfredo Pérez Rubalcaba desganado y desconectado de la realidad, de la calle y de las demandas de sus propios votantes, había condenado al PSOE.
De Pedro Sánchez se esperaba que aceptase ser un hombre de paja, un pelele desechable, para que, en su momento, la reina del Sur cabalgase triunfal, más que al despacho de la calle Ferraz, al palacio de La Moncloa. Pero el chico guapo llegó a creérselo, los baños de multitud, los besos y los abrazos de los militantes hicieron mella en él. Se sintió importante y lo fue, porque le tocó defender las siglas del PSOE disputando su espacio por primera vez frente frente a una izquierda con posibilidades y lo hizo.
Y es que la letanía repetida por sus enemigos dentro del partido, la de que sus resultados, el 20-D y el 26 de junio, fueron los peores en la historia del PSOE, es del toso falsa, porque lo cierto es que, hasta diciembre pasado ningún candidato vio como florecían millones de votos a su izquierda y, si restamos a los resultados de Rubalcaba los millones de votos conseguidos por IU, las mareas y Podemos, solos o agrupados, aunque sólo fuesen la mitad, los números de don Alfredo quedarían bastante por debajo de los de Sánchez.
Pero, como digo, Pedro Sánchez acabó gustándose y, cuando le vimos defenderse de todo ese fuego amigo y mediático que pretendía forzarle a la traición a sus votantes, acabó gustándonos también a quienes, hasta entonces, no le tomamos en serio. Y es que comenzamos a parecía en él una virtud nada común en nuestra clase política, la dignidad.
Y mientras esto pasaba, Susana Díaz, la que, aferrada a la tradición de su partido en Andalucía y la de personajes como el montaraz Rodríguez Ibarra o su sucesor Fernández Vara, la de anteponer una idea absurda de España a los verdaderos intereses de los españoles, porque eso da muchos votos en "la tierra de María Santísima", hizo lo imposible para evitar que Sánchez alcanzase un acuerdo de gobierno, posible, con las fuerzas nacionalistas, pero, sobre todo, con Podemos.
Y esa es la clave, ni a Susana Díaz, ni al aparato del PSOE de toda la vida les interesaba un gobierno con los "podemitas", un gobierno que pudiese limar hasta dejarlas romas las hirientes aristas sobre las que tendrían que caminar los españoles, aristas afiladas por el PP, la UE y un PSOE entregado a favorecer a las grandes empresas en cuyos consejos sienta a sus viejas glorias.
Por eso, en un gesto de pánico histérico, Susana y los suyos culminaron la obra iniciada por Zapatero con la reforma del artículo 135 de la Constitución, ese que nos entregó atados de pies y manos a los minijobs, el copago sanitario, las no becas y la desigualdad. Por eso tomaron al asalto, primero la Ejecutiva y, luego, el comité Federal del PSOE. Por eso dieron su abstención a Mariano Rajoy para que pudiera culminar su obra de jibarización de los españoles. Y, por eso, los españoles han vuelto la espalda a un partido, el PSOE, que, de momento, es suyo, pero, no hay que olvidarlo, mucho más pequeño y con menos futuro.
Felicidades, Susana, según el CIS  realizado después del "asesinato en el Comité Fereral", lo has conseguido. Te has cargado tu partido y, con él, la esperanza de que vuelva a haber un gobierno de progreso en España, porque, en el fondo, era eso lo que querías ¿verdad?