"Ahora que vamos despacio, vamos a contar
mentiras" dice una vieja canción infantil. No sé si vamos despacio o vamos
deprisa. Lo cierto es que estamos en campaña electoral y nunca como en campaña
se ofende más y más evidentemente a la verdad. No hay más que ver o escuchar
los debates que en estas fechas enfrentan a los representantes de los distintos
partidos en radios y televisiones, Y es que no pueden ser verdad una cosa y la
contraria y, en ellos, se dicen continuamente y sin rubor una cosa y la
contraria.
Eso, por un lado. Por otro, ese refugiarse en el arcano, en
el misterio de las cuantas de Bruselas, aún más difíciles de explicar que el de
la santísima trinidad, al que el ministro De Guindos recurrió ayer mismo en el
debate sobre economía ofrecido ayer en la Sexta, para no verse obligado a
explicar cómo va a eludir España la multa que le corresponde por incumplir el
control del déficit a que él mismo se comprometió. No lo explicó, pero lo dijo.
Lo dijo el ministro del gobierno -gobierno, no país- al que
"apadrina" la neoliberal Bruselas, dejando para después de las
elecciones la sanción que pondría en evidencia, una vez más, la política
económica de un gobierno obediente que acata sin apenas rechistar las órdenes alocadas
e injustas que han hundido a gran parte de la otrora floreciente clase media de
este país,
Mienten en eso, especialmente el partido del gobierno, como
mienten cuando dicen que recortan y recortarán los impuestos equitativamente y
lo hacen después de haber subido el IVA de tantas cosas esenciales para pobres
y ricos, mientras reducen el IRPF, también "equitativamente", a unos
pocos ricos muy ricos y a millones de pobres o casi pobres, dejando claro que,
en la conciencia y en la boca de De Guindos, son lo mismo las decenas de miles
de euros que se rebajan a uno pocos privilegiados y los apenas cincuenta que
dejarán de pagar, si es que dejan de pagarlos, los millones de trabajadores
sometidos a una nómina.
Dudo que, en tanto debate, con tanta "verdad" confrontada,
los votantes puedan llegar a conclusiones más o menos claras. Más bien al
contrario, creo que estos señores apenas convencerán a unos pocos, porque
hablan sólo para sus respectivos convencidos y, difícilmente, creen en sus
propias mentiras. Por eso, lo que deberíamos exigir de cada uno de los
espectadores u oyentes es que, como los seres inteligentes que se suponen que
son, comparen lo que les prometen o dicen que van a hacer o han hecho con su
voto con su propio día adía, con su propia realidad.
Se lo pediría especialmente a los pensionistas, a los que
descaradamente se les dice que en estos cuatro últimos años se les ha subido
por ley su pensión, pero no se les dice que sólo un 0.25 %, cuando, desde que
gobierna el PP, se les cobran las medicinas, no ha dejado de subírseles la luz
y el gas, se les recortan, cuando no se les niegan, las ayudas a la dependencia
y, por si fuera poco, tienen que hacerse cargo de las comidas y meriendas de
los nietos y, muchas veces, también, años después de crear su propio hogar, de
los hijos.
Nos van a contar muchas mentiras, bienintencionadas o
aviesas. Nos van a pintar el paraíso si ellos gobiernan y el infierno, si lo
hacen los otros. Tomar una decisión escuchándoles va a ser más que difícil.
Por eso os recomiendo un ejercicio. Elaborar un cuadro de honor de cada
uno de los partidos, real o imaginario, en el que coloquéis la foto de sus
personajes más destacados, y, bajo cada foto, lo que dijeron que iban a hacer
en anteriores campañas y lo que finalmente han hecho, Repasar antes de dormirse
estos "cuadros de honor", ayudará sin duda a definir el voto. Eso, y
olvidarse de promesas que no exijan sacrificio, ni, mucho menos, las que dejan
de lado lo que dice la Constitución respecto a trabajo, vivienda, educación y
sanidad. Lo demás son liebres corriendo por el mar y sardinas por el monte.
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