miércoles, 13 de marzo de 2019

CIUDADANOS S.A.


Hay partidos políticos que se parecen más a Mercadona, por ejemplo, que a lo que pretenden ser, organizaciones creadas para transformar la sociedad en representación de los ciudadanos y creo que, si hemos llegado a esto, es porque esos ciudadanos, todos nosotros, hemos pasado de ser votantes, con derechos y conciencia, a ser. como los viajeros de RENFE dónde habrá quedado aquel "viajeros al tren", meros clientes.
Los partidos nos captan ofreciéndonos unos servicios que las más de las veces no pueden cumplir, y nosotros hacemos como que les creemos, como que confiamos en ellos, porque en el muy estudiado proceso que a la hora de votar lleva a elegir un partido u otro lo hacemos pensando más que en lo que pueda hacer por nosotros, en que se nos parezca. Quizá por eso, hoy, en política, más que las ideas y cómo ponerlas en práctica, importan el marketing y la imagen.
Los partidos se han transformado en empresas con sus correspondientes consejos de administración todopoderosos, alejados, como en cualquier empresa, de sus trabajadores, de sus clientes y, por qué no decirlo, de sus principios. Los partidos políticos, por desgracia, demasiado a menudo piensan en sus votantes, como piensan muchos fabricantes, como en clientes de los que, una vez "colocado" su producto, se olvidan, hasta que, cuatro años después, esos mismos clientes u otros, resignados a ser estafados, compran su obsoleta mercancía.
Esto, que es habitual en el mundo de la política se hace más evidente en esos partidos surgidos de arriba a abajo, nacidos de una estructura poderosa buscando a los electores en logar de hacerlo desde abajo, desde la ciudadanía, para poner remedio a sus problemas. El ejemplo más claro que me viene a la memoria es el de Ciudadanos, nacido en Cataluña con la única idea de defender a los descontentos de la "opresión", de las imposiciones de la Generalitat en materia de lengua y educación, un partido fundado por representantes de una izquierda elitista y peculiar que buscaba el voto de todos aquellos que se sintiesen "perseguidos" que, una vez asentado en Cataluña, buscó nuevos mercados más allá de Cataluña, como Mercadona, por ejemplo, adaptando su perfil a un nicho de mercado que tenía ya poco que ver con sus objetivos fundacionales.
Sin embargo, el crecimiento final no fue el previsto, porque las "franquicias" abiertas por Ciudadanos en todo el territorio español no funcionaron y no lo hicieron por causas diversas, especialmente por la escasa relevancia de sus cabezas de lista, dando lugar a la paradoja de que "la idea" de Ciudadanos se compraba en las encuestas, pero sin pasar al final por la caja de las urnas. Una realidad frustrante para su impaciente líder y para quienes, desde hace tanto tiempo, le apoyan, agazapados en un misterioso anonimato que, al menos a mí, me intranquiliza.
Quizá por eso, Ciudadanos, como haría cualquier empresa, cualquier cadena comercial, se ha puesto manos a la obra para reforzar su presencia en todo el territorio "comprando" aquí y allá "negocios" en decadencia, para sumarlos a su cadena, reforzando su presencia allá donde no la tenía. Dicho de otro modo, Ciudadanos ha lanzado su opa, naturalmente hostil, a partidos ya establecidos, quedándose con la parte del "negocio" abandonada por estos, buscando en el PP o en el PSOE a los descontentos de uno u otro partido que, en sus listas, reforzasen su imagen centrista, como si de la suma de un popular corrupto y un socialista cabreado surgiesen dos centristas.
La estrategia del partido de Rivera, desarrollada con el talonario de los escaños en la mano no tenía muchas posibilidades de funcionar, porque, de alguna manera, suponía el castigo de los fieles del partido, los de la primera hora, en favor de los "paracaidistas· traídos de aquí y de allá, del PP y del PSOE, por una dirección enloquecida, consciente de que su mensaje ya no cala y de que el tiempo se le acaba.
Lo hizo en Castilla y León, fichando peor de lo que ha fichado Florentino en los últimos años a una Silvia Clemente más que sospechosa de corrupción, para encabezar su candidatura a la presidencia de la Junta. Con lo que no contó es con que quien había dedicado años al partido no iba a tragarse el sapo y que, en contra de lo que suele ser norma en los partidos presidencialistas, las bases se le iban a rebelar, presentando en las primarias dispuestas para consagrar a Clemente, una candidatura, no sólo alternativa, sino, además, ganadora.
A partir de aquí, todo se precipitó. A una Clemente perdedora se le "dopó" con unas cuantas decenas de votos ficticios con nocturnidad y alevosía, el escándalo estalló y lo que pretendía ser un éxito se convirtió en un soberano escándalo.
En Ciudadanos, como en tantos partidos, la dirección, convertida en consejo de administración, toma sus decisiones y trata de imponerlas a costa de lo que sea, como si el partido, Ciudadanos, fuese una sociedad anónima más.

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