jueves, 19 de septiembre de 2019

BUSCANDO CULPABLES


Andamos buscando o, mejor dicho, la prensa anda buscando culpables, incluso un solo culpable, de lo que ha pasado, del fracaso del sistema democrático español en darnos un jefe de gobierno para cuatro años. Andamos buscando uno o más culpables, pero no ponemos el mismo empeño en buscar la solución que nos impida volver a caer en lo mismo, en el bloqueo interesado de la formación de un gobierno estable que no conseguimos desde hace años.
Los animadores de esta cacería, los medios de comunicación, andan haciendo sonar sus trompas y sus cuernos de caza para, como hacen los monteros para los señoritos, asustar a las piezas para sacarlas de la maleza, donde se sienten seguras y llevarlas a campo abierto, donde se convierten en blanco fácil para las escopetas.
Me ha llamado la atención la facilidad con que, en esta montería, los ojeadores profesionales, la prensa y los opinadores profesionales han decidido que el gran culpable, el "joker" malvado de esta historia, ha sido Pedro Sánchez, quien, "con su soberbia y arrogancia" y su convencimiento de que ir a unas nuevas elecciones le  convenía,   no se esforzó lo suficiente en llegar a un acuerdo de investidura para formar un gobierno que, en cualquier caso, no garantizaría la deseable estabilidad para los próximos cuatro años que este país está necesitando, más en medio del panorama político, económico y social que se avecina.
Ya tenemos un presunto culpable, a estas horas el más querido por la prensa y la opinión difundida o publicada. Sin embargo no hay que olvidar que desde hace años la prensa es, pese a lo que rezan sus cabeceras, poco o nada independiente, porque la revolución digital, algunos sueños, hoy pesadillas, de grandeza multimedia, y las consiguientes deudas, han acabado alejándolos de lo que entendíamos por periodismo, para ponerlos en manos de consejos de administración integrados fundamentalmente por sus acreedores y alejados de la orientación profesional a que estábamos costumbrados y que, cada vez más, nos parece una quimera.
Por eso no es de extrañar que sean mayores los reproches al secretario general del PSOE que los que se hacen a un Casado, muy en su papel, que en el más puro estilo Rajoy se ha quedado al margen de este proceso, esperando a que el temporal traiga a su playa los restos de los otros implicados, porque está claro que el líder del PP no ha tendido el "sentido de estado" que le reclamaba Pedro Sánchez y que el PSE, no Sánchez, dieron a su partido para que un Rajoy tan escaso de apoyo en el Congreso como lo está hoy el candidato socialista pudiese gobernar con su abstención.
Tampoco se ha explicado en profundidad la negativa de Podemos, mejor dicho, de Pablo Iglesias a dar sus votos a Sánchez, con casi tres veces más escaños que él, para formar un gobierno de progreso que atajase los grandes problemas de los más vulnerables, hoy casi todos, que están en los programas de una y otra formación. No se ha insistido como se debía en la cerrazón de Podemos que, por tercera vez ha impedido un gobierno de izquierdas, el PSOE y sus votantes, ese a quien pese, son izquierda, facilitando la vuelta al poder de la derecha o poniéndonos en grave riesgo de así sea.
Desde esos medios se ha ensalzado, a mi parecer en exceso, el gesto de Pablo Iglesias de apartarse para dejar de ser "el problema" un gesto sólo para la galería, porque es evidente que el mismo día que lo anunció comenzó a trabajar para que ese gobierno en el que decía no querer entrar nunca  llegase a ser realidad, algo que se hizo evidente rechazando una presidencia y tres ministerios, algo que, ni en cien vidas que vivan, él y su partido, volverá a repetirse.
Y qué decir de Albert Rivera, desaparecido en medio de tan crucial proceso, para volver a él a última hora, en tiempo de descuento y con un "trágala" inaceptable, como si de un Don Vito Corleone, pero a la inversa se tratase, porque su ofrecimiento de abstención era de todo punto una oferta imposible de aceptar. Una oferta, puro marketing cocacolero, con la que intentar contener la enorme hemorragia de votos que todas las encuestas le pronostican.
Si lo miramos fríamente, caeremos en la cuenta de que todos, muy especialmente Iglesias y Rivera, arriesgan poco o nada, porque ellos y sus más fieles volverán a las listas de sus respectivos partidos y volverán en puestos "de salir", con lo que, por muy mal que vengan dadas, mantendrán sus escaños y sus sueldos por cuatro años más. No como nosotros que nos jugamos, los madrileños lo sabemos muy bien, cuatro años más de deterioro de la sanidad y la escuela públicas, de recortes y encarecimiento de los servicios públicos y los transportes y los servicios públicos, cuatro años en los que, en lugar de ir hacia adelante, iremos, con o sin Vox, a un tiempo que creíamos ya olvidado.
Que cada uno busque ahora os culpables, pero que el 10 de noviembre vaya a votar. aunque sea por cuarta vez, porque el que se queda en casa vota al que gana y las derechas, no lo olvidéis nunca, va siempre a votar, antes o después de misa, pero siempre.

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