España es un país al que, como se cuenta por ahí que hacen
algunos cirujanos plásticos con mujeres que han de ir vírgenes al matrimonio,
le han reconstruido el himen para devolverle la virginidad perdida que tuvo
cuando en tiempos ya lejanos se atrevió a dejarse llevar por sus pasiones, pero
también y, sobre todo, por las necesidades de sus gentes. Una sangrienta guerra
civil y una dolorosa posguerra, sumadas a una prudente transición, han grabado
a fuego en el imaginario de los españoles que la unión de las izquierdas, lo
que despectivamente se ha dado en llamar "frentepopulismo" lleva al
caos y a la ruina.
Esa ha sido la sutil reconstrucción del himen a que ha sido
sometida nuestra sociedad para que nunca más se atreva a bajar del caballo a
los señoritos, para que no crea en sus propias posibilidades, para que agache a
la cabeza y se deje guiar, como en la dictadura, por la gente de orden o por la
que, al menos, trata de parecer de orden. Sólo en aquellos primeros años de
democracia, en los que el PSOE se atrevió a dejarse apoyar por el Partido
Comunista de Carrillo en aquellos ayuntamientos que tanto ilusionaron a los
ciudadanos y tanto hicieron por ellos, se venció el miedo a perder la
virginidad y se tuvo el coraje de doblar el brazo a la derecha, hasta entonces
imbatible.
Y, pese a todo, no sobrevino el Apocalipsis, los autobuses
siguieron funcionando, los parques siguieron regándose y en las escuelas hubo
clase todos los días. Bien es verdad que quienes, como las sanguijuelas de la
sangre de los mamíferos, habían vivido de los presupuestos de esos
ayuntamientos no tardaron en arreglárselas para seguir haciéndolo mediante
contratos vergonzantes, las primeras privatizaciones, que a algún concejal que
se atrevió a denunciarlos le costaron la carrera.
Ese fue el comienzo. A partir de ahí, y poco a poco, el PSOE
fue alejándose de la izquierda y de la dente hasta llegar a la situación actual
en la que, claramente, ha preferido, si no unirse a la derecha para gobernar
con ella, sí rechazar con todas las excusas posibles cualquier posibilidad de
hacerlo con la izquierda. Pedro Sánchez o quien le tiene cogido por ahí mismo
no han querido bajar al río con los pretendientes que le hacían ofertas desde
la izquierda. Y para ello se dejó acompañar a todas horas por Ciudadanos, que,
como buena carabina, no le ha dejado ni a sol ni a sombra a solas con todos
esos desharrapados y melenudos que le pretendían, vistiéndola, además, con los
adustos ropajes de un acuerdo áspero y maloliente, capaz de ahuyentar a
cualquiera que pretendiese la preciada flor de su virginidad.
Todo eso nos ha traído a donde estamos, sin haber disfrutado
de los pecados, que son placeres, del río. Y ahora estamos de nuevo cada uno
por su lado, con Pedro Sánchez sólo y sin haber dado con el imposible de
entregarse a la derecha, pero vistiendo los ásperos ropajes que le impuso la
carabina que para él ha sido Albert Rivera, uno ropajes que le van a perseguir
en cada debate, en cada debate, poniendo en duda todos y cada uno de los puntos
de su programa.
Quienes hubiésemos preferido verle en el río, dejándose
acariciar por quienes más se parecen a nosotros, deseamos con todas nuestras
fuerzas que, por fin, se dé ese acuerdo entre todas las fuerzas de la izquierda
que lleve a la sociedad española a atreverse a perder esa virginidad
reconstruida para volver a soñar ese sueño interrumpido que a punto estuvo de
hacer realidad aquella suma de fuerzas progresistas de las izquierdas y alguna
derecha, capaz de volver a colocar a España y, por qué no también, a Europa
sobre los raíles de la Historia. Quizá, si se consigue esa alianza, al PSOE no le quede más remedio que sumarse.
Nunca como ahora será posible perder esa virginidad y nunca
como ahora será más necesario, para acabar con la desigualdad, la injusticia y
los trágalas que nos vienen de la anquilosada y egoísta Europa y, ahora, de los
poderosos Estadios Unidos.
1 comentario:
Realmente bueno...
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