No hay vuelta de hoja. Los ciudadanos españoles han
castigado con su voto o con su abstención a quienes desperdiciaron hace cinco
meses la oportunidad de constituir un gobierno capaz de impulsar el cambio que
este país, mejor dicho, la gente de este país, necesitan para vivir con
dignidad, tanto como el aire que respira.
El cambio que reclamaba Pedro Sánchez en su campaña lo tuvo
en su mano, ese cambio del SÍ que pedía, a gritos a veces, lo tuvo en su mano y
prefirió decirle NO, porque él o sus padrinos tuvieron miedo de
emprenderlo con quien podían y prefirieron esconderse tras el escudo naranja
que puso a su disposición Albert Rivera, con la esperanza de ser el lazo de esa
"gran coalición" tan querida por las grandes corporaciones y por el
estómago neo liberal de la UE que lleva tantos años comiéndose la merienda de
los trabajadores y las clases medias de Europa.
Lo tocamos con la punta de los dedos, pero les dio miedo.
Les dio miedo tener que ponerse manos a la obra para corregir tantas
injusticias como se han "perpetrado" en este país desde que, va ya
para cinco años, el Partido Popular tomó, por un ataque de cuernos de los
españoles, las riendas de este país. Lo tuvimos en la pinta de los dedos y el
PSOE tampoco Podemos tuvo la grandeza de compartir el nuevo diseño de este país
con una fuerza emergente que sorprendió a propios y extraños tiñendo de morado
una gran parte del hemiciclo del Congreso.
Pero tampoco tuvo Podemos la grandeza o la cintura
necesarias para borrar sus "líneas rojas" o para no traspasar las de
los otros, haciendo gala de una intransigencia que frustró el sueño de tantos
con la vana esperanza, así se acaba de demostrar, de crecer y crecer hasta
sobrepasar a los socialistas y así forzar un gobierno con su presidencia. Una
intransigencia, la suya, que sumada a la de Ciudadanos conllevó el bloqueo a un
pacto imposible, en el que los socialistas mostraron a las claras su cara más
conservadora, que la tienen, y el peso que, también en el PSOE, tienen las
grandes corporaciones.
Todos, en mayor o menor medida, han recibido su castigo en
las urnas. Así, el PSOE de Sánchez ha abierto más la herida por la que se
desangra, perdiendo cinco escaños más, a pesar de que mejora sus resultados en
algunas provincias. Ha perdido Albert Rivera que se ha dejado casi la cuarta
parte de sus diputados en esta "segunda vuelta" de aquellas
elecciones de diciembre y ha perdido, sobre todo y a pesar de mantener sus escaños,
la coalición Unidos Podemos que, a pesar de conservar el mismo número de
escaños, se ha dejado un millón de votos en la "aventura".
Todos han perdido. Todos han tenido el merecido castigo a
sus pecados en las urnas. Todos, menos el PP que, siguiendo la pauta de
conducta de su líder, el inmutable Rajoy, ha recibido más de una veintena de
diputados como premio a su inmovilidad, como las arañas, los reptiles y los
pulpos reciben el premio de su presa tras horas de permanecer inmóviles en su
rama, en su cueva o pagados al fondo, aguantando casi la respiración hasta que
tienen a su víctima a su alcance y lanzan sobre ella su lengua pegajosa o
envenenada, su aguijón o sus tentáculos.
El PP ha sido el único partido que no ha sido castigado en
las urnas. Más bien al contrario. Por eso, tenemos que confiar en que su
castigo sea de otra índole, por ejemplo, el castigo judicial a todos sus
"crímenes", que son muchos y muy variados. Crímenes de corrupción,
crímenes electorales o esos otros crímenes de Estado, los más odiosos, en los
que pone a su servicio las fuerzas policiales o las de la Justicia a su
servicio.
Un castigo merecido, en el que la prensa debiera jugar un
papel primordial, aunque, después de escuchar al ministro Fernández Díaz y el
indeseable director de la Oficina Anti Corrupción de Cataluña, pasando revista
a sus huestes periodísticas, a uno se le desvanezcan las esperanza. Todos hemos
sido castigados, nosotros también, porque hasta que no aprendamos que, por un
escaño, la derecha moviliza asilos y conventos, y que, con la abstención, los
primeros castigados somos nosotros, no habrá nada que hacer.
1 comentario:
Somos de pandereta...
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