viernes, 21 de octubre de 2016

POLÍTICA Y SINCERIDAD


Creo que, en la crisis del PSOE, que es algo más, bastante más, que la crisis de un partido ha faltado y falta sinceridad, mucha, por parte de todos. En mí mismo, sin ir más lejos. Y si me falta sinceridad es porque la aversión que ha crecido en mí en los últimos cuatro años, quizá por haberle votado durante tres décadas, me impedía expresar con claridad al temor que también está creciendo en mí a que el gran partido de la izquierda española que ha sido el PSOE pase a ser irrelevante o, lo que es peor, a quedar en manos tan sospechosas como las de Susana Díaz y su orquesta.
Creo que no sería bueno, porque la irrelevancia del PSOE echaría a muchos votantes moderadamente de izquierda en brazos del PP o de cualquier otro partido creado por la banca y el capital especulativo para que defienda sus intereses camuflado en el territorio del reformismo. No sería bueno, porque tal cosa llevaría, además, a una radicalización del electorado para la que, sinceramente lo creo, este país no está aún preparado. Ese es, lo confieso, mi gran temor, porque no acabo de fiarme de la sensatez de algunos líderes de la "nueva izquierda", como Pablo Iglesias.
Siempre he defendido que, socialmente, este es un país si no de izquierdas, sí progresista. No hay más que ver la facilidad con que los españoles han asumido los grandes cambios que, como la aprobación del matrimonio igualitario, afectarían a esa pretendida moralidad conservadora y rancia que siempre se nos había atribuido.
La actitud para con los inmigrantes, para con los refugiados de Siria y otros países martirizados, la tolerancia con las distintas religiones, la normalidad con que, salvo las deshonrosas excepciones, que todos conocemos, se convive con las distintas maneras de vivir la sexualidad de cada uno, en fin, las expresiones del alma tolerante y solidaria que, creo, tenemos los españoles, merecería una izquierda seria y preocupada más que por rencillas internas, por transformar la sociedad y por mantener en pie lo ya conquistado, no una izquierda insensata u otra que camina peligrosamente por el dorado filo que separa los principios de la vida regalada de los poderosos.
Y si esa era la sinceridad que yo os debía, lo que nos deben a todos, votantes y no votantes, quienes acaban de tomar al asalto el poder en el PSOE es que, de una vez se sinceren y dejen claro si todo este daño, tanta decepción y tanta sangre, metafórica, derramada de tantos hermanos merecían la pena por España, los españoles, que no es lo mismo, los militantes o la dirección del partido.
Creo que, quienes desde el PSOE justifican la abstención diciendo que unas terceras elecciones serían algo peor, deberían aclararnos si lo que pretenden con ella es impedir que Rajoy remate su jugada con una mayoría absoluta que hasta ahora le han negado las urnas o si lo que pretenden evitar es que su partido sea superado por Podemos, descendiendo un escalón del que nunca se había apeado desde que recuperamos la democracia.
No sé qué sería peor, un Partido Popular gobernando con una oposición fuerte, en teoría la más fuerte que haya tenido nunca, con un PSOE enfrentado a él y colaborando con Podeos y el resto de grupos o unas nuevas e inciertas elecciones, en las que el PSOE se viese relegado, por su falta de empatía con la calle y por sus propios errores, a dejar de encabezas la oposición. Lo que sí sé es que en absoluto me fío de personajes como Susana Díaz, más, si, como parece, piensa dirigir el partido y el grupo parlamentario desde la sombra, confundiendo la tribuna del Parlamento Andaluz con el de Ferraz y viceversa, del mismo modo que Pablo Iglesias, confunde las necesidades de su ego con las de sus votantes y el parlamento, sus posibilidades y sus reglas, con la calle.
Lo que sí sé es que este país, su gente, no merecen que, aquí, cada uno vaya a la suya, que unos y otros se engañen y nos engañen, confundiendo sus propios intereses con los del partido o los de los ciudadanos. Por eso, insisto, creo que lo más imprescindible, lo que, desgraciadamente, más echo de menos en la izquierda es que unos y otros, especialmente en la izquierda, se digan y nos digan la verdad. Sé que política y sinceridad prácticamente son, en sí, términos antitéticos, pero me gustaría que dejaran de serlo.

2 comentarios:

Marisa dijo...

Yo también echo de menos que se diga, nos digan, digamos la verdad. La sociedad española, más que progresista es pasota. Un escándalo, por muy vergonzoso que haya sido o lacerante, al cabo de muy poco tiempo se ha diluido, si no olvidado. Tanto es así, que el partido liderado por Mariano Rajoy es inmune a los escándalos y a las decenas de imputaciones que arrastra. Estamos llegando a cotas de superficialidad descorazonadoras. Muchas veces, o quizá la mayor parte de las veces, la sociedad española no asume, ni tolera ni se solidariza, simplemente no se significa.
En cuanto a la “nueva izquierda”, quizá llevamos tanto tiempo en una izquierda tan ambivalente que se nos ha olvidado lo que era la “vieja izquierda”.
Un saludo

Mark de Zabaleta dijo...

Es lamentable que la izquierda no sepa organizarse y se pierda en disputas de poder partidista...