Dicen de Javier Fernández, el presidente de la gestora que
se ha hecho cargo del PSOE tras la forzada dimisión de Pedro Sánchez, que es un
hombre calmado, justo y equilibrado. Calmado quizá lo sea, pero, en cuanto a
las otras características señaladas, no puedo olvidar que Susana Díaz, la jefa,
en el sermoncillo que "soltó" a los suyos en Sevilla, horas antes de
su asalto a Ferraz, señaló al que iba a ser el gestor de todos los socialistas,
recordando la historia de amor de sus padres, que se conocieron en un campo de concentración
antes de casarse y tener un hijo que acabaría siendo presidente de Asturias.
No me puedo olvidar de esas palabras, porque dejaban claro
que el aparato que se esconde tras la presidenta andaluza ya le había bendecido
con su predilección para el trabajo sucio, no puede ser considerado de otra
manera, de torcer la voluntad de votantes y militantes socialistas, para acabar
dejando paso libre a Rajoy, el presidente de los recortes y de la brecha
social, para un nuevo mandato en la Moncloa.
Y doy fe de que lo está cumpliendo, porque, con ese
"manejo de los tiempos" tan propio, dicen, de Mariano Rajoy, está
diluyendo, o al menos eso intenta, el debate entre las bases socialistas,
bajando la presión, poniendo al partido, como se hace con una olla a presión
demasiado caliente, bajo el grifo del tiempo, para poder servir el cocido de la
abstención en la mesa de la investidura en el momento más apropiado, no vaya a
ser que los nuevos gestores del partido se encuentren con la sorpresa de unos
garbanzos deshechos o, por el contrario, demasiado duros, tanto que, como en el
comedor de un colegio, acabasen sirviendo de munición para las peleas entre
compañeros.
Estamos a veinte días de saber si, finalmente, se celebra la
investidura y Rajoy sale de ella presidente o si, por el contrario, se convocan
nuevas elecciones. Lo malo es que en esos veinte días pueden pasar y están
pasando muchas cosas, dentro y fuera de los tribunales. Está pasando, por ejemplo,
que desde Europa ya no se cortan en criticar al gobierno "amigo" de
Rajoy, por su desidia a la hora de presentar los presupuestos, ahora que con un
PSOE cautivo y derrotado, el asunto es más del PP que nunca, o por sus promesas
huecas y sus compromisos incumplidos a la hora de combatir la corrupción tal y
como le exigen las reglas de convivencia en Europa.
Estamos a veinte días de que acabe el plazo y, en la
Audiencia Nacional, nada, salvo la petición más que utópica de dos de las
acusaciones para llevar al propio Rajoy ante los magistrados, nada, ha salido
al gusto del PP. No se ha anulado el proceso, se le mantiene como acusado, no
se deriva la culpa a las agrupaciones locales que actuaban como recaudadores y,
a partir de hoy, comienzan a declarar los testigos que más tienen que ganar si
se avienen a colaborar con el tribunal, revelando aspectos ocultos del caso.
Por si fuera poco, ayer, el diario EL MUNDO publico el
manual de instrucciones para concejales corruptos, distribuido por el PP entre
sus representantes municipales, para disimular los donativos irregulares sin
despertar el celo del de por sí poco celoso Tribunal de Cuentas. Todo le viene
mal al PP. Todo le está levantándole las alfombras, dejándole desnudo, no ante
sus votantes, a los que ya tiene "en el bote", sino ante los votantes
y militantes del PSOE, pero, sobre todo, ante los diputados que han de decidir
con su voto en el Pleno si se deja gobernar o no a Rajoy.
Javier Fernández está empeñado en camuflar el dilema que
existe entre la abstención o el NO, para dejarlo en abstención o hundimiento
electoral. No quiere y lo rehúye, el debate interno, por eso no quiere a los
barones reunidos y los ha convocado de uno en uno. Y, todo, dejando correr el
calendario para que no se pueda resolver el dilema poco a poco y la decisión
tengan que tomarla los diputados en apenas unas horas, deprisa, deprisa.
1 comentario:
Manipulación en estado puro...
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