Entre col y col futbolística, telediarios y periódicos nos
han colado este fin de semana la lechuga, las lechugas, de un Albert Rivera con
movido en Caracas por un sufrimiento parecido al que viven aquí, al lado de los
mismos lugares en los que pide el voto para un centro inexistente, tantos y tantos
españoles golpeados con crueldad y sin miramientos por una crisis que aquí, en España,
y gracias al desigual reparto de ayudas y soluciones, se ha cebado con los más
débiles, sin que esos telediarios que este fin de semana buscaron sus lágrimas
en Caracas, se hayan fijado en las de los hombres, las mujeres y los niños que
un día sí y otro también se acuestan con apenas un mendrugo de pan y un vaso de
leche aguada.
Parece como si la gente de orden, la derecha sólo fuese
capaz de ver el dolor y la pobreza que otros generan, parece como si aquí, en
España, una venda cubriese sus ojos para ahorrarles el mal trago, difícil de
explicar, de tantas y tantas familias sin trabajo, de tanta y tanta gente
haciendo cola para un plato calientes, de tantos hipermercados repletos,
tirando comida a la basura o, en el mejor de los casos, entregándola para su
redistribución por organizaciones solidarias, porque hay gente, demasiada
gente, que no puede acudir a llenar su bolsa, pagándola en caja, porque hace
meses que no entra un salario en su casa.
Es hermosa la épica del dirigente que
"desinteresadamente" "se la juega" en un país extranjero
para pedir la libertad de sus correligionarios encarcelados y llorar por las
estanterías vacías de alimentos y cepillos de dientes de todos esos
supermercados a los que acude la gente humilde, porque los de los "barrios
altos", como hemos podido ver en las redes, tienen, como siempre, de todo,
aunque sólo para aquellos que lo puedan pagar. Y que conste que ni Nicolás
Maduro, ni antes Hugo Chávez, han sido ni serán santos de mi devoción. Que
conste también que tengo claro que, si falta la libertad, todo lo demás, aunque
sobre, falta también.
El pecado de Chávez fue el de subsidiar a sus compatriotas
con los beneficios del monocultivo, del petróleo, una bendición que llevaba
implícita el castigo de que su precio se puede manipular en los mercados,
dinamitando cualquier intento de redistribución de la riqueza entre la gente. Y
eso, por no hablar de la corrupción que genera y que añade una nueva casta a
las ya existentes desde hace años en el país caribeño.
Los movimientos de Rivera y Rajoy, a propósito de Venezuela,
tienen como objetivo sacar el foco de muestro país y el evidente fracaso
económico de sus dirigentes que no han conseguido sacudir de las espaldas de un
20% de los ciudadanos el fantasma del paro, que ven como los pensionistas y
quienes tienen las rentas más humildes ya no muerden el anzuelo cebado con
bajadas de impuestos que se vuelven contra sus bolsillos, porque están vaciando
la caja de la seguridad social y privándoles de servicios indispensables, y
están dejando de creerles.
Por eso no les conviene, a ellos y al propio PSOE, que se
hable de lo que está pasando aquí ni de por qué pasa. No les conviene que
hagamos cuentas. No les conviene que en cada casa se haga, como he visto hacer
a mi padre, con alma de contable, en la mía, un balance con lo que se ingresa y
los que se gasta, un sencillo papel en el que en una columna se sume lo que
estos señores del PP nos han traído y en otro lo que se han llevado o lo que
nos han quitado. No quieren que nos detengamos a hacerlo, porque el resultado
sería elocuente. Por eso, nos llevan de excursión a Venezuela, Lo malo es que
seguirán haciéndolo mientras Pablo Iglesias y sus compañeros no expliquen con
claridad su relación con Venezuela, mientras permitan que la niebla cubra un
pasado que debe ser aclarado y mientras no defiendan sin lugar a la más mínima
duda la libertad de todos.
Parece evidente que los hay interesados en que el partido de
las próximas elecciones se juegue en Venezuela y la mejor forma de evitarlo o
al menos de ganar ese partido es solando ese lastre que no acaban de soltar los
dirigentes de Podemos.
Venezuela no es España, aunque en España hay gente pasándolo
tan mal como en Venezuela, y los españoles no tenemos por qué jugarnos el
futuro aplaudiendo o abucheando a nuestros políticos, convertidos en títeres en
el guiñol de Venezuela.
1 comentario:
Interesante artículo...
Publicar un comentario