Es difícil aún, a estas alturas, explicar, explicarse, los
pros y los contras. las consecuencias, de la decisión tomada ayer por la
mayoría de los ciudadanos británicos respecto a la permanencia de su país en la
Unión Europea. Es difícil, entre otras cosas, porque, quedarse en argumentos
como el populismo o el egoísmo o, simplemente, la Historia, es demasiado fácil.
No puede ser que tantos millones de ciudadanos de la Europa más rancia se hayan
equivocado y, aunque así fuese, debería prevalecer la máxima que dice que, en
caso de duda, que prevalezca la democracia.
La única consecuencia que así, a vuelapluma, soy capaz de
extraer es la de que quienes toman las decisiones viven, por desgracia, de espaldas
a la gente. Tanto es así, que quienes detentan el poder a uno y otro lado del
Canal de la Mancha no han sido capaces de prever lo que finalmente ha ocurrido.
Creo que es difícil e hipócrita atribuir el triunfo del
Brexit a la xenofobia en un país tan multirracial y multicultural como el Reino
Unido, que heredó del viejo Imperio Británico la Commonwealth, con sus
ciudadanos y sus derechos reconocidos en la metrópoli.
Es más lógico pensar que los británicos estén cansados de
que la inmigración, especialmente del Este de Europa, disparada con las
sucesivas ampliaciones de la UE. haya supuesto una enorme merma en derechos y
salarios del mercado laboral. Me da la impresión de que nos detenemos en exceso
en las anécdotas chuscas, como la rebeldía ante la regulación del tamaño de los
plátanos establecida por los burócratas de Bruselas, y nos olvidamos de otras
muchas decisiones que afectan y cómo a nuestras vidas que, sin embargo, a
menudo pasamos por alto.
Los británicos, que lo han sido todo en el mundo hasta hace
poco, conservan un orgullo nacional que no es difícil despertar y que, además,
es fácil de ofender y se les ha ofendido, como se ha ofendido a los griegos, a
los portugueses y a tantos y tantos europeos, incluidos nosotros. Y, si los
británicos, en su mayoría privilegiados respecto a otros europeos, han dicho no
a la Unión Europea, habría que ir pensando en qué diríamos hoy nosotros ante
una pregunta similar. No hay que ser un lince para ver que, en un referéndum
similar, la respuesta hoy que Europa se ha convertido en una madrastra, no
sería tan favorable como cuando Europa era una novia.
Es curiosa la apelación que se hizo al sentido común de los
británicos mientras se esperaba su no al Brexit y cómo no se hace otro tanto
ahora que han dicho no. El Brexit sólo ha fracasado en Londres, Irlanda del
Norte y Escocia. Cualquiera que quiera verlo se dará cuenta de que quienes han
dicho no a Europa han sido los trabajadores británicos, los habitantes de las
zonas industriales, cada vez más desprotegidos ante las decisiones arbitrarias
que se toman en los pulcros despachos de Bruselas y que, por contra, el sí se
ha dado en las zonas que viven del comercio y del turismo europeos.
Creo que el Brexit va a ser bueno, si las cosas se
hacen como se deben hacer, va a ser bueno para que la Europa fosilizada, la que
sólo vela por los intereses de sus grandes corporaciones, la Europa cruel,
incapaz de percibir el sufrimiento de sus ciudadanos más humildes, la que nos
da un pasaporte y poco más, a cambio de las riendas de nuestro destino, la
Europa que ya no es la que soñamos, retome el control de su destino y vuelva a
ser la Europa del Estado del Bienestar.
Creo también que, como en tantos otros asuntos, no se nos ha
dicho toda la verdad y que, incluso en plana campaña electoral, la mayoría de
los partidos políticos han preferido no "mentar a la bicha" y pasar
de puntillas sobre el Brexit, cruzando los dedos a la espera de que la tormenta
pasara. Pero la realidad y el deseo son cosas bien distintas y la realidad se
ha impuesto, abriendo un descosido en el disfraz de eficiencia de eso que
llamamos Europa, un descosido por el que se ve su feo culo.
No debemos olvidar que, si los trabajadores han dicho no a
Europa y sí al Brexit, no es porque, de la noche a la mañana, se hayan vuelto
nazis. Creo que, más bien, los trabajadores se han cansado de que los partidos
tradicionales, incluidos los que se dicen socialdemócratas les den la espalda.
Creo que lo único inteligente es hacer de la necesidad virtud y aprovechar este
momento para transformar una manera de hacer política, de la que la Europa que
han rechazado los británicos es una de las peores consecuencias. Es la gran
oportunidad para que "nuestros hombres en Bruselas" cambien y, si no,
para que abramos los ojos y seamos nosotros los que los cambiemos.
Por eso y en contra de lo que muchos piensan, el sí al
Brexit es nuestra gran oportunidad.
1 comentario:
Excelente análisis...
Publicar un comentario