La verdad, no sé de qué nos quejamos.
Vivimos en un país en el que quien ha resultado investido presidente con una
mayoría suficiente para gobernar, pero no para hacerlo como antes solía, se
toma, después de meses metiendo prisa a diestro y siniestro, casi una
semana para formar un gobierno que sabía de sobra que le iba corresponder
encabezar, un país en el que las pensiones solo parecen garantizadas hasta el
año que viene, un país en el que, sin embargo, la noticia del día, la que abrió
ayer y abre hoy la portada de diarios e informativos de todo tipo, la que más
se discute, se analiza y se mastica hasta la náusea en tertulias de todo tipo,
es la de que un senador, de Podemos, eso sí, "ganó" treinta mil
euros, menos de veinte mil en realidad, tras vender un piso de promoción
pública que nunca llegó a ocupar, que le había sido adjudicado
discrecionalmente por la promotora y para el que dio una entrada de cerca de
sesenta mil euros.
Qué bien. Con el "caso Espinar"
ya no tenemos por qué ocuparnos de "la Gürtel", ni de "la
Púnica", ni de "la Taula", ni, mucho menos, de "los
ERE" de los antecesores de Susana, no. Tampoco sobre la muerte en un
atentado previsible y evitable de policías españoles en Kabul, unas muertes tan
absurdas como las de las víctimas del Yak.42, que nos demostraron hasta qué
punto puede ser inhumano, cínico y despreciable un "buen cristiano"
como Federico Trillo. Ni siquiera tenemos que preocuparnos porque haya vuelto a
crecer el paro, ni porque los parados sin protección son cada vez más o porque
el noventa por ciento de los empleos creados son temporales que, en su mayoría,
sustituyen a empleos fijos destruidos por la crisis.
Unos y otros no tienen por qué
preocuparse, los crímenes de Ramón Espinar son tan execrables que borran cualquier
asomo de culpa que pueda haber en otros. Ni corruptos, ni ladrones, ni
empresarios desalmados, ni ministros que anteponen los presupuestos a la vida
de quienes tienen a su cargo, de qué preocuparse. Un "podemita" del
entorno de Pablo Iglesias, politólogo como él, Ramón Espinar, ganó en mueve
meses, dicen, un beneficio que para sí quisieran los mayores especuladores
¿estarán refiriéndose a Amancio Ortega que ayer cobró más de medio millar de
euros en dividendos? y eso es un escándalo tan grande como parar rotativas y
dedicarle programaciones enteras.
El caso es que, ayer, Espinar tuvo que
desnudarse ante la prensa, tuvo que hablar de sus precarios ingresos de hace
siete años, de su abuela, de sus padres divorciados, del origen del dinero que
le prestaron para "meterse" en la compra del piso, de lo que hizo con
las ganancias de la compra venta y qué sé yo más. Y todo porque a la mujer del
césar, más si es de Podemos, no le basta con ser honrada y parecerlo. Tienes
que ser, además, pobre y renunciar a operaciones que, para cualquier otro
mortal son habituales.
Quién no ha comprado su piso con la ayuda
de sus padres, en metálico en avales de esos que, luego, a más de uno le ha
costado su propio piso. Quién no vive, como es mi caso, en una vivienda
propiedad de la familia. Es lo más natural. Los hijos necesitan independizarse
y los padres, cuando pueden, les ayudan a conseguirlo. Sé de familias numerosas
y enteras, en las que cada hijo ha disfrutado un piso facilitado por sus
padres. Pero también sé de otras familias, en las que, además de un piso, al
hijo, a los hijos, se les garantiza un negociete a costa de los pisos de otros.
Estoy hablando, sí, de José María Aznar Botella, consejero de Génova Gestión
Inmobiliaria Integral, empras relacionada con el "fondo buitre"
Blackstone, uno de los beneficiarios de la venta de casi 2000 viviendas
sociales a precios por debajo del mercado, aprobada por su señora madre, Ana
Botella, cuando era alcaldesa de Madrid. Es un caso parecido, porque, al fin y
al cabo, lo que uno pretende siempre -es ironía, claro- es el bien de sus
hijos, aunque ese bien suponga el desahucio de decenas de familias de las que
ocupaban los pisos "regalados" a sus amiguetes. Pero, claro, de eso
no hablamos ¿verdad?
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