No hace aún una semana, me escandalizaba ante la actitud de
determinada prensa y la de bastantes opinadores, para los que la declaración de
Francisco Correa en la vista oral del juicio a la trama Gürtel exculpaba a
Mariano Rajoy de la misma. Recuerdo que escribía que bastaba con seguir las
hebras que el principal acusado había dejado al descubierto al hablar de
actividades de la trama en Valencia y de determinados ministerios que
adjudicaban obras y contratos previa mordida. Para mí, como, supongo, para
muchos ciudadanos, está claro que, de la declaración del gestor de la trama que
otros dirigían o, al menos, aprovechaban, se desprenden elementos suficientes
como para, tal y como he escuchado en tantos juicios, deducir testimonio y
abrir nuevas diligencias.
Lo mismo que yo pensó la acusación encabezada por el abogado
Benítez de Lugo, que no tardo en pedir que fuesen llamados a declarar Mariano
Rajoy, varios de sus ministros y los responsables de las constructoras citadas
por Correa, entre ellos, el galáctico Florentino Pérez y el filo popular Villar
Mir.
Pero, señores, parece que lo que es evidente y lógico en la
calle no lo es puertas adentro del tribunal, que lo que es flagrante para la
gente de a pie deja de serlo para quienes se visten la toga.
Finalmente, los magistrados optaron por no atender la
petición de la acusación, remetiendo en el tejido de la trama esas hebras que
el acusado había dejado al descubierto para quien quisiese tirar de ellas. Mal
asunto para quienes aún creemos en la justicia, comprobar que algunos jueces
prefieren la tranquilidad de una carrera bien encaminada a los quebraderos que
conlleva una actitud valiente, por no decir decente, como la que tuvo en su día
el hoy represaliado Baltasar Garzón.
Es triste, pero es así. Lo que es lógico y evidente en la
calle no lo es allá donde habita el poder, sea éste el de quien decide sobre
vidas y haciendas o el que reciben por periodos de cuatro años aquellos en
quienes confían los ciudadanos, para que gestionen su bienestar y su futuro. Es
triste comprobar que quienes suben un escalón, por pequeño que sea, olvidan de
inmediato a quienes quedan abajo, en la calle y, lo que es peor, cierran sus
ojos y sus oídos a cuanto pueda venir de ella.
No hay más que ver en qué manera está resolviendo, es un
decir, la gestora del PSOE la tremenda crisis abierta en el partido por la impaciencia
de quienes en él sirven a los inconfesables intereses de las grandes empresas o
los no menos siniestros de quienes estando en teoría al servicio de todos los
que pagamos nuestros impuestos, en este asunto, han trabajado sólo para una
parte, la más alejada de los intereses de los de abajo. Pero, si, además,
buscamos a alguien tan taimado y ambicioso como Susana Díaz, capaz de poner
patas arriba un partido de más de un siglo para cumplir con su objetivo, aunque
sea costa de convertirse en la marioneta de otros más taimados y ambiciosos que
ella.
Ella, que acompañándose de los correspondientes mohines se
llenó la boca de palabras como unidad y se ofreció para recoser lo que ella
misma había desgarrado, no ha parado en prendas a la hora de enfrentarse y someter
a quienes no comparten sus planes y prefieren poner a salvo lo que queda de la
dignidad de un partido que se ha dejado mucha sangre, mucho dolor y mucha
cárcel para llegar a ser lo que es y lo que ha sido.
A Susana Díaz y sus "mariachis" de dentro y fuera
del partido no les importa lo que pueda ocurrir de aquí a unos años. Sólo viven
el presente, sólo les preocupan las prisas por poner a salvo los negocios y las
relaciones que un posible fin del cómodo statu quo en que ha vivido pondría en
peligro.
En fin, está claro que nuestra lógica tiene poco que ver con
la de quienes, con o sin urticaria, tocan poder.
2 comentarios:
Bravo!!!
Un abrazo
Muy bien expresado...
Saludos
Publicar un comentario