lunes, 7 de noviembre de 2016

AQUÍ YA VOTAMOS A TRUMP


Qué curioso. Si uno sigue la actualidad de las últimas horas, pareciera que los norteamericanos son una especie de trogloditas montaraces e incultos, capaces de elegir como presidente de su país a un energúmeno tramposo, boquirroto y faltón, cuya principal virtud es haberse atrevido a bordear la ley y hacerlo desde el otro lado, desde el lado oscuro de quien no la respeta y sólo se acuerda de ella para usarla en beneficio propio, capaces de poner la economía y los ejércitos más potentes del mundo, al menos así era hasta hace poco, en manos de un lunático como Donald Trump.
Nos creemos importantes y mejores que los estadounidenses, porque nos creemos a salvo de caer en ese delirio y, sin embargo, no hace tanto que, a la escala pertinente, aquí hicimos lo mismo, porque no hace tanto que aquí hicimos a Jesús Gil alcalde de Marbella y virrey de la Costa del Sol. Y no sólo eso. También hicimos eurodiputado a Ruiz Mateos, alcalde de Valladolid a Javier de León de la Riva o ministro de Agricultura y comisario europeo a alguien tan machista o más que los nombrados como el inefable Miguel Arias Cañete, tan capaz de despreciar a su rival femeninas como de hacer negocio, él o sus ex socios, con el suministro de combustible a la flota rusa camino del escenario del martirio sirio.
No es fácil entender que nos está pasando a uno y otro lado del Atlántico. No es fácil si nos dejamos arrastrar por la marea consumista de esa televisión infame que vierte todas las sobremesas y todas las noches en nuestras casas esa basura amorfa de gritos, malos modos, gestos soeces, insultos, mentiras y simplismos que atrofian nuestro espíritu crítico, para preparar nuestra alma y nuestro entendimiento para mensajes tanto o más soeces, mentirosos o simplistas, esta vez desde los atriles y las mesas de la política.
Quizá sin darnos cuenta, nos han ido moldeando a su gusto planchando nuestra corteza cerebral a base de culos, pechos y morritos siliconados, "chefs" chillones y crueles, concursantes y famosos sin oficio ni beneficio, capaces de "venden" su imagen vulgar y su nada, para hipnotizar a las masas que tienen la desgracia de pararse ante el televisor.
Lo entendió muy bien  Silvio Berlusconi que, con su imperio televisivo, consiguió gobernar una Italia desengañada y cansada del matrimonio entre la Democracia Cristiana y la Mafia, ampliando su gran imperio empresarial y su influencia, hasta el punto de exportar el modelo a otros países, entre ellos el nuestro, porque no hay que olvidar que aquellos programas infumables de las tardes, no sé si de los sábados o los domingos, en los que aparecía en la televisión de Berlusconi entre las burbujas de un yacuzi, rodeado de culos y bebidas, repartiendo a diestro y siniestro, arando el campo en el que acabarían floreciendo sus votantes y los negocios de su familia. Todos ellos en la televisión de la ONCE, cuando dirigía la organización Miguel Durán, al que podemos ver estos días, en el papel de abogado defensor del número dos de la trama Gürtel y dirigente en su día del PP gallego.
Es así de triste, fenómenos como el de Trump o Gil, prácticamente calcados uno de otro, son el resultado de algo que hace tiempo nos viene pasando. Como escribía el otro día Elvira Lindo, hemos dejado de ser ciudadanos para ser audiencia. Del mismo que hemos dejado de ser viajeros para ser clientes, de ser enfermos para ser usuarios de la Sanidad, algo que va más allá de un simple cambio de palabras, porque detrás de todo, se esconde una enorme falta de respeto Hacia quien sólo es visto como fuente de negocio.
Lo de Trump, insisto, no es nuevo. Ya lo hizo aquí Jesús Gil. Y Berlusconi en Italia. Lo hizo, incluso, Hitler en Alemania. Basta con identificar las insatisfacciones de los ciudadanos y decir que todos los demás mienten. Luego, alguien les da un programa de televisión o un micrófono para difundir sus charlas y sermones. Lo demás viene solo y ya es Historia.