Siempre he pensado, y más desde que, hace ya dos décadas me
ocupé de la información de tribunales en la Cadena SER, que hay que estar hecho
de una "pasta especial" para acusar o juzgar a ciudadanos iguales,
sin dejarse llevar por pasiones o prejuicios, algo que se supone debería
esperar la sociedad de jueces y fiscales.
No sé cómo sería la cosa cuando de los que se cocía en los
juicios apenas se enteraban el tribunal, los testigos, las defensas y
acusaciones, naturalmente, los acusados y el público presente en la sala, que,
por cierto, está formado por verdaderos "profesionales", dada
la asiduidad con que acuden a cuanta audiencia pública cuadra en sus horarios,
Por mis horas de audiencia sé que algunos jueces y, sobre todo, algunos
fiscales, al igual que algunos defensores, claro, se gustan, exponen sus
argumentos con pasión y una cierta dramatización que más de una vez sorprenden
a propios y extraños.
Puede que sea el escenario, puede que el público, lo cierto
es que quienes bostezan en determinados juicios, en otros se crecen y
"declaman" sus argumentos para la historia, como si lo hiciesen ante
las ruinas de Itálica. Más, si, como ocurre en estos tiempos, pendientes de
algunos juicios, están decenas de televisiones y radios, y otros tantos diarios
y los casos se convierten en comidilla de todos y todos, propios y extraños, se
interesan por lo que haces o dices en él.
Uno de esos casos, lleno de morbo y con razón, es el que se
ocupa del "asalto" de la capilla católica de la facultad de Económicas
de la Complutense. Digo que, con razón, porque en él se mezclan, si no se
revuelven la política, la religión y, a juicio de la fiscal del caso, el sexo.
En ese asunto, se condenó en primera instancia a la portavoz del Ayuntamiento
de Madrid, Rita Maestre, de la coalición Ahora Madrid, a una multa de más de
cuatro mil euros trescientos veinte euros por quitarse la camiseta y quedarse
en sujetador en torno al altar, mientras otras jóvenes se desnudaban "de cintura
para arriba", se exhibían imágenes del papa cruzadas por esvásticas y se
leía un manifiesto en contra del sexismo y la homofobia impuestos por la
iglesia Una suma de actos de los que se culpó a Rita Maestre porque,
finalmente, fue la única de las jóvenes identificadas en la acción.
Los abogados de Rita Maestre recurrieron la sentencia,
pidiendo su absolución, a lo que la fiscal del caso, Marisa Morando, se
opone en un escrito en el que recuerda lo que considera hechos probados,
atribuyendo a la recurrente, Rita Maestre, pleno conocimiento de lo que allí
iba a ocurrir y enumera con un lenguaje teñido de ideología y, diría yo,
desprecio, todas y cada una de las consignas que se repitieron en aquel
"asalto" y un pleno conocimiento teñido de claro sentimiento de
ofensa en lo relativo a la profanación castigada en la sentencia.
Del escrito de la fiscal podría desprenderse, tanto por el
lenguaje empleado en él, como por la forma de relatar los hechos, un cierta
toma de postura, si no animadversión, contra la condenada que, a mi juicio, va
más allá de su papel y que demostraría una posición ante la religión nada
objetiva y, sobre todo, una visión del papel de la mujer, "señoritas"
llama a las participantes en la protesta, anclada en modos y maneras de otros
tiempos, puesto que la fiscal se permite dejar por escrito que "lo
único que consiguieron desnudando su torso fue poner en ridículo el papel de
las mujeres. Sobre todo, por usar frases “con rimas pretendidamente
ingeniosas” y por “mostrar el sujetador en un espacio que para los católicos es
sagrado”, algo a todas luces carente de objetividad.
En fin, el escrito de la fiscal es un claro ejemplo de
sobreactuación, más pendiente quizá de dejar reflejados sus sentimientos que de
actuar con la objetividad que se le debería suponer, especialmente, después de que el propio arzobispo de Madrid perdonase a los "asaltantes",
En fin, creo que la citada fiscal, Marisa Morando, con ese
escrito se ha hecho un autorretrato.
1 comentario:
Un retrato verdaderamente claro...
Saludos
Publicar un comentario