La elasticidad es la capacidad que tienen los materiales de
recuperar su forma cuando cesa la fuerza que actúa sobre ellos, una capacidad
que se mide forzándolos hasta el punto en que se rompen. Pues bien, pareciera
que Pablo Iglesias se hubiera empeñado en comprobar la elasticidad de su
partido y la de sus votantes.
Iglesias lo ha conseguido. Reduciendo sus objetivos a uno
solo, el poder, que poco o nada tiene que ver con el que realmente debiera ser,
el "poder hacer", algo que, unido a la exigencia de limpieza de
sangre ideológica, siendo el "pablismo" puro y duro, pero tan voluble
como el mismo Iglesias, la ideología impuesta , que ha dejado el partido en los
huesos mondos y lirondos, compactos, pero sin músculos, nervios, ni
articulaciones, incapaces para recibir sensaciones y, lo que es peor, carente
de reflejo, incapaz de moverse más allá de los rígidos objetivos
impuestos por el líder, a través de los más que manipulables
"inscritos".
Iglesias ha llevado a Podemos y a sus votantes hasta e
temido punto de máxima elasticidad, como la cuerda o la goma que, de tanto
estirarse acaban rompiéndose con un peligroso "latigazo" que sufre el
que estira, pero que relaja y rivera al resto.
La inflexibilidad de Iglesias, muy en la onda de Julio
Anguita, ha ido reduciendo drásticamente las expectativas electorales de su
proyecto. Creyó que en el sokatira en que se había empeñado acabaría
arrastrando a Pedro Sánchez hacia sus pretensiones ministeriales. Sin embargo,
se encontró enfrente a alguien que fue capaz de plantar cara y derrotar al
núcleo duro del viejo PSOE, con su pasado, para bien y para mal, y sus
postreros devaneos. Así que de tanto estirar y estirar, el intrépido Iglesias
ha dado con el culo en tierra y, en tan poco digna posición, ha tenido que
enfrentarse a los que considera la traición de Errejón, el primero en plantarle
cara abiertamente, desde dentro y fuera del partido.
La respuesta dada ayer por Iglesias y su coro de
portavocillos insistía en lo previsible de la decisión tomada por el líder de
Más Madrid, que, sea dicho de paso, para haber sido tan previsible, les ha
dejado colgados de la brocha y aturdidos, echando las cuentas de las
oportunidades perdidas y los excesos de confianza que, ahora, tendrán que
pagar, mientras que actuales y antiguos socios de la formación, ayer mismo
comenzaron a hacerlo, se recolocan alrededor de una figura, la de Errejón, más
amable y posibilista que la del ortodoxo Iglesias, demasiado evidente y
desgastado ya a ojos de los electores.
Como en los libros de caballería y en las leyendas, cuando
el gigante cae ante la pedrada o el lanzazo del rival menospreciado, los
enemigos del caído que eran muchos y no todos declarados, no tardan en llevarse
lo que le habían prestado, para ponerlo al servicio del nuevo paladín, que es lo
que, ya desde ayer, están haciendo Compromís, las Mareas y los Anticapitaistas,
para reconstruir en torno a Errejón las alianzas rotas por la intransigencia de
Iglesias.
Iglesias está aprendiendo tarde que, desde abajo, desde
donde viven los mortales, con sus problemas y sus sueños, el posibilismo vale
más que la ortodoxia y los dogmas, algo que él, como profesor de Ciencias
Políticas, debiera ya saber, porque del "Juego de Tronos" de la tele
debiera quedarse con el dato de que los guionistas, tan jóvenes o más que él,
que ya no lo es tanto, deciden sobre las vidas y la muerte de los personajes,
algo que en el juego de tronos en que está metido no es posible y más vale que
así siga siendo.
Iglesias lleva muchos años, quizá demasiados, liderando. En
la facultad, supongo que también en el instituto y en los movimientos de base
supo colocarse a la cabeza, pero, una vez llegado a lo más alto, se desconectó
de la realidad, alcanzando su máximo nivel de incompetencia, rompiendo la soga
de tanto estirarla, dejando a Podemos en los huesos de tanto purgarlo y, ahora,
cuando vienen muy mal dadas, está solo y no tardará en ver que algunas
fidelidades duran lo que dura el beneficio que sacan del objeto de su
fidelidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario