miércoles, 3 de abril de 2019

HAZ QUE PASE


Lo de ayer no fue un buen día para Pedro Sánchez y el PSOE. A media tarde, Albert Rivera presentó a la renegada del socialismo Soraya Rodríguez como fichaje estrella de su lista para Europa, mientras aún se escuchaban las risas y las chanzas que, desde el PP y alrededores se dedicaban al vídeo y al cartel de precampaña que horas antes había presentado el candidato socialista.
No puede ser que lo que se prepara y calcula como un golpe de efecto para atraer a los votantes a una candidatura se vuelva sin apenas esfuerzo en un bumerán cargado de sorna que golpee en la "cresta" de quien lo paga.  Es más, creo que quienes aconsejaron optar por esta campaña deberían renunciar o ser castigados, porque, a menos de momento. parece ser más el daño que el beneficio.
Un malintencionado, yo a veces lo soy, podría pensar que ese responsable tan poco responsable es un tránsfuga más que sumar a la lista de los que en las últimas semanas han abandonado el partido de su vida, el socialismo, para engordar con escaño garantizado, eso sí, las listas de Albert Rivera en estas elecciones, y, si no lo es, es demasiado torpe para encargarse de algo tan importante como carteles y lemas a cuatro semanas de unas elecciones. Eso, salvo que él y su jefe sean de los que piensan de lo importante es que hablen de uno, o de su cliente, aunque sea bien. Si es así, enhorabuena, porque lo ha conseguido.
Creo que es fundamental optar por un mensaje cerrado, que no admita dobles interpretaciones ni rimas, junto a un cartel o una foto a los que no se le puedan pintar bigotes y el autor de los que ayer se presentó ha hecho dos dianas, dejándose llevar por la épica cinematográfica, sin pararse a pensar que "Titanic", más que una historia de amor, es la de un naufragio y ni España ni el socialismo están para un nuevo naufragio.
De todos modos, creo que las bromas y los chascarrillos pasarán y lo que quedará, espero. serán los logros y la solvencia de los candidatos, aunque aparecer como cándidos boy scouts en un terreno en el que les aguardan los otros como gamberros borrachos de odio, mentiras y demagogia, no parece buena idea.
De sobra es sabido que a Casado la verdad le importa un higo, más sabiendo de donde viene y lo que importaba la verdad en su partido, y que a Albert Rivera y quien tenga detrás debieron extirparle de niño la hormona que segrega los escrúpulos, porque muchos no aparenta tener comportándose como una urraca ladrona dispuesta a llevarse a su nido todo lo que brilla o cree que, aunque como ocurre en la mayoría de sus fichajes, lo que se lleva es gente resentida y sin futuro en el partido que abandonan.
Ese es el caso de Soraya Rodríguez que, desde la portavocía del grupo parlamentario socialista, en la que la colocó Rubalcaba, se comportó con una más que cierta deslealtad hacia su nuevo secretario general hasta que fue relevada y que negó hasta el último momento estar en tratos con Ciudadanos, con el propio Rivera, para reemplazar como trofeo, como pieza cobrada, a la decepcionante Silvia Clemente, acusada de corrupción en sus diferentes cargos con el PP y objeto del más escandaloso pucherazo que se recuerda en unas primaras, que ahora estudia la Justicia.
Parece que, al igual que un mismo lema puede utilizarse a favor o en contra del que lo paga, el mismo fichaje que se quiso convertir en combustible electoral, puede incendiar la sala de máquinas de un partido, como hizo Clemente en el PP de Castilla León.
No creo que Soraya Rodríguez, con su dudosa lealtad y su no menos dudoso respeto por la verdad vaya a enmendar el error de Rivera. Más bien me inclino a pensar que lo que hace es dejar claro el vacío ideológico de un partido al que lo mismo el sirven, en tierra ganadera, las churras que las merinas.
Pese a todo, me queda la esperanza de que este hilarante y surrealista cómic electoral, con churras y merinas, lemas y carteles, en el que estamos metidos, pase pronto y, al contrario que "Titanic", tenga un final feliz tenga un final feliz.

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