lunes, 12 de noviembre de 2018

EL JUEGO DE LAS TOGAS


Una vez más nos asomamos al abismo que genera uno de los agujeros negros de la esta imperfecta democracia que más o menos a regañadientes nos hemos dado, un agujero que no es otro que el que genera el sistema de elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, el órgano más contestado quizá de todo el sistema, precisamente, porque es el órgano en cuyas manos se pone el gobierno de los jueces y ya se sabe que nadie o casi nadie acude a los tribunales por gusto y nadie o casi nadie sale de ellos plenamente feliz con sus fallos.
Es una elección trascendental la que probablemente se resuelva esta tarde, porque quienes resulten elegidos se encargarán de elegir a su vez a su presidente, que lo es además del Tribunal del Supremo y de los presidentes de las diversas salas, así como de los de los tribunales superiores de Justicia de cada comunidad autónoma. que, con su voto de calidad, como acabamos de comprobar en nuestras carnes con la sentencia sobre el impuesto de las hipotecas, pueden volcar y revolcar el sentido de los fallos que pasan por sus manos.
En algún momento de nuestra democracia se decidió que en la elección de ese órgano de gobierno de nuestra justicia que es el Consejo General del Poder Judicial, tuviesen la última y única palabra los partidos políticos, con un número de votos en la elección proporcional al número de escaños que ocupan en el Congreso de los Diputados y el Senado, lo que ha llevado a vestir a cada uno de los miembros del Consejo, a veces injustamente, pero casi siempre con razón, con la camiseta del partido que le dio sus votos, algo que acaba pesando y casi nunca para bien en sus decisiones.
En este país, sometido desde hace casi cuatro décadas al bipartidismo y enfermo grave de corrupción, lo que más ha preocupado a esos partidos ha sido cubrirse las espaldas con los muchos aforamientos que sirven de parapeto a sus cargos inmersos en procesos judiciales que, invocando el fuero, no sólo alargan los tiempos del procedimiento, sino que, además, se ponen en manos de jueces que en algún momento de su carrera han recibido las bendiciones de éste o aquel partido.
Todo lo dicho, unido a esa forma de cobardía que eufemísticamente  llamamos prudencia, lleva al triste espectáculo del "intercambio de cromos" que se produce entre representantes de esos partidos cada vez que se enfrentan a la elección del Consejo, Entramos entonces en ese "los amigos de mis amigos son mis amigos" que, llevado al límite, nos pone ante absurdas tales como que la guinda del pastel, el nombre del presidente del Consejo, sea lo primero que se coloca en la tarta, antes incluso del bizcocho o las capas de nata, merengue o chocolate con que se levanta.
Eso es lo que parece que va a ocurrir en la elección del próximo consejo, el que tomará el relevo del que, para nuestra desgracia y la de la Justicia, presidirá unas semanas más Carlos Lesmes. Por lo que hemos sabidos hasta ahora, PSOE y PP, para no hacerse daño en la refriega, ya han decidido quién será el nuevo presidente, el hasta ahora presidente de la Sala de lo Penal del Supremo y encargado por tanto de presidir el juicio a los presuntos responsables de la irregularidades del "Procés", Manuel Marchena, un conservador con fama de dialogante, al que apoyaría también el PSOE a cambio de conseguir una mayoría progresista en la composición del consejo, un pasteleo, vamos, que no hace otra cosa que perpetuar el tufillo a componenda que emana siempre del órgano de debería velar por el buen funcionamiento de la Justicia,
De esta salida tan poco honrosa lo único positivo sería que el denostado Caros Lesmes, denostado por méritos propios, tendría los días contados, y se evitaría por tanto la prórroga de su mandato, lo único que le faltaba al sombrío panorama de la justicia española. De modo que una vez más nos vemos de hoz y coz ante el espectáculo nada edificante del juego de las togas que casi siempre aparenta ser una cosa y, al final, deja a más de uno colgado de la brocha de su pacto y traicionado para los próximos cinco años.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Muy buen artículo ...

Saludos
Mark de Zabaleta