jueves, 11 de abril de 2019

ALLÁ QUIEN LES VOTE


No creo que haya quien, con dos dedos de frente, se atreva a dejar su coche en un taller en el que no sepan distinguir el gasoil de la gasolina, le atiendan los aprendices o le preparen la factura antes de echar un vistazo a la avería. No creo que nadie se atreva a tanto y, sin embargo, sí sé que hay quienes arriesgan mucho más, nada menos que su futuro, a la hora de depositar su voto o no hacerlo en unas elecciones.
Digo esto, porque, nunca como en estas elecciones, tendremos que vérnoslas con unos candidatos tan ineptos, tan irresponsables, como para hacer anuncios a bombo y platillo de sus intenciones, quién sabe si improvisadas en el desayuno o en el coche, para, una vez desatada la tormenta, dar marcha atrás de esa gloriosa manera tan propia de los políticos que consiste en decir, me han entendido mal, se me ha sacado de contexto o, simplemente, calificando de "fakes new", mentira, la difusión de una de sus afirmaciones  que ha sido escuchada en vivo por cientos de miles de oyentes de un programa radiofónico y, después y durante todo el día, por millones de telespectadores y oyentes de todo el país.
Casado que mete la pata más veces que se persigna un sacristán loco, estaba acostumbrado, como vicesecretario de comunicación de Rajoy, a dar la vuelta a lo dicho y hecho por sus compañeros, a elaborar los chascarrillos y las ocurrencias que, luego, a veces repitiéndolas hasta el sonrojo, dirían en sus mítines o en sus comparecencias públicas.
Sin embargo, no es lo mismo tener ocurrencias para eso que tenerlas a la hora de gobernar o de pretender hacerlo, menos, cuando todos los focos están sobre él. Alguien debería haberle dicho que no es bueno anunciar al borde de una campaña electoral su intención de recortar en cincuenta euros el salario mínimo interprofesional, el que cobran millones de trabajadores y sirve para fijar gran parte del resto.
Debe de ser porque nunca lo ha cobrado o porque conoce a poca gente que lo cobra. Si no, andaría con más tiento a la hora de hablar de sumar o restar esos cincuenta euros que, para muchos, suponen poder pagar al agua o la luz o la ropa o el calzado para los niños. No lo hizo, lo dijo sin pensar en las consecuencias que sin duda le eran ajenas o pensando en los beneficios que, para los muchos patrones que votan a su partido, sin caer en la cuenta, nunca mejor dicho, de que son más los empleados que los pagadores.
No es la única metedura de pata de un tipo que cree que con sonreír a la cámara basta y que es motivo de escándalo todos los días. Es más, a veces pienso que al comienzo la jornada, antes de salir de casa, él y su amigo Santiago Abascal cambian cromos y ocurrencias. A veces pienso, también, que ha sido un enemigo el que le ha recomendado la mayor parte de sus fichajes, un predicador cuyo triste mérito ha sido el de ver a su hija asesinada, una marquesa anoréxica y estirada que parece haberse tragado un sable, un ganadero consorte que cree posible el aborto a posteriori y exhibe como argumento que se ha vestido "de corto" para lidiar un toro, o una diputada autonómica de segunda fila desde hace años, que viene regalando perlas, la presente o no Leguina, cada vez que abre la boca.
Isabel Díaz Ayuso, que así se llama, candidata a presidir la Comunidad de Madrid, rizó ayer el rizo de la ineptitud, al anunciar que, si llega a gobernar Madrid y en contra de la lógica y del código civil, convertirá en ciudadanos a los fetos no nacidos, para que su familia, si es el caso, pueda disfrutar de los beneficios de las familias numerosas. LO hizo, pero, como todos los torpes muy torpes, no resistió una segunda pregunta sobre el asunto y balbuceó un "no lo han pensado todavía", cuando una de las periodistas que había en la sala le preguntó si las ayudas y las plazas de colegios prometidas para la familia de quien aún no ha nacido habrían de devolverse en el caso de que el embarazo no llegase a término.
No supo que decir y eso que Camps ya había implantado la medida en Valencia y que estuvo vigente hasta que, con Tximo Puig como presidente, se abolió tal disparate jurídico. Anoche, por si todo lo anterior fuera poco, parte de la fachada de la sede del PP en Madrid se desprendió al recibir sobre ella la pancarta que, con el rostro de Pablo Casado y el lema "Valor seguro", la cubrirá estas dos semanas de campaña.
Creo que esto del cartel es un augurio y no precisamente bueno, pero es peor todo lo demás. Por eso me atrevo a terminar escribiendo con la misma frase que titulo esta entrada "Allá quien les vote".

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