Andamos buscando o, mejor dicho, la prensa anda buscando
culpables, incluso un solo culpable, de lo que ha pasado, del fracaso del
sistema democrático español en darnos un jefe de gobierno para cuatro años.
Andamos buscando uno o más culpables, pero no ponemos el mismo empeño en buscar
la solución que nos impida volver a caer en lo mismo, en el bloqueo interesado
de la formación de un gobierno estable que no conseguimos desde hace años.
Los animadores de esta cacería, los medios de comunicación,
andan haciendo sonar sus trompas y sus cuernos de caza para, como
hacen los monteros para los señoritos, asustar a las piezas para sacarlas
de la maleza, donde se sienten seguras y llevarlas a campo abierto, donde se
convierten en blanco fácil para las escopetas.
Me ha llamado la atención la facilidad con que, en esta
montería, los ojeadores profesionales, la prensa y los opinadores profesionales
han decidido que el gran culpable, el "joker" malvado de esta
historia, ha sido Pedro Sánchez, quien, "con su soberbia y arrogancia"
y su convencimiento de que ir a unas nuevas elecciones le convenía,
no se esforzó lo suficiente en llegar a un acuerdo de investidura para
formar un gobierno que, en cualquier caso, no garantizaría la deseable
estabilidad para los próximos cuatro años que este país está necesitando, más
en medio del panorama político, económico y social que se avecina.
Ya tenemos un presunto culpable, a estas horas el más
querido por la prensa y la opinión difundida o publicada. Sin embargo no hay
que olvidar que desde hace años la prensa es, pese a lo que rezan sus
cabeceras, poco o nada independiente, porque la revolución digital, algunos
sueños, hoy pesadillas, de grandeza multimedia, y las consiguientes deudas, han
acabado alejándolos de lo que entendíamos por periodismo, para ponerlos en
manos de consejos de administración integrados fundamentalmente por sus
acreedores y alejados de la orientación profesional a que estábamos
costumbrados y que, cada vez más, nos parece una quimera.
Por eso no es de extrañar que sean mayores los reproches al
secretario general del PSOE que los que se hacen a un Casado, muy en su papel,
que en el más puro estilo Rajoy se ha quedado al margen de este proceso,
esperando a que el temporal traiga a su playa los restos de los otros implicados,
porque está claro que el líder del PP no ha tendido el "sentido de
estado" que le reclamaba Pedro Sánchez y que el PSE, no Sánchez, dieron a
su partido para que un Rajoy tan escaso de apoyo en el Congreso como lo está
hoy el candidato socialista pudiese gobernar con su abstención.
Tampoco se ha explicado en profundidad la negativa de
Podemos, mejor dicho, de Pablo Iglesias a dar sus votos a Sánchez, con casi
tres veces más escaños que él, para formar un gobierno de progreso que atajase
los grandes problemas de los más vulnerables, hoy casi todos, que están en los
programas de una y otra formación. No se ha insistido como se debía en la
cerrazón de Podemos que, por tercera vez ha impedido un gobierno de izquierdas,
el PSOE y sus votantes, ese a quien pese, son izquierda, facilitando la vuelta
al poder de la derecha o poniéndonos en grave riesgo de así sea.
Desde esos medios se ha ensalzado, a mi parecer en exceso,
el gesto de Pablo Iglesias de apartarse para dejar de ser "el
problema" un gesto sólo para la galería, porque es evidente que el mismo
día que lo anunció comenzó a trabajar para que ese gobierno en el que decía no
querer entrar nunca llegase a ser realidad, algo que se hizo evidente
rechazando una presidencia y tres ministerios, algo que, ni en cien vidas que
vivan, él y su partido, volverá a repetirse.
Y qué decir de Albert Rivera, desaparecido en medio de tan
crucial proceso, para volver a él a última hora, en tiempo de descuento y con
un "trágala" inaceptable, como si de un Don Vito Corleone, pero a la
inversa se tratase, porque su ofrecimiento de abstención era de todo punto una
oferta imposible de aceptar. Una oferta, puro marketing cocacolero, con la que
intentar contener la enorme hemorragia de votos que todas las encuestas le
pronostican.
Si lo miramos fríamente, caeremos en la cuenta de que todos,
muy especialmente Iglesias y Rivera, arriesgan poco o nada, porque ellos y sus
más fieles volverán a las listas de sus respectivos partidos y volverán en
puestos "de salir", con lo que, por muy mal que vengan dadas,
mantendrán sus escaños y sus sueldos por cuatro años más. No como nosotros que
nos jugamos, los madrileños lo sabemos muy bien, cuatro años más de deterioro
de la sanidad y la escuela públicas, de recortes y encarecimiento de los servicios
públicos y los transportes y los servicios públicos, cuatro años en los que, en
lugar de ir hacia adelante, iremos, con o sin Vox, a un tiempo que creíamos ya
olvidado.
Que cada uno busque ahora os culpables, pero que el 10 de
noviembre vaya a votar. aunque sea por cuarta vez, porque el que se queda en
casa vota al que gana y las derechas, no lo olvidéis nunca, va siempre a votar,
antes o después de misa, pero siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario