No hace ni una semana que, de él, el abogado de Diego
Torres, el socio de Iñaki Urdangarín, dijo entre dientes el ya famoso
"este tío es idiota". Lo dijo tras escuchar de su boca y ante el
tribunal que no sabía nada de Noos, el chiringuito de cuñado del rey y su socio
para sangrar los presupuestos de ayuntamientos y comunidades autónomas,
mediante su presunto asesoramiento en la organización de acontecimientos
deportivos a cambio de nada o de casi nada. Lo dijo porque él y su representado
sabían de sobra que el entonces alcalde de Madrid, el mismo que había dado el
visto bueno para el nombramiento de Mercedes Coghen como consejera delegada de ese carísimoviaje a ninguna parte que por dos veces ha sido la candidatura para los juegos de 2020, prácticamente su único asunto como
alcalde de Madrid amén de la carísima Calle 30, otro de sus dispendios
que aún pagamos y pagaremos los madrileños y los hijos de los madrileños en los
muchos años por venir, el mismo de los ojitos brillantes en los cócteles, no
podía saber de dónde le venían los folletos y libros que inundaban su carísimo,
faraónico y desproporcionado despacho.
Sería muy fácil dar la razón al letrado, demasiado fácil.
Pero no, este tío, Gallardón, es cualquier cosa menos idiota todo lo que hace,
todo lo que ha hecho desde que se puso a la sombra de Manuel Fraga tiene, ha
tenido un sentido. Llegó a aquel ominoso acuerdo para poner a los pies de PRISA
el Círculo de Bellas Artes, porque así se garantizaba la
"canonización" en las páginas de EL PAÍS, desde las que se le
defendió hasta el paroxismo. Dejó la Casa del Correo de la Puerta del Sol a
Esperanza Aguirre, elecciones mediante, porque tenía claro que en el
Ayuntamiento su ego brillaría más y porque, no me cabe ninguna duda, tenía ya
en la cabeza los megalómanos proyectos que dispararían hasta el infinito la
deuda del ayuntamiento madrileño.
Y siendo ya alcalde, permitió que le colaran en su lista,
como número dos y sucesora en ciernes, a la esposa de José María Aznar, Ana
Botella, que, sin nada a su favor más que su ultra conservadurismo moral y
religioso y su falta de empatía con los ciudadanos que no toman el té en
Embassy, asumió el regalo que la hacía el partido de su marido, envuelto en los
empalagosos y falsos elogios del alcalde, que veía en el regalo envenenado su
pasaporte al gobierno en cuanto el PP ganase las elecciones.
Y no se equivocó, porque Gallardón no tardó en convertirse
en el peor y más retrógrado ministro de Justicia de la democracia, mientras Ana
Botella le igualaba en desastres al frente del Ayuntamiento de Madrid, pasando
"olímpicamente" del dolor de las familias de las cinco jóvenes
muertas en el Madrid Arena y supervisando los servicios mínimos de la huelga en
empleados de limpieza que anegó esta ciudad de basura a cumulada, en tacones y
con abrigo de piel. Tan mal lo hizo, "la Botella" que no se atrevió a
intentar repetir, aunque, todo hay que decirlo, aguantó más en el despecho que
se preparó Gallardón que él como ministro.
Sí, porque "este tío" en su fugaz paso por el
ministerio puso patas arriba la justicia y los valores de los españoles,
empezando por un amplio sector de su partido que se sintió avergonzado por el
paso dado atrás por el misógino ministro en el respeto a la mujer y sus
derechos. Además y ese es el motivo de estas líneas, cambió de un plumazo las
reglas de juego procesales, fijando el pago de unas tasas desorbitadas que
dejaban la justicia fuera del alcance de la mayoría de los ciudadanos. Unas
tasas que su sucesor, a los pocos meses de sucederle tras sus
"espantada" tuvo que suprimir, aunque no haya hecho otro tanto con el
malicioso sistema de plazos de instrucción, por el que se fija un máximo de
seis meses para la calificación, tiempo en el que, tal y como denuncian hoy los
fiscales progresistas, es imposible instruir cualquier causa y más con los
medios de que disponen.
Una "cagada" más de "este tío", que
puede acabar de golpe con la instrucción de decenas de miles de casos que
bloquean hoy los juzgados, una medida tomada para impedir que madurasen los
muchos y largos asuntos en los que está inmerso su partido, pero que se ha vuelto
contra el derecho a alcanzar justicia de la mayoría de los españoles.
Este tío, en contra de lo dicho por el abogado del duque
felón, no es idiota. Sabía muy bien lo que se hace y, si alguna vez da un
traspiés, lo da cegado por su ambición que es mucha, aunque sabe ponerse pronto
a salvo. Este tío es listísimo y habrá que esperar meses o quizá años para ver
en qué manera se le recompensarán las muchas trampas que, a favor de las
constructoras, se han hecho en todos esos megalómanos proyectos en que se ha
embarcado a cuenta de la deuda de los madrileños.
Este tío no es idiota y lo estamos sabiendo gracias a que los suyos ya no ocupan su despacho en Cibeles, pero es y ha sido del PP, a pesar de
que durante años vivió disfrazado de "verso suelto" entre cultura y
canapés. Pero, como, a propósito de él, me dijo en una ocasión don
Santiago Carrillo "no conozco en el PP a nadie que no sea del PP".
Que no, que este tío no es idiota.
2 comentarios:
Siempre genial...
Pues esto crea una impotencia tremenda y una desazón imparable...
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