martes, 3 de mayo de 2016

PERDER LA VIRGINIDAD


España es un país al que, como se cuenta por ahí que hacen algunos cirujanos plásticos con mujeres que han de ir vírgenes al matrimonio, le han reconstruido el himen para devolverle la virginidad perdida que tuvo cuando en tiempos ya lejanos se atrevió a dejarse llevar por sus pasiones, pero también y, sobre todo, por las necesidades de sus gentes. Una sangrienta guerra civil y una dolorosa posguerra, sumadas a una prudente transición, han grabado a fuego en el imaginario de los españoles que la unión de las izquierdas, lo que despectivamente se ha dado en llamar "frentepopulismo" lleva al caos y a la ruina.
Esa ha sido la sutil reconstrucción del himen a que ha sido sometida nuestra sociedad para que nunca más se atreva a bajar del caballo a los señoritos, para que no crea en sus propias posibilidades, para que agache a la cabeza y se deje guiar, como en la dictadura, por la gente de orden o por la que, al menos, trata de parecer de orden. Sólo en aquellos primeros años de democracia, en los que el PSOE se atrevió a dejarse apoyar por el Partido Comunista de Carrillo en aquellos ayuntamientos que tanto ilusionaron a los ciudadanos y tanto hicieron por ellos, se venció el miedo a perder la virginidad y se tuvo el coraje de doblar el brazo a la derecha, hasta entonces imbatible.
Y, pese a todo, no sobrevino el Apocalipsis, los autobuses siguieron funcionando, los parques siguieron regándose y en las escuelas hubo clase todos los días. Bien es verdad que quienes, como las sanguijuelas de la sangre de los mamíferos, habían vivido de los presupuestos de esos ayuntamientos no tardaron en arreglárselas para seguir haciéndolo mediante contratos vergonzantes, las primeras privatizaciones, que a algún concejal que se atrevió a denunciarlos le costaron la carrera.
Ese fue el comienzo. A partir de ahí, y poco a poco, el PSOE fue alejándose de la izquierda y de la dente hasta llegar a la situación actual en la que, claramente, ha preferido, si no unirse a la derecha para gobernar con ella, sí rechazar con todas las excusas posibles cualquier posibilidad de hacerlo con la izquierda. Pedro Sánchez o quien le tiene cogido por ahí mismo no han querido bajar al río con los pretendientes que le hacían ofertas desde la izquierda. Y para ello se dejó acompañar a todas horas por Ciudadanos, que, como buena carabina, no le ha dejado ni a sol ni a sombra a solas con todos esos desharrapados y melenudos que le pretendían, vistiéndola, además, con los adustos ropajes de un acuerdo áspero y maloliente, capaz de ahuyentar a cualquiera que pretendiese la preciada flor de su virginidad.
Todo eso nos ha traído a donde estamos, sin haber disfrutado de los pecados, que son placeres, del río. Y ahora estamos de nuevo cada uno por su lado, con Pedro Sánchez sólo y sin haber dado con el imposible de entregarse a la derecha, pero vistiendo los ásperos ropajes que le impuso la carabina que para él ha sido Albert Rivera, uno ropajes que le van a perseguir en cada debate, en cada debate, poniendo en duda todos y cada uno de los puntos de su programa.
Quienes hubiésemos preferido verle en el río, dejándose acariciar por quienes más se parecen a nosotros, deseamos con todas nuestras fuerzas que, por fin, se dé ese acuerdo entre todas las fuerzas de la izquierda que lleve a la sociedad española a atreverse a perder esa virginidad reconstruida para volver a soñar ese sueño interrumpido que a punto estuvo de hacer realidad aquella suma de fuerzas progresistas de las izquierdas y alguna derecha, capaz de volver a colocar a España y, por qué no también, a Europa sobre los raíles de la Historia. Quizá, si se consigue esa alianza, al PSOE no le quede más remedio que sumarse.
Nunca como ahora será posible perder esa virginidad y nunca como ahora será más necesario, para acabar con la desigualdad, la injusticia y los trágalas que nos vienen de la anquilosada y egoísta Europa y, ahora, de los poderosos Estadios Unidos.