martes, 16 de abril de 2019

COREOGRAFÍAS ELECTORALES


Recuerdo con una cierta nostalgia aquellas mis primeras elecciones, hace ya más de cuarenta años. Recuerdo las ciudades empapeladas con carteles felizmente desaparecidos, recuerdo los espacios electorales gratuitos en televisión, por entonces la única televisión, después de los telediarios, la mayor parte bustos parlantes, aunque el PCE y su gente de la cultura, del cine, nos sorprendieran con sus "clips", entonces no se llamaban así ni se hacían siquiera para el mundo de la música. Recuerdo y con nostalgia el boca a boca con el que algunos tratábamos de convencer a quienes teníamos cerca, con mayor o menor éxito, para que diesen su voto a una u otra opción, y recuerdo aquellos mítines, los primeros en libertad, a los que acudíamos, como fieles a una misa, más que por aprender, para hacer masa y llenar las plazas de toros, de pie en la arena o en las gradas, porque lo que contaba eran, ante todo, las cifras, los aforos, y, en eso, la izquierda siempre ganaba.
Veníamos de conciertos y festivales más o menos reivindicativos. Veníamos de aquel mítico Festival de los Pueblos Ibéricos, en la Autónoma de Madrid, en el que nos sentimos libres, aunque rodeados por la Guardia Civil a caballo, recuerdo el sol inclemente y pegajoso, trufado de negros nubarrones, como el futuro en que queríamos creer y recuerdo la consigna cuando, como en Woodstock, tronó y alguna que otra gota nos puso a remojo, recuerdo ese improvisado "la lluvia de Fraga no nos apaga" y como al día siguiente, lunes, si "los sociales", la brigada política de entonces, nada que ver con la del siniestro Fernández Díaz, hubiesen querido identificar y detener a los asistentes, les hubiese bastado con detectar su piel enrojecida por aquel sol inclemente, democrático y libre.
Recuerdo también mi primer gran mitin, autorizado a la CNT, en la plaza de toros de San Sebastián de los Reyes, una reunión de gente ansiosa por hablar y escuchar después de décadas de silencio y de miedo, y recuerdo, cómo no, los mítines del PCE, especialmente uno en mi barrio, en la vieja plaza de toros de Vista Alegre, sin Hipercor ni cubierta, con Carrillo y quizá Alberti o Pasionaria, también Tamames -quién te ha visto y quién te ve- también al sol y con ganas de ver y escuchar a quienes por aquel entonces eran mitos vivientes.
Hoy todo ha cambiado. Algunos de esos mitos o están muertos o se nos han caído. Ya no hay espacios electorales gratuitos e igualitarios para los partidos, porque hay televisiones privadas, cada una de su dueño, que programan entrevistas y debates a su conveniencia, del mismo modo que, durante el resto del año, alteran y deforman la actualidad política, poniendo al mismo nivel que al resto a quien no lo merece y engrandeciendo lo pequeño o empequeñeciendo lo grande. Los espacios gratuitos son sólo residuales en los medios públicos, en tanto que, desde el resto, nos asaltan anuncios elaborados y caros, al alcance sólo de algunos. Los carteles, incluso las banderolas en las farolas han dado paso a las pancartas a fachada completa, algunas insidiosas y rozando la legalidad, que más que pedir el voto para quien la paga, tratan de disuadir con mentiras y juego sucio, a quien da con sus ojos en ellas de votar al otro, especialmente al socialista Sánchez.
Quedan también las redes sociales, que se suponen pertenecientes al ámbito privado, en las que muy a nuestro pesar corremos el peligro de ser asaltados en cualquier momento y en cualquier lugar sin control y si piedad, y quedan también los mítines, en escenarios de bolsillo y de quita y pon, a mayor gloria del líder, con público perfectamente seleccionado y colocado estratégicamente en el tiro de las cámaras, con o sin banderitas, con o sin aplausos,  siempre en planos más o menos cerrados, para que no delaten su soledad y den el correspondiente telediario la sensación de atención y entusiasmo que se requiere en los momentos perfectamente seleccionados y pactados con las televisiones.
Están además los grandes mítines, que alguno veremos, con las cámaras motorizadas, volando sobre el público, con muchos decibelios, incluso con pirotecnia, muy al estilo Gürtel, y está esa extraña y no sé si nueva coreografía, en la que el líder... o la lideresa consorte recorren el escenario, de uno al otro lado, micrófono en mano, casi como un cetro, un poco encogidos, como queriendo acercarse, ponerse al nivel de la gente que le escucha y le rodea, una nueva modalidad que a mí, al menos viéndolo en la televisión, me desasosiega, más después de haber escuchado al líder asegurar que la encuesta del CIS no fue buena para su partidos, Podemos, porque "él" aún no había vuelto. En fin, coreografías. 

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Toda una reflexión ...

Saludos
Mark de Zabaleta