Los gobiernos de Castilla La Mancha y Madrid han tenido
delante de sus narices durante más de una década el polvorín del vertedero de
neumáticos de Seseña, sin preocuparse ni apremiarse por el riesgo de que la
negra goma, maloliente tóxica e inextinguible una vez que prende pudiese
incendiarse. No les importaba y estoy seguro de que era así, porque, en
expresión jocosa de mi amigo Ernesto, me juego el "matrimonio" a que
ningún funcionario con capacidad de decisión en uno y otro gobierno vive, no ya
en la mastodóntica y fantasmal urbanización construida por "el
pocero", sino en el erial de Seseña. No les importaba ni parece
importarles, a la vista de lo que, una semana después del comienzo del
incendio, está pasando.
A ninguno de ellos, del PP o del PSOE, a uno y otro lado de
la linde que separa Madrid de Toledo, les han importado durante años las
montañas negras en las que iban acumulándose los neumáticos de nuestros coches,
a ninguno de ellos parecía quitarles el sueño que miles de personas, adultos y
niños, viviesen a pocos metros de ese polvorín. A ellos sólo les importa el humo.
El humo o, mejor dicho, la utilidad del humo, negro y tóxico, que
acorrala ahora a los vecinos. Y es que, para nuestra desgracia, en
política, lo importante no es prevenir el fuego o apagarlo, lo importante es
gestionar el humo.
Y a eso se dedican en las últimas horas los
"gestores", a echarse el humo unos a otros, a culparse de no haber
desecho el vertedero a tiempo, a decir que se echaron abajo en Madrid oscuros
presupuestos que, según Cifuentes, contemplaban una partida para deshacer el cementerio,
a financiar con dinero público "excursiones" reivindicativas de los
vecinos de Seseña, con alcalde del Partido Popular, ante la sede del gobierno
castellano manchego en Toledo que, casualidad de casualidades, es desde hace un
año del partido socialista.
Del humo, a los políticos no les importa a quién mate o haga
enfermar. Del humo, lo que les importa es no tiznarse y sí tiznar a los
adversarios, hacer pagar a Page las consecuencias de años de gobierno de
Cospedal y, seguro que también, José Bono, amigo y quién sabe si socio del
Pocero. A unos y a otros les interesa agitar sus argumentos para meter el humo
en casa de los otros, Y quieren, también, el humo en los ojos de los ciudadanos
para que, de aquí a un mes, cuando vuelvan a votar, lo hagan a ciegas.
Gestores del humo. Sí señor, el humo, que puede ser real e
irritante o ficticio y metafórico y no por ello menos irritante. Humo que
levantan en cortinas ante el menor problema, ante la menor sospecha, para que
los ciudadanos no seamos capaces de distinguir claramente los perfiles de cada
uno, humo en oportunas cortinas que ocultan tras oportunas polémicas las
nefastas cifras, resultado de la gestión económica del gobierno de Rajoy, humo
para que los ciudadanos nos ocupemos sólo de banderas y silbidos, en lugar de
hacerlo de lo que realmente nos importa, que es colegio de los niños, la
residencia del abuelo, la vivienda que no podemos pagar. Todo, mientras las
manos derechas de los gerifaltes del PP, hurgaban en nuestros bolsillos,
sacando de ellos lo que luego nos hacían pagar por dos veces.
Humo en mítines, actos, anuncios, banderolas, carteles y
vallas, humo de colores, con el que pintar el futuro, pero sólo mientras dura
el humo de una campaña electoral. Humo equívoco como el de un buen canuto, humo
que con el "guía" adecuado puede hacernos ver lo que ni está ni
estará nunca ante nuestros ojos.
En fin, humo, humo y humo. Negro o de colores, pero
humo.
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